Marlene Ottey: de cómo la diosa veloz burló al cierzo

La atleta jamaicana, vencedora de siete medallas olímpicas, corrió en las pistas de la Ciudad Universitaria de Zaragoza en mayo de 1986 y venció a Blanca Lacambra.

La mujer veloz. Ottey corrió en las pistas de la Ciudad Univer-sitaria el 29 de mayo de 1986.
La mujer veloz. Ottey corrió en las pistas de la Ciudad Univer-sitaria el 29 de mayo de 1986.
Luis Sol

Cuando uno piensa en las mejores velocistas de todos los tiempos en el atletismo, le vienen a la cabeza Fanny Blankers-Koen, Wilma Rudolf, Gail Devers, Evelyn Ashford, Allyson Felix, Shelly-Ann Fraser-Pryce y Florence Griffith-Joyner, pero también la jamaicana Merlene Ottey (1960), que corrió hasta los 52 años y 101 días y, con esa edad, llegó a pasar una eliminatoria en los Campeonatos de Europa de Helsinki de 2012 con Eslovenia. Pedro Pablo Fernández, uno de los grandes sabios del atletismo en Aragón y España, levantador de pesas y atleta de decatlón, la define como "la mejor velocista de todos los tiempos. Desde los inicios de la mujer en el atletismo, ninguna atleta a nivel mundial puede acercarse al historial de Merlene Ottey".

De Moscú a Atenas

Las cifras no dejan lugar a dudas: tiene siete medallas en 100 y 200 en los Juegos Olímpicos, tres de plata y cuatro de bronce; compitió desde Moscú-1980 a Atenas-2004 y logró su último galardón en Sidney, con 40 años. Merlene posee, además, catorce medallas en los Campeonatos del Mundo al aire libre: tres de oro, cuatro de plata y siete de bronce. Sus números –algo inferiores a los de Allyson Felix, que logró seis medallas de oro, todas en pruebas de equipo salvo una individual en 200, y tres de plata– no dejan lugar a la duda.

Esta mujer que exhibió su correr fácil, su poderosa zancada y su elegancia por las pistas durante más de 34 años y en siete Olimpiadas visitó Zaragoza un 29 de mayo de 1986 para participar en un mitin internacional que organizaba la Federación Española de Atletismo y el Ayuntamiento de Zaragoza, cuyo jefe de deportes era Pedro Pablo Fernández, y Unipublic. En aquella ocasión, con tres medallas olímpicas a su espalda, Merlene Ottey participó en una reunión excepcional en la que participaron, entre otros, primeras estrellas como Steve Ovett, el gran mediofondista inglés, campeón olímpico de 800 y rival enconado de Sebastián Coe, el polaco Maminski, subcampeón olímpico en 3.000 obstáculos, el velocista Robson da Silva y, entre los españoles, José Luis González y José Manuel Abascal (medalla de bronce en Los Ángeles-1984, tras Sebastian Coe y Steve Cram), que se había formado en las pistas zaragozanas. Entre las estrellas estaba "el gigante de color, de dos metros de altura, Nat Page", que era el marido de Merlene Ottey y que ganó su prueba de 400 metros vallas con 50.94, según informó en HERALDO el llorado Antonio Belío, una de los grandes enamorados de este deporte en Zaragoza.

La belleza, la clase y el sueño

Belío añadía, el día 30 de mayo, que "la estrella femenina de la reunión por su belleza y su clase" fue Merlene Ottey. Calentó, salió a correr y ganó con claridad con 11.20 en los 100 metros a Blanca Lacambra. "El viento lo ha complicado todo pues dificulta mucho la carrera", diría luego la Dama de Bronce, como si hubiera descubierto el cierzo de Zaragoza, que aquel día se desmelenó a su antojo. Y expresó un deseo: "Tengo la intención de lograr la medalla de oro en los próximos Juegos Olímpicos". Su vaticinio no se materializó. En Seúl-1988 no obtuvo ninguna medalla ni en 100 ni en 200, ni en el 4 x 100; allí explotó y estremeció al mundo Florence Grifftih, que moriría demasiado joven quizá por vivir y doparse peligrosamente.

El periodista, atleta y expresidente de la Federación Aragonesa de Atletismo Luis Sol estuvo en las pistas de la Ciudad Universitaria. "Allí se vivieron días maravillosos. Inolvidables. Pero para mí ese fue muy especial. Merlene Ottey encarna a la gran corredora de velocidad. Para mí es una diosa. La diosa. Así la miraba yo. Le tiré fotos y estaba fascinado por su belleza, por su talento, por su plasticidad. Y ganó con autoridad. Con mujeres así soy muy mitómano", dice Sol, que tomó muchas fotos que no encuentra.

Pedro Pablo Fernández no es menos admirador de la jamaicana. La retrata así: "Esbelta, definida, proporcionada, elegante en su forma de correr. Merlene Ottey era un icono visual y atlético, todo ello adornado de su impresionante e inigualable historial deportivo, logrado, en lucha y a pesar de algunos ‘apoyos ergogénicos’ de ciertas rivales, en épocas más permisivas (algunas ya cedieron puestos y medallas) –dice–. Pero lo que realmente impresiona es su pasión por el atletismo, por el sprint, por la velocidad. Impresiona su vida misma. Permaneció en activo desde los 18 años, como fan del genial velocista jamaicano Don Quarrie (19.86 en 200 y máximo aspirante al oro en Múnich–72), hasta esos 52 años largos, entrenando con el equipo oficial de Eslovenia de 4x100". Se nacionalizó en 2002, aunque se trasladó a vivir y entrenar en Liubliana en 1998.

La admiración de Pedro Pablo va en aumento y se pregunta: "¿Cómo es posible disponer de ese depósito de emoción y disposición, que permita ilusionarse, a su edad y con su historial, con pasar una ronda en un Campeonato del Mundo con un equipo mediocre como el de Eslovenia. Era una extraordinaria profesional. Me llama la atención su dedicación al entrenamiento, que tuvo que ser total, al entrenamiento, al gimnasio y a la pista. Merlene antepuso esa profesionalidad a todo", afirma Fernández.

Hotel, autógrafos y la madre

Merlene Ottey tuvo varios entrenadores, entre ellos el campeón británico Linford Christie. Se formó en EE. UU. y vivió en Italia (allí tuvo una relación con el atleta Stefano Tilly) y en Eslovenia, donde la entrenó su nuevo compañero Srdjan Djordjevic.

Fernández dice que su paso por Zaragoza fue como un ‘flash’: "De la estación al hotel Romareda, descanso y breve activación en la pista de la Ciudad Universitaria, llamada José Manuel Juan Boix. Estuvo cercana y sonriente siempre, se hizo fotos, firmó autógrafos y nos deleitó con su hermosura, con la ejecución del calentamiento y con la carrera. El día era desagradable, porque soplaba un cierzo fuerte. Se fue al hotel a descansar pensando en Granada, donde tenía su próximo mitin". También ganó.

En una revista de ese momento, el periodista deportivo Gerardo Cebrián escribió que "cautivó al público con su elegante correr y con su elegancia y simpatía general". Merlene Ottey se inclinó por el atletismo porque su madre, cuando ella era niña, le dio un libro. De joven, como la recordada Zola Budd o tantos otros, corría descalza. Más tarde, con sus clavos y con suavidad y fuerza a la vez, se atrevió a desafiar al viento y afirmó su interés por la moda y la alegría de vivir.

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