Opinión

El final de la cuenta atrás

La pasada edición de la Quebrantahuesos dejó imágenes espectaculares para los participantes y el público.
Cerca de la excelencia
RAFAEL GOBANTES

 Por mucho que se intente, es muy complicado –es casi imposible- entender qué es la Quebrantahuesos si no se vive, si no se toca, si no se palpa. Este sábado, más de once mil ciclistas toman el Pirineo para participar en una locura que les sojuzga, que los mantiene cautivados.


A lo largo de más de doscientos kilómetros y horas y horas sobre una bicicleta, van desgastando ese océano de asfalto con el único objetivo de cumplir con el trazado y llegar a meta.


Los ciclistas se encaran con la subida a Somport, se atascan en el Marie Blanque –en unas rampas que atemorizan sólo con mirarlas-, entregan la razón en la subida eterna del Portalet –una treintena de kilómetros cuesta arriba- y brindan sus últimas fuerzas en el alto de Hoz.


¿Cómo se puede explicar esta incomprensible lucha contra todo? Contra el recorrido, contra el tiempo –el calor y el frío-, contra el sentido común y contra uno mismo. Sólo por el entusiasmo, por la pasión, por el espíritu de superación y la satisfacción de lograr una hazaña. Porque llegar es, en sí mismo, una hazaña deportiva.


Atrás han quedado cientos –miles- de kilómetros sumados en cunetas, de empeño por mejorar, por acumular jun fondo imprescindible con el que poder afrontar la prueba. Horas robadas a otras aficiones, al cariño de los cercanos y a disfrutes que hacían temblar la fortaleza de la voluntad. Pero que se ha impuesto por y para la Quebrantahuesos.


Este sábado, el actor hace sale por fin a escena para representar esa obra que él considera maravillosa; y que para todos es asombrosa y admirable. Para cada uno, su papel, el que representa en la marcha cicloturista, es protagonista. Porque cada uno lo merece. Este sábado se cumple, por fin, el final de la cuenta atrás.