Una carambola de oro

Un 24 de junio de 1967, Aragón presumía de todo un campeón de España de billar a tres bandas de Primera categoría. Cayo Muñoz tuvo el honor de hacer historia.

Cayo Muñoz sujeta con determinación el taco.
Cayo Muñoz sujeta con determinación el taco.
Aránzazu Navarro

Cayo Muñoz acaricia su taco centenario. Desmontable en dos piezas, de madera fina y flecha de peso ligero. Guardado celosamente en un maletín de piel, donde se conservan los recuerdos. Imágenes en blanco y negro de carambolas perfectas. Como las que le llevaron a la gloria un 24 de junio de 1967. Ese día, Cayo Muñoz se proclamaba en Vigo campeón de España de billar a tres bandas en Primera categoría nacional. Un aragonés inscribía su nombre en el palmarés de esta competición y en tan alta división. "Fue histórico, nadie lo había podido lograr antes en Aragón. Era impensable creer que en la Comunidad saldría un campeón de España. Catalanes y madrileños iban a Bélgica, que era la cuna del billar a tres bandas, donde les pagaban cursillos. A mí nunca me llamaron. Pero subí al primer cajón del podio", evoca el jugador, que derrotó a históricos de la época como Joaquín Domingo o Avelino Rico, entonces indiscutibles favoritos.

Con 76 años, Cayo Muñoz celebra las bodas de oro de tal gesta como a él gusta, siguiendo en directo los torneos de billar, "una mezcla de arte y deporte". Este fin de semana ha viajado a La Coruña, escenario de una nueva edición del Campeonato de España de una disciplina casi invisible. "Antes había poco oficio, y Aragón se quedó muy retrasada. He sido 25 años presidente de la Federación Aragonesa, pero yo he sido más de acción que de dirección. El alma de la Territorial ha sido Valeriano Cascallar, sin su ayuda no existiría", reconoce.

El sonido del choque de las bolas, entre sí y con las bandas, acariciaba los oídos de un joven jugador que creció rodeado de mesas. Así lo recuerda: "Empecé en La Salle Montemolín con José Luis Monzón y Rafael Urroz, grandes amigos. Con 12 años disputé mi primer campeonato y Monzón me eliminó. A partir de ahí decidí que me implicaría un poco más. Hasta los 14 años fui a los Billares Goya; de los 14 a los 18 aprendí en los Billares La Unión, pero mi objetivo era entrar en el Casino, y no pudo ser hasta que cumplí la mayoría de edad. Allí conocí a José María Sanz, que me enseñó muchísimo. Era creativo, imaginativo, peligrosísimo jugador de impulso. Aprendí a base de defender sus jugadas. Le agradecí mucho todo lo que me enseñó".

Con sus lecciones y aplicando una formación "autodidacta", que "bebía de los distintos rivales", Cayo Muñoz empezó a dar cuerpo a un palmarés que se enriquece con medallas de todos los colores en campeonatos de España de billar a tres bandas y artístico, récords de puntuación, menciones especiales, números uno en el ranquin nacional y presencia internacional con la selección española. "El taco siempre ha sido mi compañero. Es algo que está vivo. Es un deporte que lleva una alta concentración, horas de entrenamiento, mucha exigencia… Hay que saber contener el ímpetu, jugar con templanza, no arriesgar excesivamente y, desde luego, hacer carambolas. Es importante llevar las bolas a un punto en el que sientas que dominas el juego", explica el campeón.

Cuenta Cayo Muñoz, de mirada penetrante y vitalidad juvenil, que buena parte de sus éxitos los ha alcanzado después de tragos amargos. Con 22 años, el zaragozano había estrenado su currículum con dos campeonatos de Segunda. Pero su reto era formar parte de la élite, una veintena de billaristas que mostraban su arte en la Primera categoría. En 1966 llegó la oportunidad de tocar el cielo. Y también su primera decepción. "Fui al Campeonato de España de Barcelona y jugué bien. Entonces era a 60 carambolas, partidos largos con muy pocas posibilidades de ganarlos por casualidad. El favorito era Joaquín Domingo, un fuera de serie. Era campeón mundial de billar artístico y había sido de Europa en todas las modalidades. Se dio la casualidad de que pagué la novatada por exceso de confianza. Mi primer trago amargo llegó entonces, porque quedé relegado al tercer puesto. Pero aprendí la lección", rememora.

Al año siguiente, el disgusto fue "mayúsculo". No pudo ganar el Campeonato de Aragón, y solo el triunfador tenía plaza asegurada para ir al Nacional. "Había adversarios fuertes a nivel regional: José María Sanz, Jesús Alcañiz, Antonio Adell... Sanz ya se había adjudicado dos campeonatos de España de Segunda categoría y me ganó el Regional", explica. Pero el relato de la película cambió a favor del protagonista. "Me cedió el puesto porque pensó que podía hacer mejor papel que él. Gracias a él pude ser campeón. Siempre me he sentido agradecido", añade.

Un golpe de suerte

Fue un torneo "memorable". "Siete jugadores teníamos idénticas posibilidades al final. Cualquier desliz podía ser decisivo para clasificarse en peor lugar", contaba hace medio siglo a HERALDO. Domingo y Rico eran los grandes rivales a batir. Partida a partida, Cayo Muñoz fue creciendo y liderando la clasificación de la competición, hasta que se enfrentó al decisivo duelo contra Antonio García Estrada, al que superó "con mucha fe y ambición". "Nunca cogí otro Campeonato de España. Fue un golpe de suerte", reconoce resignado. "Todos tenían más facilidad que yo para jugar al billar, ya que yo llevaba una vida de empresario; unido a mi mujer Carmen, que me ha apoyado y ha criado a cuatro fantásticos hijos –Eva, Cayo, Víctor y Jorge– y muy bien preparados; que aprovechaba todas las horas para profundizar en mi gran afición", admite Cayo Muñoz, al que apodaron Cayulemans, con ánimo de compararlo con buen espíritu deportivo y con cariño con el gran campeón del mundo, el fabuloso Raymond Ceulemans. "Aún juega con 81 años y todavía hace 17 carambolas de una tacada, es único", dice con admiración.

Su medalla de oro no le sirvió para poder ir al Europeo, ya que ese año ya se había celebrado. "He acudido por invitación a numerosos torneos continentales; he estado en siete Mundiales y Europeos de billar artístico, del que tengo el récord de España con 330 puntos. Creo que me ha faltado el poder haber hecho algo grande en un torneo internacional, pero quedó compensado con ese registro", acepta Cayo Muñoz. Decepción que se une al no haber podido demostrar su arte en las pistas de tenis. "Empecé a practicarlo con 24 años y fue un amor a primera vista, pero nunca correspondido. Aunque aún sigo jugando partidos de veteranos en el Stadium Casablanca", anuncia.

Cayo Muñoz se recupera de una operación del supraespinoso en el hombro izquierdo. Sigue con ganas de acción. "Una vez escuché que alguien decía que el que juega bien a billar, ha perdido mucho tiempo en su vida. Esto no es cierto. He pasado muchas horas, pero son las mejores de mi vida. Ha sido apasionante pelear con las bolas", concluye.

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