Siete jornadas para ascender

El Zaragoza se fija como reto sumar tres o más puntos que el Alavés en la recta final del torneo. El ascenso directo se cotiza actualmente en la horquilla que va de los 68 a los 71 puntos.

La plantilla del Zaragoza, ayer, feliz, en el entrenamiento.
La plantilla del Zaragoza, ayer, feliz, en el entrenamiento.
Guillermo Mestre

Después de 35 jornadas de liga, el Real Zaragoza está donde debía estar. Arrancó en agosto con un objetivo bien definido, una meta que ninguno de sus rivales directos a estas alturas en lo alto de la tabla contenía en sus propósitos primordiales para el curso, una cuestión que ahora también puede jugar un papel decisivo convertida en pesada expectativa o presión mal calculada. Aquí no. El Real Zaragoza sabe desde hace nueve meses que debe ascender y en esa posición se encuentra ahora: a tres puntos del segundo clasificado con un total de 21 aún por jugarse. Es decir, el Zaragoza se encuentra en el escenario proyectado. Da igual ahora cómo ha llegado aquí. Es a la vez tan víctima como beneficiario de esta inestable y alocada Segunda División que los demás aspirantes a Primera. La igualdad e incertidumbre de la categoría, la falta de dinámicas ganadoras, de jerarquías y gobiernos claros, ha puesto al Zaragoza en una posición de ventaja para asaltar en este periodo definitivo el trono que conduce a Primera División. En este sentido, el Zaragoza ha jugado tan mal o tan bien como tantos otros en una Segunda de clases medias, de poderes desvaídos, tan democratizada que hasta ahora parece un ‘torneo nulo’.


Ahora el Zaragoza es tercero, en solitario, suma tres triunfos consecutivos y el Alavés, segundo, le queda a tiro de un partido. Tiene aún todo por decir y está en condiciones para ello. De momento, como los ciclistas a la entrada del abrupto asfalto de un puerto de montaña, se ha posicionado de manera impecable tras un tumultuoso trayecto hasta aquí. Esas pedaladas las ha dado con justa puntualidad, con la batalla abierta para todo.


Su tercera plaza le permite algo exclusivo: mirar para arriba. Las estimaciones indican que el ascenso directo estará en la horquilla de los 68 a los 71 puntos, por lo que el Real Zaragoza deberá sumar mínimo 16, es decir, ganar cinco y empatar otro de los siete restantes.


Ha dejado ya por detrás al pelotón de equipos que aún aspira con el ascenso, rivales tan directos como Alavés y Leganés, pero que ya pierden pie con los aragoneses, a quien esta situación ordinal no les cambia nada: deben ganar el siguiente partido. Por eso, el foco ahora, aunque sin perder de vista a Nástic, Oviedo, Osasuna, Girona, Elche, Córdoba, debe centralizarse en las dos piezas de caza: Alavés y Leganés. Ellos tienen las llaves de las puertas de Primera.


Por calendario, manejan una recta final semejante a la del Zaragoza. Casi los mismos rivales tiene el Leganés, aunque con una salvedad, los aparentemente duros, los mejor clasificados (Nástic y Oviedo), el Zaragoza los tiene en casa. Los pepineros van dejando al equipo que recogen los de Lluís Carreras. Por su parte, al Alavés, aún con parecidos adversarios, tiene un trazado más retorcido.


También su dinámica es la peor, dos victorias en las últimas 11 jornadas. Los vitorianos, antes de es tremenda jornada final en Tarragona y después de las tres próximas, tiene un trío de partidos de aspecto accesible, contra Ponferradina, Nástic o Numancia. Por eso, se intuye que el Zaragoza debe limarle puntos al Alavés, convertido ahora en diana zaragocista, en las tres próximas jornadas, cuando los vascos visiten Mallorca –en un grave apuro pese a su considerable plantel ofensivo– y Alcorcón –mejor local de la Liga–, y reciban a un Valladolid que con un cambio de entrenador esta semana busca apurar sus débiles opciones de promoción. El objetivo ahora del Zaragoza es echarle ese pulso íntimo a un Alavés en decadencia de resultados, aunque con tres puntos más.


Respecto a los vitorianos y el Leganés, maneja algunos argumentos ventajosos que van más allá de la desventaja matemática. En primer lugar, está la dinámica. La del Zaragoza es expansiva, está alcanzando la fase crítica lanzado en los resultados. Frente al Alcorcón, constató también que su fútbol se ha reanimado. Su entrenador está recuperando jugadores de sus problemas físicos, otros van mejorando el tono de cara al tramo final... En el plano emocional, no hay duda: la plantilla del Zaragoza palpa buenas vibraciones, su curva de rendimiento viene de abajo hacia arriba y eso es crucial, incluso un punto a favor, una razón de peso, mayor que observarse en decadencia y riesgo después de más de media liga en las posiciones de privilegio. Con Leganés y Alavés, hay otro motivo esperanzador: un supuesto de triple empate mete al Zaragoza en Primera y condena al Alavés: Zaragoza, 8 puntos, Leganés, 5 puntos y Alavés, 2 puntos.


Y queda una cuestión crucial: la expectativa y la gestión de los ambientes. El Zaragoza es un equipo en el que el terreno mental de su plantilla está programado desde agosto para estar donde está ahora, en una situación de extrema exigencia, de amenaza, de estrecho margen de error. Eso no ocurre en Leganés o Alavés, del mismo modo que no sucede en Osasuna, los recién ascendidos Oviedo –pese a su presupuesto y su historia– y Nástic, o en Alcorcón o el Elche, reconstruido este verano. Ninguno de esos conjuntos tenía como objetivo inexcusable el ascenso. Valladolid, Mallorca, Almería y Córdoba y Girona eran los clubes llamados a disputarle el ascenso al Zaragoza. Solo Córdoba y Girona mantienen opciones.


Hay equipos a los que su buena clasificación durante el año les puede generar ahora un efecto vórtice, una sobredosis de expectativa que se debe administrar con personalidad y aplomo después de un año en las alturas: de lo contrario, ese momento decisivo puede transformarse en una turbulencia que lo engulla.

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