La épica de Zapater

El capitán impulsó la reacción en Huesca con un fútbol repleto de casta, coraje y esfuerzo. Ya es el futbolista con más minutos jugados de la plantilla del Zaragoza.

Alberto Zapater celebra la victoria contra el Huesca junto a Cabrera y Jesús Valentín.
La épica de Zapater
Rafael Gobantes

Hace unos días que Alberto Zapater manifestó lo siguiente: "Quien nos dé por rendidos se equivoca. Yo tengo un sueño y voy a luchar por él hasta el último segundo". No hace falta demasiada imaginación para intuir cuál es ese sueño del capitán, la razón nuclear por la que decidió regresar a casa después de más de dos años de pesadillas y dolores, jugarse la salud prácticamente a diario y retomar el sabor de esa camiseta por la que siente devoción. Zapater vino al Zaragoza para devolverlo a Primera División y eso es ahora, quizá, el más contundente y poderoso argumento que tenga el equipo aragonés: si el Zaragoza puede subir a Primera es porque tiene a Zapater de abanderado.

Su partido de Huesca confirmó que lo de este chico escapa a cualquier lógica del fútbol: después de casi tres años inactivo, Zapater sigue conquistando su particular proeza. En El Alcoraz fue un futbolista colosal, posiblemente uno de sus mejores partidos con la camiseta del Zaragoza. Su segunda mitad, especialmente un cuarto de hora final en la que encharcó el campo de pundonor y coraje, desplegándose por todos los rincones del campo como si se le fuera la vida en ellos, resultó conmovedora.

Quién lo iba a decir hace solo cinco o seis meses. Zapater es el jugador del Real Zaragoza que más minutos ha disputado esta temporada. Acumula ya 2140. Para alguien que venía de su calvario, alcanzar esa cifra ya entra dentro de los parámetros de la épica.

No jugaba tanto Zapater desde su campaña en el Sporting de Portugal, en 2011, hace casi seis años. Y es eso precisamente, la épica, lo que define el fútbol de Zapater, alguien para quien no caben imposibles. Da igual la posición, el lateral derecho o mediocampo, porque ahí está Zapater puntual con el esfuerzo, comprometido como nadie y nunca con la camiseta que defiende. Por eso, él siente las cosas de una manera especial. Por eso, celebró la victoria de Huesca como si el corazón le hubiera a estallar en el pecho. Corrió a abrazarse a Alberto Belsué, corrió a abrazarse con Cani, con Edu García, con Leandro Cabrera… corrió y corrió, como si el partido se le hubiera quedado corto y escaso, repartiendo abrazos, batiendo los brazos, estrujándose la camiseta, corrió y corrió hacia la grada, hacia el rincón de los zaragocistas desplazados, y allí les lanzó el alma y la promesa de que la lucha, por su parte, durará hasta el último segundo.

El fútbol de Zapater

Muy posiblemente, lo sucedido en Huesca no hubiera sucedido sin Alberto Zapater en el Zaragoza. Ese modo de resucitar tras el gol de Borja Lázaro, todo lo que alimentó la reacción del equipo, fue la manifestación de un modo de ser. El Zaragoza jugó esa media hora final tal y como es Zapater. Su fútbol contuvo pasión, denuedo, bravura y casta. Un reflejo impecable de su capitán. No hace falta decir que si el sueño de Zapater es devolver al Zaragoza a Primera División, si está empeñado en ello, posiblemente no falle en su propósito.

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