50 años de la primera expedición de montaña aragonesa

Ursi Abajo, Antonio Martí, Luis Oro, Jesús Ibarzo, Rafael Escós, Ramón Cóndor y José Ramón Moranderia formaron la primera cordada de Aragón, que partió al Atlas marroquí para abrir nuevas vías de escalada.

Ursi Abajo, Luis Oro y Ramón Cóndor, el pasado mes en la cima del Clocheton, con el Toubkal al fondo.
Ursi Abajo, Luis Oro y Ramón Cóndor, el pasado mes en la cima del Clocheton, con el Toubkal al fondo.
Montañeros de Aragón

"Lo más importante que te regala la montaña es la amistad, el compañerismo. Esto se perpetúa en el tiempo". Hace 50 años, un grupo de montañeros, camaradas apasionados de las cumbres y de las verticales paredes a las que gustaban abrazar, dieron forma a un proyecto que ponía en valor su ideario de vida. Reforzaron ese sentimiento de camaradería en una disciplina que ha grabado en roca nombres míticos de la tierra. Herederos de ilustres y pioneros por abrir el mundo a futuras generaciones. Ursicino ‘Ursi’ Abajo, Antonio Martí, Luis Oro, Jesús Ibarzo, Rafael Escós, Ramón Cóndor y José Ramón Moranderia formaron la primera expedición aragonesa. Partió al Atlas marroquí para abrir nuevas vías de escalada. Medio siglo después, los supervivientes de aquella cordada han regresado para revivir una experiencia "única y maravillosa".

La edad es una anécdota en la práctica del montañismo. Esto, que todos sabemos, se han encargado de hacerlo realidad Ursi Abajo, Ramón Cóndor y Luis Oro, "animosos septuagenarios", que han vuelto al macizo del Toubkal, el pico más alto de Marruecos y de toda África del Norte, para repetir una de aquellas primeras ascensiones. En concreto la cara este de los Clocheton (3.963 metros). Acompañados por Jesús Ascaso y Gonzalo Prado, como primeros de cuerda, el pasado 17 de octubre realizaron la ascensión que implicó una escalada de 120 metros, técnicamente calificada de difícil, en un entorno de frío y nieve que tuvo la contrapartida positiva de poder ascender dos días más tarde, con crampones, a la cima del Toubkal (4.167 metros). "Estábamos como chavales con zapatos nuevos. No es frecuente poder realizar una ascensión de cierta dificultad cincuenta años después, pero contribuye a demostrar que la práctica del montañismo puede realizarse a lo largo de toda la vida. Eso sí, adaptando la dificultad a las capacidades físicas del momento", cuenta con elevada satisfacción Luis Oro.

"Salir al extranjero era una proeza"

El alpinismo aragonés no tenía "suficiente" con las montañas de la región, como reconocía entonces el doctor José Ramón Morandeira (fallecido en 2012), en el boletín especial que Montañeros de Aragón hizo como motivo de esa primera cordada. El Puro de Riglos –hito en la historia de la escalada–, la vía Ramón el Galletas, la Serón-Millán, la Mitra, el Huevo de San Cosme, la Mitra, el Espolón del Gallinero, las agujas de Ansebere… Los "pirineístas" se lanzan a los demás macizos españoles, y "ya no es suficiente con las hazañas por las cordilleras de la Península" que ponen sus miras lejos de nuestras fronteras. Era la España de los años 60, de la postguerra. "No había dinero. Había muchas dificultades para desplazarse y hacía imposible llegar a grandes macizos porque no había capacidad económica. Salir al extranjero era una proeza", contextualiza Ramón Cóndor.

Expedición Atlas 68

"El Club Alpino Universitario, con Oro y Morandeira, se había creado en la Universidad de Zaragoza. Y sobresalía también Montañeros de Aragón, que era referencia nacional. Éramos un grupo de amigos que habíamos hecho salidas a los Alpes, pero que también queríamos calibrar nuestra formación y capacidad", evoca el gran Ursi Abajo. "El Atlas se presentó como la opción más factible, aunque era un gran desconocido. Era un reto para Aragón, demostrar que con poco se podía hacer algo grande. La estación de Formigal, donde yo trabajaba entonces, nos apoyó económicamente, además de Montañeros y de otras firmar colaboradoras (Celulosa Fabril, Muebles Edil y la casas deportivas Artiach y Benedí)", completa.

