Ganar es la única salida

El Zaragoza afronta otro partido lleno de obligaciones para no agravar el efecto de sus dos últimas derrotas consecutivas. La Ponferradina visita La Romareda enrachada tras siete semanas sin perder.

Ranko Popovic charla con el delantero Ortuño durante un entrenamiento de esta semana en la Ciudad Deportiva.
Ranko Popovic charla con el delantero Ortuño durante un entrenamiento de esta semana en la Ciudad Deportiva.
guillermo mestre

El Real Zaragoza, cual púgil que se levanta grogui de la lona tras recibir un directo al hígado y un gancho al mentón de manera consecutiva, necesita coger aire de inmediato para no caer fulminado con un K.O. irremediable. Esos dos golpes encajados están aún calientes. Los dieron el Valladolid y el Alcorcón y el equipo zaragocista aún sangra por sus heridas y se duele del frenazo en seco que han sufrido sus legítimas aspiraciones de alcanzar el liderato, cosa que pudo suceder hace 21 días de haber ganado en Mallorca –solo se empató a cero– y, con mayores opciones, en el duelo ante el Valladolid en La Romareda de hace dos semanas que perdió 0-2.


El equipo blanquillo, retratado negativamente por su fea última derrota 1-0 en Alcorcón, no puede asumir tres fiascos consecutivos en esta categoría en un año donde es favorito al ascenso directo. Dejar de ganar tres fines de semana seguidos supone un socavón mayúsculo, de dura digestión porque los demás se escapan peligrosamente. Por fortuna, anoche el Osasuna no se fue a los 29 puntos al perder 1-2 ante el Alcorcón en El Sadar. Por ello, si gana, el Real Zaragoza volverá a acortar distancias notablemente y se colocará de nuevo a tiro de la cabeza, a la que ha llegado ya el Alavés tras vencer 1-0 al Mallorca (al estilo Bordalás).


Por estos razonamientos, la única salida que tienen hoy los muchachos de Ranko Popovic es ganar a la rocosa Ponferradina. Lo pide la clasificación. Lo solicita a gritos la estabilidad institucional para no entrar en una crisis de dimensiones indeseadas. Y, de manera singular, lo requiere el propio Popovic para no verse atrapado en las arenas movedizas de una destitución, deriva que cada vez atrae más vectores favorables por motivos obvios. Es, por lo tanto, otro día de obligación máxima para los que hoy vestirán de blanco y azul. Un partido para hombres curtidos. Para tipos con el pulso pausado. Para gente con amor propio. Para tipos echados para delante, sin complejos, miedos ni nervios a flor de piel.


Diamanka es uno de esos. Por eso ha querido estar y ayer, en el último ensayo, le dio a Popovic la buena noticia de que quiere echar una mano, a él y al equipo, para disolver de cuajo esta segunda crisis del curso ganando a los leoneses. Como advirtió el viernes Popovic, si Pape está en la lista será titular. Así que, el forzoso cambio de sistema al que estaba abocado el serbio sin el concurso del africano se quedará en el limbo. Puede repetir el 4-1-4-1, con Jorge Díaz de nuevo como titular en el lugar del lesionado Hinestroza y con Pedro volcado a su lugar natural, la banda diestra.


Es un día para ver la reacción de los jugadores, actores principales. La escasa actitud de muchos en Alcorcón, subrayada por Popovic públicamente, fue admitida por varios de ellos durante la semana sin inconveniente alguno. Hoy, todos saben que tienen la lupa sobre sí. De ellos depende la recuperación de la salud del zaragocismo. De sus botas han de salir las jugadas que alivien la posición de Popovic. Todo es una unidad indivisible. Ortuño y Ángel, los delanteros sin gol elegidos en vanguardia como abanderados del ascenso, han de reivindicar sus valores a base de batir al portero berciano. Igual que se espera de la seca segunda línea, hoy con Pedro y Díaz escoltando a Diamanka, Dorca y el distribuidor Morán.


La Ponferradina llega viento en popa, con siete jornadas sin perder. Alcanzó la 4ª plaza al final de la pasada jornada, con 22 puntos, dos más que los blanquillos. Su última derrota fue en Soria (1-0) el 4 de octubre. De hecho, perdió sus primeras cuatro salidas... y se acabó su flaqueza. Su pichichi, el brasileño Yuri (8 goles), anda peleado con el entrenador, Manolo Díaz, que lo utiliza menos de lo que le gustaría al jugador. Es la única nota chirriante dentro de la buena inercia visitante.

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