Aragón, memoria de Pantani

La Vuelta a Aragón acogía hace 11 una salida de Huesca con la presencia del italiano. Fue su última carrera en España.

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El Galibier, en homenaje a Pantani... y a Escartín
HERALDO

Echar la vista atrás brinda perspectivas singulares. Hace once años, un 16 de abril de 2003, despegaba en Huesca una nueva edición de la Vuelta a Aragón, una prueba consolidada en el calendario, de la que echaban mano los grandes corredores del mundo para acelerar su puesta a punto de cara a las grandes citas del calendario mundial.


Aquel miércoles acogía Huesca, entre otros grandes, a Marco Pantani. El italiano había convertido la ronda aragonesa en una prueba clave, en un test fundamental antes de tomar parte en el Giro de Italia. Aragón se convirtió en su última carrera en España, la inesperada despedida de 'il Pirata' de las carreteras españolas.


Pero la maravillosa presencia de Pantani no ocultaba la participación de corredores de la talla de Jan Ullrich, de Gilberto Simoni, de Ángel Casero o del velocista Alessandro Petacchi. La ubicación de Aragón en el calendario convertía la cita en una referencia ideal para los grandes. Hasta tal punto que no era sorprendente ver en las ciudades y pueblos de Aragón a corredores de la talla de Armstrong, Induráin, Olano, Zulle, Cipollini y, por supuesto, Fernando Escartín.


Asentada, consolidada y repleta de estrellas, la Vuelta se hizo un hueco en el escaparate mundial del ciclismo; una referencia en los medios y un escenario habitual en las tardes de la sobremesa.


El desinterés de los políticos, sin embargo; la falta de visión y perspectiva, la desatención a las posibilidades que brindaba semejante carrera, a la que medio mundo volvía la mirada en la antesala del Giro de Italia, acabaron por matar a la Vuelta a Aragón.


Queda hoy el recuerdo de una gran cita deportiva, a la que se dejó morir en un momento de esplendor, a la que la medianía política volvió la espalda por impulsar iniciativas particulares muchísimo más caras y de escueta rentabilidad general. Lo que nadie puede arrebatar es el recuerdo de los grandes. Y la memoria del grandísimo Pantani.