Viaje al pasado en el colegio donde comenzó todo

El campeón del mundo dejó una grata impronta en el centro donde permaneció desde 1988 hasta 2001. Sus profesores rescatan anécdotas y recuerdos.

Regresar al colegio donde uno pasó 14 años es sinónimo de liberar un sinfín de recuerdos y abrir la puerta de esa patria común que es la infancia. El patio, la clase, la piscina, el campo de fútbol... incluso muchos de los profesores. Todos siguen allí. Un viaje al pasado que Álvaro Arbeloa emprendió el lunes. Ningún escenario más idóneo que el zaragozano Colegio del Salvador para realizar la entrevista en la que habla de su retirada como futbolista profesional a los 34 años, con un opulento palmarés y un éxito descomunal. "Jamás imaginé que llegaría tan lejos y ganaría tantos trofeos. ¡Pero si yo veía imposible jugar en el primer equipo del Real Zaragoza!", repite en varias ocasiones.

Basta con cruzar las puertas que dan acceso al hall principal del centro docente para que se active la emoción en el campeón del mundo. "Está como en mi época. Hacía mucho tiempo que no venía y me resulta muy especial estar aquí, el sitio al que vine todas las mañanas desde 1988 hasta 2001", comparte mientras se detiene en una vitrina en la que se exhiben camisetas de otros exalumnos que han alcanzado la élite del deporte, como Ander Herrera, estrella del Manchester United, o el atleta Carlos Mayo, reciente campeón de Europa sub 23.

"Ahí falta la tuya, Álvaro", le espeta a lo lejos Dabe Martínez, quien fue su profesor de Religión en Primero de BUP y que ahora ocupa un puesto directivo. Se funden en un sincero abrazo que denota la influencia positiva que ejerció el docente en el joven Álvaro, mientras se ponen al día de sus respectivas vidas. "Guardo un muy buen recuerdo de él. Era un buen estudiante. Hace poco encontré entre unos papeles un trabajo que hizo sobre la pena de muerte", explica Martínez. Su expupilo recuerda perfectamente aquella tarea y rebaja los elogios. "La verdad es que era un estudiante normalito, en parte por la dificultad de compaginar el fútbol con los estudios. Dabe sí que era –y es– un ‘profe’ de los buenos, de los que te ilusionan", remacha.

La impronta que dejó el defensa internacional se hace evidente ante el alud de abrazos y cariño que recibe. De Carmen, encargada de la conserjería, de los monitores de los cursillos de natación veraniegos y de Manuel Magdaleno, el director del colegio y tutor de Arbeloa en Tercero de BUP. "Manolo fue una persona muy importante para mí, otro gran profesor. Me dio Religión y Economía... y, sobre todo, muy buenos consejos. Fue un gran apoyo", rememora para indisimulable entusiasmo de este.

De camino a los campos de fútbol, ambos protagonizan un diálogo intenso y fraternal. No importa que llevaran varios años sin encontrarse. Hay vínculos que trascienden al paso del tiempo.

La antigua cafetería en desuso pero con sus aros olímpicos todavía clavados en la pared. Los patios de fútbol sala y baloncesto que se hallan en pleno proceso de reforma. "Esas canastas no estaban", descubre Arbeloa. Un dulce tránsito que activa una anécdota en Manuel Magdaleno.

Suspenso en ‘mates’

"Álvaro era uno de los alumnos con una mejor cabeza, era muy inteligente. Pero le dedicaba mucho tiempo al fútbol. Suspendió las ‘mates’ en una evaluación y le cité para una entrevista. Le dije que lo del fútbol estaba muy bien, pero que no debía descuidar los estudios porque era muy difícil llegar a Primera y comer del fútbol. Para mí sorpresa, me dijo: ‘Yo ya sé que no viviré del fútbol. Si a mí no me gusta. Lo hago por mi padre’. Llamé inmediatamente a su padre Agustín, con quien mantengo una buena relación, y le conté la historia. Nos pusimos a reír los dos y me contestó: ‘Es un jeta’", explica entre risas.

El itinerario hace escala en el aula donde cursó Primero de BUP –"no ha cambiado mucho"–, en los campos de césped artificial –"en mis tiempos eran de tierra, te pelabas las rodillas"– y, finalmente, ante la orla de la promoción 2000-2001, la última del COU. "¡Qué jovencito estabas! Y aquí está Carlota, tu mujer", apunta Magdaleno.

Un guión perfecto para una existencia perfecta.

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