Del cetro mundial a la barra de un bar

José Antonio López Bueno sirve una limonada en el pub Bataclán de Zaragoza.
José Antonio López Bueno sirve una limonada en el pub Bataclán de Zaragoza.
Aránzazu Navarro

Apenas dos calles más abajo de donde Perico Fernández dormía en un lupanar cuando la última señorita abandonaba el local, el otro excampeón del mundo que ha dado Aragón, José Antonio López Bueno, pone copas en un pub. El club Stop, en la calle José María Lacarra de Miguel (antigua General Sueiro), dio cobijo a Perico, el excampeón del mundo de los superligeros, el Campeonísimo, cuando quedó desamparado tras separarse de su última compañera. En las puertas del garito fue hallado por unos amigos en septiembre de 2011. Allí se inició la operación de rescate del eterno campeón. Al menos, acabó sus días bien atendido por los servicios sociales del Gobierno de Aragón. No es poco. Ahora, otro excampeón mundial, el del peso mosca, maldice su suerte dos manzanas más abajo. José Antonio López Bueno intenta agarrarse a la vida mientras pone copas en el pub Bataclán, en la calle Francisco de Vitoria, en la zona guapa de Zaragoza, frente al Barlovento y al Station.  Detrás de la barra hay trofeos de conquistas pretéritas. Incluso la portada de un diario de tirada nacional con su imagen. Sí, un día López Bueno le arrebató la foto de la primera página a Ronaldo (no a Cristiano, sino al Ronaldo de antes) en ‘Marca’. A su derecha, el cinturón de campeón. De frente, cara a cara como en el ring, un campeón cuenta su historia. "Cuando con 16 años fui a apuntarme al paro, le dije a la oficinista que buscaba trabajo de todo menos de camarero. Y aquí me tiene, poniendo copas", sonríe López Bueno entrada la madrugada del pasado jueves.


"Este bar ha sido muy importante para mí. Es de Agustín Plou, mi entrenador de siempre. Él me trajo aquí cuando yo tenía 16 años para marcarme de cerca cuando comenzó a entrenarme. Ahora, cuando el título mundial ya queda tan atrás, he vuelto para ayudar. Mi situación no es buena. Monté un gimnasio, me dejo la piel por el boxeo, pero necesito ayuda. Y necesito que me ayuden ahora, no cuando esté muerto", advierte López Bueno.


Y entre un gin tonic y una limonada, López Bueno se sincera. Quizás encuentren alguna similitud con Perico. "Vivía en la calle Lugo, en el barrio de Torrero. Corría el año 1974. Éramos siete hermanos. Mis padres se separaron y con siete años me ingresaron en el internado de San Viator. Yo no era un delincuente, aunque alguno se hacía delincuente allí. Luego fui al colegio Luis Vives y a Puerta Sancho. Después comencé a estudiar Formación Profesional, aunque a mí no me gustaba estudiar y lo dejé en el primer curso. Comencé a trabajar de fontanero, de repartidor, de albañil en la obra, de lo que podía. También comencé a salir con los amigos. Nos llevábamos bien, eran buenos chicos, aunque pronto se metieron en problemas. Con 15 años, nos apuntamos al gimnasio de la federación, en la calle Cánovas. Molaba eso de ponerse cachas, de saber dar puñetazos bien dados", explica. Una tarde apareció por el gimnasio Agustín Plou. Quería ponerse en forma, Agustín. O quizás había quedado con Perico. Quién sabe... El caso es que Agustín observó cómo soltaba los brazos un chavalito que no levantaba tres palmos del suelo. "Yo estaba con Estanislao Martín. Agustín vio condiciones en mí. Pronto empezamos a entrenar a sus órdenes. Las cosas fueron rodadas desde el principio. A los 15 días hice mi primera exhibición en La Almozara, en el campo del Ebro. Al mes y medio, ya estaba entre los mejores del peso minimosca. Agustín estaba muy encima. Me quería tener cerca y comencé a trabajar en el bar en unas fiestas del Pilar cuando yo solo tenía 16 años. Agustín consiguió aislarme del ambiente en que estaba. Lamentablemente, a algunos amigos no les fue bien después. Éramos unos chavales, no sabíamos de qué iba la vida... Y no todos tuvieron la ayuda necesaria para salir de ese mundo", continá López Bueno.