El proyecto se confeccionó en los meses de abril y mayo y fue sometido a debate. "Tras no pocos esfuerzos", llegó a cuajar. "El Atlas estaba poco visitado por los extranjeros. Y fuimos allá porque era más asequible que los Andes e Himalaya. El Club Alpino Francés nos informó en aquella época porque ellos sí que habían viajado a la zona. Había paredes vírgenes para hacer vías nuevas. Era un desafío muy atractivo", recuerda Ramón Cóndor. "Yo era un jovenzano, que había cumplido 20 años, y que se fijaran en mí hombres tan experimentados fue un honor y supuso una gran alegría porque yo me iniciaba en la escalada", rememora el ‘benjamín’ del grupo.

Expedición Atlas

A las ocho de las tarde del 26 de octubre de 1968, partían de Zaragoza los siete protagonistas en un Land Rover "cargado hasta los topes". "En un principio nos iban a prestar un 4x4 pero Toni Martí, que era el más veterano, guarda de Goriz y profesor de esquí, se compró un coche. Por delante, más de veinte horas de viaje a Algeciras, para empezar la odisea", añade Cóndor. La cordada trazó un "codicioso plan" que, en quince días, "nos permitiese dar una batida lo más completa posible" al Toubkal y a las verticales paredes del Ayoui, zona netamente de escalada.

El trabajo extra de Morandeira

De Algeciras a Tánger, para seguir a Rabat, Casablanca, Marrakech, el pueblecito de Asni, el poblado de Imlil, a 1.800 metros... "Tras no pocas discusiones, acordamos el alquiler de tres mulos por doce dirham cada uno, con el fin de que transportasen nuestro voluminoso equipo por el empinado refugio de Neltzer (ahora llamado Neltner)", relataba entonces Morandeira. "Ahora, el entorno ha cambiado totalmente. El pueblo de abajo, que eran cuatro casas, y el refugio se han trasformado en una zona muy turística, con muchos guías marroquíes bien formados", destaca Luis Oro. Se sucedieron anécdotas de todo tipo. "Recuerdo que había mucha gente y que salían chavales de todas partes. Nos traían enfermos para curar y Morandeira tuvo trabajo extra. Hizo una labor importante porque había gente en un estado lamentable, con infecciones", rememora Cóndor.

Expedición Atlas

Dominado el Toubkal, el grupo abandonó el macizo en busca de nuevos horizontes: las paredes del Ayoui, en el Atlas central, "una muralla calcárea de 500 o 600 metros en vertical, surcada por innumerables canales, diedros, fisuras, agujas y espolones, que constituyen un auténtico paraíso para los escaladores". Las vías Montañeros de Aragón, Aguja Formigal y Aguja Rafael Montaner, y las 21 ascensiones fueron las "grandes conquistas" de la innovadora expedición. "La escalada en el Atlas tuvo una gran repercusión, especialmente en Francia", reconocen Luis Oro, Ramón Cóndor y Ursi Abajo, "jubilados y muy activos".

Expedición Atlas

Los tres repasan estos días su retorno hace casi un mes a un escenario que les dejó "maravillados". "Ha sido una satisfacción muy grande estar en la forma física óptima para volver. Y, aunque dentro de nuestras limitaciones, hacer una escalada nueva. Es un orgullo que sigamos manteniendo esta amistad", aseguran los veteranos montañeros. "Tienes la sensación de que eres mayor, pero era una experiencia que tenía muchas ganas de repetir. Nosotros llevamos 50 años juntos y esto es el valor que maravilloso que tenemos que ensalzar. La montaña nos unió y así seguimos", concluye Ursi Abajo.

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