La última pedalada del 'extremo' Jorge Gil

El piloto de 46 años pone fin a su carrera tras tres décadas en el BMX, una disciplina extrema que bebe del ciclismo, durante las cuales lo ha conseguido prácticamente todo.

Durante los últimos años, una duda ha estado sobrevolando la mente del piloto de BMX Jorge Gil. '¿Qué hago yo en esta guerra?', se preguntaba el 'rider' zaragozano. Su extenso palmarés ya contaba con un sinfín de oros en Campeonatos de España e incluso un título europeo, alzado en Orleans (Francia) en 2012. Pero, pese a su envidiable carrera, había un objetivo que su gran ambición se resistía a dejar escapar: clasificarse para la final de un Mundial y poner el broche de oro a su carrera.

La hazaña que calmó su inquietud interior y le introdujo en los anales de la historia de la Comunidad tuvo lugar en Bakú (Azerbaiyán) a principios del pasado mes de junio. Tras una dura pugna con sus competidores, Gil se convertía en el primer piloto regional que se colaba entre los ocho mejores del mundo. Fue quinto en la categoría Cruiser (rueda de 24 pugadas) 45-49. "Era lo único que me faltaba. No lo había conseguido por unas cosas o por otras", asegura.

La decisión de poner fin a su carrera se asienta en dos patas. Por un lado, en su deseo de pasar más tiempo con su hija, de apenas dos años y medio. Por otro, en su edad, ya que cumplirá 46 años en octubre. Esta no ha sido un impedimento para pelear de tú a tú con corredores de menor edad. Su profesión le ha venido de perlas para mantener el tono físico que requiere el BMX. Una disciplina extrema que requiere explosividad, potencia y técnica para sortear, con una liviana y pequeña bicicleta, los distintos obstáculos y curvas que presentan los circuitos.

Las carreras suelen durar unos 40 segundos y el físico resulta primordial. "Trabajo de fisioterapeuta. Gracias a esta profesión, y pese a mis excesos, he sido capaz de aguantar tantos años; si no, estoy seguro de que me hubiera roto antes", cuenta. En una ocasión, incluso se fracturó el peroné a tres meses para el Campeonato del Mundo y participó en la competición con una férula. El hueso estaba sin soldar. "El médico me dijo que dejara de competir, pero llegué a pasar las series clasificatorias. Siempre he estado un poco loco (risas).", comenta.

Decía Oscar Wilde que "en este mundo sólo hay dos tragedias. Una es no conseguir lo que deseas y la otra, conseguirlo”. Para que no le suceda lo mismo tras atesorar multitud de títulos y primeras posiciones, Gil no se despegará del todo de su amado deporte, ese que tantas alegrías le ha reportado. No sólo entrenará al club Adrenalina de Utebo, también seguirá dirigiendo a la selección aragonesa de BMX. Lo hace desde 2013. Hace menos de dos semanas, logró coronar campeón a Aragón en el Campeonato de España de selecciones autonómicas de la mano de jóvenes talentos como Adriana Domínguez, Fabiola Contamina, Lara Palacio o Daniel Delgado. "Su victoria es otro triunfo para mí", explica Gil.

El piloto del School Zaragoza (anteriormente estuvo en el Pirineos) lleva desde 1988 en el mundo del BMX. Treinta años en los que ha visto la notoria evolución de este deporte. "Mis amigos y yo éramos autodidactas. No había pistas para entrenar y teníamos que crearlas a base de pico y pala. Hablo de forma literal. Con 13 años, cogíamos herramientas de las obras y montábamos un circuito, con sus saltos, montículos, etc. Teníamos uno en la Fuente de la Junquera", rememora.

Para que a sus pupilos no les pase lo mismo, alude al gran potencial de la cantera aragonesa como medio atraer subvenciones. "Alcanzaríamos a los mejores equipos europeos en 2 o 3 años si contáramos con apoyos. Y, aun con los medios que tenemos, estamos logrando situarnos en los podios europeos (Adriana Bernal y él han sido segundos en el último Europeo). Queda hasta redundante volver a insistir en el tema, pero es así. Tenemos que buscar recursos de forma privada", afirma. Gil no recibió ninguna ayuda para participar en el Mundial de Azerbaiyán. Todo corrió de su bolsillo.

De su amplia trayectoria emergen numerosas anécdotas marcadas por el sello de la incredulidad. "En una competición internacional, la Federación Española no me mandó ningún maillot. Y sin él no podía correr. Cogí la bandera española con la que salí en la presentación, la recorté y me la puse como si fuera un fajín. Hice lo mismo con el escudo y me lo coloqué con clips que cogí del hotel. Una vez, unos chicos lituanos me prestaron algo de hilo también", desgrana. Tras dar un paso atrás, Gil luchará por encontrar financiación para los jóvenes talentos aragoneses, a los cuales intentará extraer su potencial. No les irá mal si escuchan sus consejos de campeón....

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