José Antonio López Bueno. Nombre compuesto y dos apellidos. Pero para Agustín siempre fue Bueno. Ni José Antonio ni López: Bueno. Con el tiempo, no solo fue solo bueno, fue el mejor. "Agustín me metía cada vez más caña. Es un preparador muy exigente. Me encontraba sensacional, igual desde el punto de vista físico que mental. Debuté como profesional el 14 de julio de 1994. Muy pronto fui campeón de España. Retuve tres veces el título nacional. Después llegó el título latino y el intercontinental. Así llegó al gran día, el 23 de abril de 1999, el día de San Jorge, cuando le gané por KO el Campeonato del Mundo del peso mosca al mexicano Rubén Sánchez en el pabellón Príncipe Felipe. Retuve la corona en Málaga dos meses después ante Gerassimov", apunta el campeón, antes de detallar el dato más curioso de su carrera: a López Bueno no le arrebató el título mundial nadie, lo perdió por incomparecencia. "Sufrí una caída con la moto en el paseo de Calanda. Me lesioné en el tobillo. Pasaron las semanas, los meses, y el título no se puso en juego en el tiempo establecido. Me equivoqué y lo pagué. Después, ya nada volvió a ser igual. Fue un pena. Fueron unos años muy buenos. Había televisión. Búfalo y después Sousa hicieron buenos contratos con Canal Plus para Óscar García Cano. Ya hace mucho tiempo de eso, pero es cierto que dejé pasar una gran oportunidad", se lamenta López Bueno.


El viraje en la vida del campeón fue radical. En la carrera de López Bueno comenzaron a influir Sánchez Atocha, el filipino Ted de la Peña, Chano Planas... Lo intentó, pero el auténtico campeón ya no regresó. "Tras el Mundial, lo perdí todo. Perdí carrera, entrenador... También, la casa en Prados del Rey, pues no podía pagar la hipoteca. También lo dejé con la novia de siempre, Violeta. Unos meses después, conocí a Oksana en el gimnasio Seúl, donde yo daba clases. Me casé y con ella tengo tres hijos: Isaac, Ruslan y Valeria. Sigo peleando por la vida. Sufro cuando me entero de que a mis amigos de la pandilla de chavales les ha ido mal. Yo lo intentaré hasta el final. Y aquí me tiene, saliendo de un agujero y entrando en otro. Me retiré definitivamente en 2010. Antes ya había comenzado a dedicarme a la enseñanza. También he perdido dinero organizando veladas. Menos prostituirme, estoy haciendo de todo para salir adelante", subraya sin ambages.

Siempre entre las cuerdas

La agenda de López Bueno desvela su ajetreada vida. "¿Qué hora es ahora? ¿La una de la madrugada? Pues mire, a las seis (06.00), dentro de solo cinco horas, ya tengo la primera clase en la nave del polígono de Cogullada. La terminaré a las 7.30, dormiré un rato en un sofá y a las 10.00 daré otra clase. Después, comeré y daré otra clase a las 17.30. Y otra a las 20.30. Mañana, igual que hoy, acabaré el día en esta barra, poniendo copas en el Bataclán. Veo cada vez menos a mi familia. Me entrego a mi trabajo en el boxeo. Estoy luchando a tope, pero la situación económica no es buena. Mi hija pequeña conoció la playa este verano porque se fue con un vecino. En el Pilar pasado no pude ir a la ferias con los niños. Ya le he dicho antes que, menos prostituirme, he hecho de todo. Hasta fotos en la plaza del Pilar con el cinturón de campeón", reitera hasta la saciedad.


Sus palabras finales desnudan el estado del boxeo en Aragón. "Dije que sacaría adelante este deporte en nuestra tierra, y lo haré, aunque sea pagando el precio tan caro que estoy pagando. El boxeo tiene muchos valores. Tenemos 60 deportistas en el gimnasio con buenas condiciones. Conmigo está trabajando gente de la entidad de Alfredo Evangelista, que no necesita presentación: el hombre que le aguantó 15 asaltos a Cassius Clay. Ahora, con la muerte de Perico, nos hemos dado cuenta de lo que este deporte significó. El boxeo hizo que el nombre de Zaragoza y de España se oyera en todo el mundo. Yo también llevé por todos lados la camiseta del Zaragoza de la Recopa y la bandera de Aragón y de España cuando fui campeón del mundo. Sin la televisión, será muy difícil llegar a la gente. Sé que cometí errores. Pero también sé que este deporte me apasiona y que voy a luchar por él. A Perico se le ayudó al final. Yo querría que me ayudaran cuando aún puedo hacer cosas en vida. Querría quedarme en España y no tener que irme a Francia o Inglaterra. Si no me ayudan, tendré que hacerlo", concluye López Bueno.

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