"Amemos al atletismo y nos amaremos a nosotros mismos"

¡Felicidades!

Muchas gracias.

Hoy, el aragonés Pedro Pablo Fernández será distinguido por la Federación Española de Atletismo.

Convendría aclarar que también serán distinguidos los aragoneses Esther Lahoz y Carlos Mayo.

De algo le vale ser amigo de Odriozola...

Otra puntualización, por favor.

Diga.

El actual presidente de la federación no es Odriozola, sino Raúl Chapado. Con Odriozola me unía una buena relación. El que sí es amigo, y muy buen amigo, es José Ramón Lete.

¿El actual Secretario de Estado para el Deporte?

Sí. Asistirá a la entrega del galardón en el Salón del Comité Olímpico Español (COE) en Madrid. Lete fue jugador del Helios, el embrión del antiguo CAI Zaragoza. Yo fui preparador físico de ese fantástico equipo.

Qué tiempos, Pedro Pablo...

Son los primeros años de los Arcega. También recuerdo a Quino Salvo, que acaba de fallecer. ¡Qué bien lo pasamos con Williams! Me llamó José Luis Rubio. Trabajé muy a gusto con Ereña y con Pepe Laso, padre del actual entrenador del Real Madrid, Pablo Laso.

¿Tan importantes son los entrenadores en los equipos?

Yo soy entrenador nacional de atletismo. Por mis manos han pasado atletas extraordinarios. Ahora bien, considero que la figura del entrenador en algunos deportes está sobredimensionada. Abundan demasiados Guardiolas y Mourinhos.

Hay que saber ver la tele... Si no, puede hacer un daño...

Un entrenador es un afinador de pianos. El piano no es nuestro. Ni son propiedad nuestra ni los debemos estropear.

¿Hay entrenadores que estropean? Qué me dice...

Ya lo creo... Insisto, un entrenador debe afinar, nada más.

Dentro de su pasión por la pedagogía deportiva, ¿por qué se decidió por el atletismo?

Si quiere, le cuento mi vida y quizá lo entienda.

Me parece fenomenal.

Nací en Pozuelo de Aragón en 1943. A los dos años bajamos a vivir a Zaragoza. Las estrecheces eran muchas. Vivíamos en una habitación con derecho a cocina en la calle Antonio Agustín. Estudiaba en La Salle, pero tuve que dejar los estudios a los 14 años. Mi padre enfermó. Creía el buen hombre que iba a morir. Luego aguantó hasta los 87 años… Teníamos una imprenta y yo era el recadero. Llevaba los portes en una bici con un cajón. Me puse muy fuerte pedaleando...

¿Por qué no le dio por el ciclismo?

Ya pedaleaba bastante currando... Comencé con las pesas en el Club Parque. Después pasé a la halterofilia, hasta llegar al atletismo. Milité en el Helios y el San Fernando, hasta que formamos el Scorpio. En 1969 me nombraron mejor atleta de Aragón. Por entonces, el periodista Antonio Belío ya me llamaba el Divino Calvo.

¿Por qué divino…?

¿Lo de calvo es evidente, no...?

Usted dirá…

Veo que ha heredado la ironía del añorado Belío…

Qué mas quisiera yo…

Coincidí con atletas extraordinarios como Luis María Garriga, Alfonso Carlos de Andrés o Alberto Esteban. Emigraron a la residencia Blume de Madrid, entonces llamada General Moscardó.

Hablan y no paran de su entusiasmo por la educación.

Eso fue cosa del padre Cavero, un innovador, un adelantado a su tiempo. Me llevó a dar clase a los jesuitas, al colegio del Salvador. Allí coincidí con otros dos fenómenos, Máximo Espatolero y Santiago Blasco.

Después pasó a la gestión deportiva.

Entré en el Ayuntamiento. Primero como jefe de Deportes y después como director del Palacio de los Deportes.

¿Dejó el atletismo?

Eso nunca. Tengo 73 años y sigo siendo atleta.

Qué gozo se aprecia en su rostro cuando habla de deporte, de atletismo...

Hay que mimar el deporte. Es esencial, básico en la cultura occidental que nació con los griegos. Y el atletismo es la madre de todos los deportes: correr, saltar y lanzar. Amemos al deporte, amemos al atletismo y nos amaremos a nosotros mismos.