"Me hice un hombre jugando en Zaragoza"

Álex Dujshebáev (1992, Santander) es el zurdo mágico de la selección española de balonmano. Explotó como jugador en el extinto BM Aragón.

Dujshebáev, una estrella en el paseo de la Independencia.
Dujshebáev, una estrella en el paseo de la Independencia.
A. Navarro

¡Qué ilusión me hizo cuando por fin toqué las manos de su padre, Talant Dujshebáev, y de Bogdan Wenta!

¿Sí? ¿En serio?

En serio. Ellos se sorprendieron un poco cuando un reportero antes de preguntarles les rogó que le dejaran tocar sus manos. Era el sueño de un exjugador de balonmano...

Ahora le entiendo.

 

Por eso me hace tanta ilusión estrechar ahora las suyas...

¡Muchas gracias!

Estas manos derrotaron a Brasil. Estas manos acariciaron la victoria ante Croacia...

No pudo ser con Croacia. Una pena, porque España ganó todos los partidos menos ese. Y si pierdes en los cruces, quedas eliminado. Además, pasaron muchas cosas en el último minuto.

Arbitraje sibilino...

Apenas nos quedó tiempo en el último ataque. Y solo perdimos por un gol. Con más tiempo, probablemente habríamos ido a la prórroga. La última falta que pitaron a su favor no fue... Sinceramente, España mereció llegar más lejos.

Siempre está España en la lucha por todas las medallas.

Ahora mismo hay cuatro o cinco selecciones muy igualadas: Francia, Dinamarca, Alemania, Croacia y España. Hemos estado en todos partidos por las medallas, salvo en los Juegos de Río, cuando nos eliminó Suecia en el último segundo del Preolímpico.

Y usted es el brazo ejecutor de ese equipo ‘top’ mundial.

He tenido que jugarme bolas muy importantes, pero un equipo nunca es un jugador.

Argumentan también que Álex Dujshebáev es el paradigma del jugador español de balonmano: saber competir pese a medir menos de 190 centímetros.

Es cierto que los demás equipos suelen superarnos en altura y peso. España no es potencia física. España es imaginación, inteligencia jugando.

Imaginación, inteligencia... O sea, Álex Dujshebáev.

De verdad, en la selección española hay jugadores muy buenos.

Decían que le iba a pesar el apellido, pero no...

Todo lo que haga tiene más eco por ser el hijo de Talant. Pero más eco igual para bien que para mal. Es un arma de doble filo.

Pero usted no se corta con ese arma de doble filo. Está jugando como la seda...

Sí, las cosas están saliendo.

¿Detrás de este jugador excepcional se encuentra la mano de hierro de su padre?

No. Mi padre ni me dijo que jugara al balonmano. Me dijo que jugara al deporte que quisiera. Pero, eso sí, si quería dedicarme profesionalmente, debía entregarme al máximo. Comencé a jugar en Ciudad Real a los 10 años. Nací en Santander, cuando mi padre jugaba allí en el Teka. Después, la familia se trasladó a Alemania. Pero, como le he dicho, no comencé a jugar hasta llegar a Ciudad Real, en el colegio de los Marianistas.

Con 16 años saltó al BM Ciudad Real, entonces el mejor equipo del mundo. Decían que estaba enchufado por su padre, el entrenador; pero no...

Fue fascinante hacer la pretemporada con los mejores jugadores del mundo siendo todavía un juvenil. Con 17 años me marche de casa y fiché por el Naturhouse La Rioja.

Y antes de los 20 llegó a Zaragoza, al BM Aragón.

Me hice un hombre jugando en Zaragoza. Fue una etapa que jamás olvidaré. Me llamaron Mainer y Mariano Ortega. Me dieron mucha confianza. Fui el máximo goleador de la Asobal con casi 200 goles. Fue una pena que desapareciera el equipo. Por poco dinero, Zaragoza podría tener un equipo jugando en Europa.

Pero sigue viniendo a Zaragoza...

Sí. Me enamoré de Irene Portillo, que jugaba en el Rótulos Plasneón. Me marché al club Vardar de Skopje, en Macedonia. Ella terminó su carrera universitaria y ahora vive conmigo en Skopje. Hoy –por ayer– hemos venido a ver a su familia. Ya ve que no me he olvidado de Zaragoza...

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