'Fatpinismo', bici extrema

El oscense Alberto Epic une su pasión por la bicicleta y el alpinismo para descender por las montañas del Pirineo.

Un oscense une su pasión por la bicicleta y el alpinismo para descender por las montañas del Pirineo.
Un oscense une su pasión por la bicicleta y el alpinismo para descender por las montañas del Pirineo.
Alberto Epic

De la mezcla de los términos ‘fat-bike’ (bicicleta que permite moverse por nieve, barro, rocas o arena) y alpinismo, ha nacido el ‘fatpinismo’ invernal. Consiste en ascender la alta montaña para después descenderla y su creador, el oscense Alberto Epic, ha escogido el Pirineo como escenario para sus primeras experiencias importantes. En enero se adentró en el pico de Mulleres (3.011 metros de altura) para completar un itinerario de casi 30 kilómetros en ocho horas de intenso ejercicio.

Alberto empezó recorriendo los canchales de las faldas de las montañas sin tener que bajarse de la bici pero, tras acceder a una zona de ibones, tuvo que recurrir al uso de piolets y camprones. “Hay fuertes rampas de nieve helada y me vi obligado a cargar la montura en la mochila para superarlas. Seguidamente pasé a las palas que están situadas en la parte posterior y empujé la bici por una incomodísima nieve costra hasta llegar a la cima”, recuerda, antes de explicar cómo fue la bajada.

“A excepción de las zonas con más pendiente de los ibones de La Escaleta y algún otro resalte puntual, conseguí descender montado. El tramo inicial resultó ser técnico y físicamente exigente. En la segunda mitad disfruté siguiendo las huellas de las raquetas hasta entrar en la pista de esquí de fondo, que no conlleva grandes dificultades”, valora.

Alberto, de 40 años, dirige la página web Soloquedalopeor, donde se ofertan infinidad de actividades. “Como amante de la bici y de la montaña, realizo muchas excursiones. Por eso decidí compartir esos momentos con los demás. Lo tengo como un ‘hobby’ y explico mis aventuras”, prosigue, y destaca los momentos finales de la subida como los más duros: “En total cargo 20 kilos -12 de la bici y ocho del material- a la espalda y cuesta bastante ascender. Al llegar arriba, suelo tomarme un respiro para coger fuerzas y después llega el disfrute”.

En la bajada, a pesar de rodar sobre nieve, llega a alcanzar entre 35 y 45 kilómetros por hora. Velocidad que le obliga a circular con máxima prudencia. Más aún, cuando atraviesa montañas. “Otra de mis aventuras destacadas fue en noviembre, en la estación de esquí de Astún. Justo antes de que abrieran las pistas, acudí con un amigo para subir hasta lo alto de La Raca y después descender. La nieve estaba en buen estado y entendimos que era una buena oportunidad para descargar adrenalina”, comenta Alberto, que usa una bicicleta con un neumático más amplio al que hay que aplicarle menos presión.

“Es idónea porque no te clavas, parece que estás flotando sobre la nieve”, celebra el aventurero, y asegura que no le consta que nadie más practique esta modalidad extrema en la Comunidad. "Seguro que hay alguien en Canadá o países con deportistas especializados en nieve que está igual de loco que yo, pero aquí no conozco a nadie", concluye.

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