Cuando baja de la moto, Valentino Rossi cojea de la pierna derecha. Es ostensible la dificultad que acusa para caminar con normalidad. El Doctor trata de no echar peso sobre esa extremidad y carga sobre la contraria. Tiene rota la tibia y también el peroné, lesiones óseas recientes, de hace veinte días. La fractura la lleva soldada con un clavo, elemento de la cirugía moderna que este pasado viernes decidió airear a través de redes sociales, para conocimiento de sus fans, que son legiones en el mundo, y quizá para información general acerca de su estado de salud.

En el momento en el que tumba su Yamaha hacia la derecha, Valentino siente dolores. Al menos eso relata. Dice que los aguanta, y punto. Hace unos escasos días estaba, de hecho, descartada su presencia en Aragón. Pero Valentino quiso forzar la maquinaria: la de su propio organismo. Primero se probó en Italia, el pasado martes. El viernes, lo hizo en los entrenamientos libres de Motorland. Bajo la lluvia y el asfalto mojado, anduvo lejos de Marc Márquez y Dani Pedrosa. Pero se sintió bien. Tuvo buenas sensaciones, lenguaje impreciso en términos médicos y exacto en un genio como es él. Este sábado voló. Por un momento pareció que iba a ser la ‘pole’. Sólo se la arrebató Maverick Viñales en el último momento.

¿Por qué a sus treinta y ocho años está haciendo Valentino todo este esfuerzo? La pregunta revolotea por todos los rincones del circuito de Alcañiz, por los boxes, motor-homes, hospitalities, el paddock o los periodistas de distintas nacionalidades que cubren el Mundial.

A ciencia cierta, nadie lo sabe. Valentino se limita a señalar que "los rumores que corren por ahí son tonterías". Despeja con esta frase el afán de revancha que se le supone en relación a Marc Márquez, por viejas cuentas pendientes, de hace dos temporadas. Entonces, el español pudo ayudar a Jorge Lorenzo a ganar el Mundial, en detrimento del propio Rossi.

Ahora, Valentino podría convertirse en árbitro del presente campeonato, para remar en favor de Andrea Dovizioso.