La mentira del dirigente "honrado"

Ángel María Villar ha caído preso en el búnker que él mismo construyó durante casi treinta años de poder absoluto y opaco al frente de la Real Federación Española de Fútbol.

El presidente de la RFEF, Ángel María Villar.
La mentira del dirigente "honrado"
RONALDO SCHEMIDT/AFP

Seis años después de colgar las botas tras una sobresaliente carrera como centrocampista de cierre en el Athletic Club de Bilbao y en la selección española, donde disputó 22 partidos y marcó tres goles, Ángel María Villar ya era presidente de la Federación Vizcaína. Dos campañas después, en 1988, ascendió a máximo mandatario de la Española tras superar en los comicios a Eduardo Herrera, hoy todavía al mando de la territorial andaluza, el día en el que Manuel Meler, al frente entonces del Espanyol, se retiró. Las crónicas de entonces afirman que Juan Padrón, que ya trabajaba en las oficinas federativas de Alberto Bosch, fue clave en la elección de Villar. Desde entonces, la sumisión del bilbaíno al tinerfeño, eterno vicepresidente económico de la RFEF y también detenido en el marco de la Operación Soule, ha sido tan extraña como indiscutible.

Sucesor de José Luis Roca en la poltrona del fútbol español, Villar contaba con el apoyo de periodistas influyentes de la época como José María García. Se le definía como un tipo trabajador, discreto; el paradigma del "hombre honrado". Nada tenían que ver aparentemente sus métodos con los de predecesores en el cargo como Pablo Porta, el célebre "Pablo, Pablito, Pablete", o el propio Roca.

Villar empezó a estudiar la carrera de Químicas, pero lo dejó para dedicarse al Derecho. Aún estudiaba en Deusto cuando su puñetazo a Johan Cruyff en San Mamés, propinado el 24 de marzo de 1974, dio la vuelta al mundo. Un pésimo ejemplo, pero un signo al mismo tiempo de no asustarse ante los grandes, de orgullo y de carácter.

A pesar de las críticas recibidas por su defensa a ultranza de su paisano Javier Clemente porque consideró que el seleccionador nacional sufrió un injusto linchamiento mediático, Villar gozaba de prestigio entre las instituciones e incluso el Consejo Superior de Deportes (CSD) le distinguió con la Medalla de Oro al Mérito Deportivo en el año 2000. Casado, con tres hijos y de firmes convicciones religiosas, Villar era considerado un hombre de valores profundos, leal con los suyos, fiel y, sobre todo, tenaz con lo que defiende.

Jovial con su entorno más próximo y abuelo orgulloso, siempre se mostró muy tímido de cara al exterior. Se encerró en su búnker, rehuyó en la medida de lo posible las apariciones en público y no escondió su aversión a la prensa. Cuantas más críticas, más silencio, más trabajo para pertrecharse, ponerse la coraza y mover los hilos influyentes.

Contraste enorme entre su discreción y su omnipresencia donde cabía medrar. Fue uno de los fundadores del sindicato de jugadores (AFE), del que llegó a ser vicepresidente, y se hizo tan fuerte en la RFEF que superó seis elecciones y alcanzó ocho mandatos. Viajero infatigable, evolucionó en la UEFA y la FIFA hasta ser vicepresidente de ambos organismos y presidir de forma provisional el organismo europeo cuando el francés Michel Platini cayó arrastrado por el escándalo de corrupción que también acabó con la carrera de Joseph Blatter.

En cuanto a resultados, su etapa al frente del fútbol español ha sido la más exitosa de la historia, con el oro olímpico masculino en Barcelona’92, las Eurocopas de 2008 y 2012 y el Mundial de 2010 de Sudáfrica, entre otros muchos éxitos de los que presumía en cada discurso durante la tradicional cena navideña con muchos de esos periodistas que le incomodaban. Bajo su paraguas, la RFEF se transformó, dio un enorme salto cualitativo al trasladarse a la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, envidia de cualquier potencia futbolística aunque la cesión de esos terrenos por parte del Ayuntamiento roceño también se judicializó, obtuvo pingües beneficios económicos por patrocinios y la selección elevó su caché hasta el millón de euros por amistoso.

Regates a la justicia

"Me puso aquí el ‘fúrgol’ y me sacará de aquí el ‘fúrgol’ porque el ‘fúrgol’ debe estar gobernado por gente del ‘furgol’". No es un trabalenguas; Villar siempre emplea esa frase entre su gente cercana cuando se siente rodeado. Cuando salió indemne del ‘FIFAgate’, escándalo que sí golpeó de lleno a su hijo Gorka como figura clave en la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol), el presidente de la Liga, Javier Tebas, espetó: "La mayoría de los mandatarios están en la cárcel o inhabilitados y Villar, o era muy listo, o era muy tonto y no se enteraba de nada. Me preocupa que el presidente de la RFEF no sepa nada de lo que ha ocurrido".

El enfrentamiento entre ambos líderes del fútbol español nació desde que el vizcaíno se alineó con los futbolistas en el conato de huelga que se produjo en la campaña 2014/2015. Y se acentuó, igual que con el anterior secretario de Estado para el Deporte, Miguel Cardenal, por los peros que puso Villar al decreto sobre la venta centralizada de los derechos de televisión.

El Villar jugador nunca fue un buen driblador, pero como dirigente siguió regateando a la justicia cuando el Comité de Ética de la FIFA se pronunció sobre su supuesta falta de ayuda para investigar la eventual concesión irregular de las Copas del Mundo de Rusia 2018 y Catar 2022. Evitó la suspensión, pero fue amonestado con 23.150 euros por "colaborar tarde". El CSD, su gran azote desde la anterior legislatura, le perseguía desde que una auditoría reflejara un "resultado inexplicable" que, según fuentes judiciales, ha desembocado en su arresto.

Aunque la empresa Santa Mónica, propiedad del ya fallecido Jesús Samper, arrastraba una deuda de cerca de 24 millones merced al contrato de los derechos televisivos de los partidos de España, Villar resolvió el contrato sin reclamar esa cantidad y con una indemnización de 20 millones. El auditor no entendía nada y aumentaban las sospechas sobre un posible delito de administración desleal.

Los presuntos tratos de favor al Recreativo de Huelva y al San Marino de Tenerife, las mordidas desviadas a su hijo por la disputa de partidos amistosos, o el fraude de subvenciones en el ‘caso Haití’, por el que está actualmente imputado, acorralaban ya a Villar, un peso pesado que había encajado un sinfín de golpes en silencio.

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