Triunfo épico en el desierto mexicano

Miguel Ángel Arranz finaliza la mítica Baja 1.000 en la península de Baja California y se convierte en el tercer piloto que en 50 años concluye la carrera en quad.

Miguel Ángel Arranz (encima del quad) se lanzó a la aventura acompañado desde Zaragoza por Roberto Arellano , José Luis Martín y José Miguel Molinos (detrás de izquierda a derecha). En la imagen también está Pedro Magnaleno, responsable del equipo mexicano P&M Racing.
Miguel Ángel Arranz (encima del quad) se lanzó a la aventura acompañado desde Zaragoza por Roberto Arellano , José Luis Martín y José Miguel Molinos (detrás de izquierda a derecha). En la imagen también está Pedro Magnaleno, responsable del equipo mexican
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"Solo los verdaderos corredores se atreven a correr la Baja 1.000 en solitario", aseguran los entendidos de la mítica cita que se celebra en México. Y el zaragozano Miguel Ángel Arranz ha sido uno de ellos. Una épica carrera de resistencia, que se dibuja de norte a sur de la península de Baja California. Más de 2.100 kilómetros sin descanso encima de un quad, sin poder dormir, soportando temperaturas extremas de frío y calor... “Una carrera inhumana”, la califica el aragonés ya en su casa en El Burgo de Ebro, donde se recupera del superlativo esfuerzo y exhibe una enorme sonrisa de satisfacción. Porque Miguel Ángel Arranz regresó hace una semana “destrozado”, pero con el mayor trofeo que puede conquistar un apasionado a las pruebas ‘off road’ como las de antaño: sano y con un mayúsculo triunfo que ya engalana su palmarés.

La popular carrera, que vio la luz en el desierto mexicano en 1967, celebraba su 50 cumpleaños. Solo dos pilotos habían conseguido en su historia la victoria a lomos de un quad. Y Arranz entró a formar parte de selecto podio al concluir primero en la categoría ‘ironman’ y en tan redonda celebración. “Ha sido una experiencia increíble, difícilmente la olvidaré. No me imaginaba que pudiera ser tan extremadamente duro el recorrido”, resume el protagonista, de 44 años, que todavía mantiene “muy presente” la intensa semana que ha vivido. “Si acababa iba a ser un 50% por la cabeza, un 25% por la máquina y otro 25% gracias a la forma física. Mentalmente fue muy exigente, pero nunca pensé en abandonar. Solo me concentré en mi pilotaje”, añade.

Arranz, que se subió a un quad hace poco más de tres lustros, había acumulado kilómetros en rallys donde el polvo, las piedras y la arena son los incómodos acompañantes, como en la Baja Aragón, su cita fetiche. Recuperado de un tremendo accidente en 2008, y tras tres años de rehabilitación, el aragonés siguió alimentando su pasión, pero decidió en 2016 dar un salto mayúsculo con su quad. Y en el calendario surgió la Baja 1.000, que organiza Score International desde Ensenada hasta La Paz con una distancia de 1.000 millas que, para esta ocasión, se alargaron hasta las 1.200, casi 2.000 kilómetros.

Con la seguridad de contar con un puñado de patrocinadores que arropaban su proyecto deportivo (Araiz, Carza Peugeot, Motos Usón, Montajes Eléctricos Arranz), Miguel Ángel Arranz se lanzó a la aventura acompañado por un equipo “fantástico”: los expilotos Roberto Arellano –“que me metió el gusanillo de los quads”– y José Miguel Molinos y su cuñado José Luis Martín. Partieron de Zaragoza el pasado 10 de noviembre y tres días después ya se encontraban en el escenario de su sueño reunidos con la escudería mexicana, P&M Racing, con la que corrió este verano la Baja 500 en el mismo terreno para tomar contacto.

Subido a la Honda TRX 4.5, Arranz se preparaba para la madre de todas las carreras. En la madrugada del día 16, arrancaba la máquina. Barritas energéticas, agua, sales y grandes dosis de ánimo. “Las primeras 600 millas fui bastante bien. Me encontraba cómodo y era quinto en la clasificación. Pero empezaron a pasar coches y a destrozar el camino. Los principales inconvenientes con los que me encontré eran los enormes ‘woops’ o badenes en la carretera. No estaba acostumbrado a pilotar más de 200 millas sin ver una asistencia. Y el temible talco, montañas de polvo acumulado de casi un metro en las que si te metías dentro te quedabas atascado. Y luego los tremendos pedruscos que había que sortear”, recuerda.

46 horas sobre el quad

Los “pequeños” problemas surgieron superada la milla 800. “Tuvimos que pasar un río y se me mojaron los pies. Con el calor que hacía, más de 42 grados, se me escaldaron. No me atreví a sacarlos porque daban miedo. Así que las últimas 250 millas fueron muy dolorosas, porque no podía apoyar las botas: La espalda y el culo tuvieron que soportar los tremendos golpes porque el camino estaba lleno de baches. Era como si estuviera en una batidora”, evoca el piloto, que tiene llagas en las piernas, las manos aún entumecidas y ha llegado a perder seis kilos.

Fatigado, deshidratado, el zaragozano siguió su lucha por alcanzar la meta. Haciendo frente al sueño, sorteando los obstáculos de la pista más brutal. “No podía con mi alma y, al final, fui dosificándome. Gracias a que no tuve ningún fallo mecánico, solo se me soltó un fusible. Así que, 46 horas después de la salida, cumplía mi reto: ser el tercer piloto de quad en los 50 años de historia que finalizaba la Baja. Primer como ‘ironman’ y undécimo en la ‘scratch’”, celebra Miguel Ángel Arranz, que aún se emociona del calor que le ha regalado la afición. “No hay palabras. Me han tratado como un rey. Había miles y miles de personas en el desierto. Cuando te parabas no dudaban en abrazarte, tocarte, pedirte autógrafos, fotografiarse conmigo... Ha sido increíble”, afirma el deportista, que anuncia que en 2018 “volveré”.

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