Solo ante la adversidad

Popovic asegura que no ha recibido un ultimátum explícito del club ante el partido con la Ponferradina. El entrenador ha perdido crédito dentro
de la directiva y está a merced de los resultados.

Ranko Popovic, en un pasaje de la rueda de prensa de ayer tras el entrenamiento a puerta cerrada en La Romareda.
Ranko Popovic, en un pasaje de la rueda de prensa de ayer tras el entrenamiento a puerta cerrada en La Romareda.
oliver duch

Ranko Popovic vive en las últimas 72 horas su peor momento personal desde que, hace justo un año, asomó al banquillo del Real Zaragoza con las credenciales de un entrenador desconocido y virgen en el fútbol español. Las dos últimas derrotas consecutivas ante Valladolid y Alcorcón, un trance negativo que ya atravesó a finales de septiembre con aquel doble tropiezo casero contra Osasuna y Córdoba, han reventado su pedestal dentro de la directiva zaragocista.


Si el Real Zaragoza no sale vencedor mañana ante la Ponferradina en el próximo duelo liguero (La Romareda, 17.00), la endémica figura de la destitución del técnico zaragocista, tan martilleante y perniciosa en la última década, volverá a emerger en los despachos nobles del club.


Popovic acometió ayer la habitual rueda de prensa previa a un partido con un aire menos oxigenado. Entró en la sala con su habitual sonrisa y su talante no se fue casi nada de las coordenadas habituales, pese a que hubo media docena de preguntas directas sobre su posible despido.


"No. En el club no me han dicho nada sobre mi destitución. Durante la semana, todo ha sido igual que hasta ahora", aseguró el serbio. Es decir, según su versión, no ha habido ultimátum explícito en sus conversaciones privadas y profesionales con Ángel Martín González, el director deportivo, los colaboradores de éste, Luis Carlos Cuartero y Javi Suárez, o con los miembros del Consejo de Administración.


Pese a la manifiesta mar de fondo que rodea su figura, agitación agravada al agrietarse los cimientos institucionales que Ranko Popovic siempre ha tenido firmes desde su aterrizaje, el entrenador asegura haber preparado el choque ante los leoneses con absoluta normalidad. "No estoy pensando en esas cosas, solo en ganar", señaló lacónicamente cuando se le insistió en su situación pendiente de un hilo.


En este segundo año del nuevo proyecto de la SAD las urgencias acucian en todas las direcciones. En el terreno deportivo, subir a Primera es mandato imperioso. Por eso, perder dos partidos seguidos es para el Real Zaragoza sinónimo de movimiento sísmico. Y, cumplido ya el tercer mes de competición, una reiteración de ese patinazo, al primero que pone en exposición máxima de responsabilidad es al entrenador, aunque el reparto de culpas sea más extenso en puridad.


"Es una pena esto que pasa, pero ya sabemos lo que ocurre aquí en Zaragoza. Estamos siempre con muchas exigencias, más que en otros lugares por la grandeza del club. Es consecuencia de una acumulación de varios años de malas trayectorias, no solo de lo que pase en este. Y yo lo entiendo. Así que la única medicina que hay para solucionarlo es ganar y sacar los tres puntos. Y, después, tratar de repetir el próximo partido", razonó el preparador balcánico acudiendo a terrenos lógicos, normalmente reñidos con la mesura cuando los nervios fluyen dentro o alrededor de un club de fútbol.


De posible líder, al entredicho

Popovic, como es habitual en la evolución de estos casos de deterioro en la credibilidad de los entrenadores en un club, se ha quedado prácticamente solo ante la adversidad. El haber perdido en junio el ascenso a Primera a 7 minutos de la conclusión de la final del ‘play off’ en Las Palmas generó desilusión entre quienes vieron en él al culpable.


Antes, su llegada como relevo de Víctor Muñoz en circunstancias singulares le generó un frente crítico permanente e indeleble que, en momentos de debilidad, siempre ha sido ruidoso. Por ello, el hecho de no alcanzar ahora la cabeza de la clasificación y navegar permanentemente en ella desde la primera jornada ha sido alimento constante de dudas sobre su capacidad, solo difuminadas –por fuerza– cuando el equipo se puso 3º y 2º en la tabla y, como sucedió ante el_Mallorca y el Valladolid hace solo dos y tres semanas, optó al liderato sin lograrlo finalmente al no ganar esos partidos.


"La afición, el zaragocismo, lleva varios años muy malos. Y cada día se tiene menos paciencia con las cosas. Aquí se exige lo máximo. Pero hay que ver si esa exigencia tiene como base el realismo o no. Hay que ser conscientes de lo que se puede hacer y de lo que tenemos para hacerlo", argumenta con intención, expandiendo responsabilidades respecto del presente del equipo.


Confianza en los jugadores

Ranko Popovic, resquebrajados por primera vez sus principales asideros institucionales, ha quedado en manos de su plantilla. Hasta ahora, el plantel nunca ha dado muestras de rechazo al balcánico. Y ayer, aludiendo a esta circunstancia, Popovic fue franco en su respuesta: "Yo no puedo quejarme del equipo hasta esta última semana.


Hemos tenido una racha magnífica, con buenos resultados y con partidos donde los rivales no nos han llegado más que una o dos veces a puerta. Esto no se puede olvidar. Solo en el último partido no estuvimos a la altura necesaria en cuanto a actitud. Pero, como en cada trabajo, en el fútbol hay diferentes circunstancias, hay días que salen cruzados", indicó. Popovic, eso si, remarca que mañana "no se puede repetir lo del otro día en Alcorcón; y si se repite, malo".


Por último, desde su delicada posición, el entrenador del Real Zaragoza hizo un nuevo ruego a la afición para que nunca deje solo al equipo. "Espero y deseo el apoyo durante el partido. Es algo fundamental. Y después, siempre habrá tiempo de silbar y criticar si las cosas no salen bien. Pero es importante siempre animar a los jugadores", pidió.

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