Ciclismo

El triunfo de la constancia

El zaragozano Alberto Just se proclamó este jueves campeón de España contrarreloj en categoría sub-23. Un triunfo tan merecido como trabajado.

Alberto, en pleno arranque
El triunfo de la constancia

Había estudiado el recorrido cual opositor el examen de su vida. 21,8 kilómetros capaces de coronarte en lo más alto o de petrificarte en el camino. Estaba en juego el ser o no ser que decía Hamlet. Y él lo sabía, a pesar de no partir en las quinielas como el favorito principal. Conocía la ruta igual o mejor que su propio pedaleo. Merced de una preparación minuciosa, tenía claro qué curvas podía trazar acoplado y cuáles le obligaban a tocar algo de freno. Controlaba cómo soplaba el viento en cada tramo de la prueba, y los desarrollos idóneos para alcanzar la gloria. Unos detalles de campeón que no imaginaban los aficionados que le veían calentar, serio y concentrado, en el centro de Bembibre a la hora de la siesta.


Bajo una carpa que le aislaba del amenazante cielo negro, se afanaba por seguir al milímetro las consignas de un calentamiento perfecto que le debía llevar en volandas, sin flaquezas, desde la rampa de salida. Su rostro reflejaba la concentración que todo triunfador necesita, pero no escondía la tensión de un envite decisivo. Ni el incómodo vendaval pudo hundirlo en los duros repechos iniciales, que sufrieron sus enérgicos disparos. Sentado y de pie. Sin compasión.


Todo valía con tal de marcar el mejor tiempo. Desprendía excelentes vibraciones, apurando cada giro como si no hubiera siguiente. Pero un inoportuno pinchazo o una desafortunada caída podían privarle del oro que con tesón, esfuerzo y mimo había pulido durante meses de entrenamientos exigentes. Un riesgo inevitable que agiganta gestas grandes de por sí, pero que enmudece a quien lo sufre desde el coche. Más cuando la lluvia se reivindica en el último suspiro para presenciar el desenlace desde un lugar privilegiado. Unas gotas que añadieron tintes épicos a la proeza, y que aportaron frescura a su revolucionado corazón. Así, con rabia y pundonor, se plantó en la recta de meta. Sin saber tiempos ni medias, deseando alcanzar cuanto antes el arco que marcaba el fin de la agonía. Atrás quedaban 28 trepidantes minutos, y comenzaba lo mejor de una tarde inolvidable. Su nombre sonó por megafonía. Era oficial: el sub-23 zaragozano Alberto Just, bronce en 2012, acababa de proclamarse campeón de España contrarreloj. Estalló de emoción. Se abrazó junto a su gente y atendió a los medios.


Disfrutó crecido desde el podio. Nadie podía arrebatarle el flamante maillot rojigualda, una cotizada prenda llena de sacrificios que, sobre todo, destilaba esperanza. La del esfuerzo recompensado, la de un joven ciclista que refuerza su deseo de ser profesional.