Premios Goya 2012

Pedro Almodóvar

Lo más meritorio del oscarizado director manchego es que el personaje Pedro Almodóvar no se haya comido literalmente al director de cine y haya agostado su obra.

Pedro Almodóvar durante el rodaje.
Almodóvar estrenará 'La piel que habito' en septiembre
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Ya era un personaje antes de rodar su primera película. Capaz de subirse a un escenario, coquetear con el punk, probar como actor o inventar un socias para escribir en los periódicos. Mirándolo desde su decimoctavo largometraje, desde esa piel ahora expuesta a la competición por los Goya después de pasearse por las alfombras rojas de festivales y quinielas de los más prestigiosos premios internacionales, lo más meritorio del oscarizado director manchego es que el personaje Pedro Almodóvar no se haya comido literalmente al director de cine y haya agostado su obra. Algo desgraciadamente frecuente cuando el talento reside en la piel de una personalidad original, diferente y --casi siempre, como consecuencia-- polémica.


Almodóvar y su equipo –su hermano Agustín al frente de la productora El deseo tiene mucho que ver en esto-- han sabido administrar la marca y guardar la distancia precisa –con trayectorias de ida y vuelta y curvas peligrosas incluidas-- con los medios, con la crítica y con el público, que ha sabido reconocerle el talento más allá de las particularidades de su carácter.


Nadie le podrá negar fidelidad a sí mismo. Ni ahora desde ese podio al que actrices como Angelina Jolie se acercan para pedir vez en la lista de chicas Almodóvar, ni en esos tiempos lejanos en los que recién llegado a la capital y desde su puesto de ordenanza en Telefónica reunía gota a gota el dinero necesario para contar sus historias detrás de una cámara.

Que no le hace ascos al riesgo es algo que le gusta demostrar de vez en cuando. Lo ha hecho con su último filme en el que se metió en la piel de una historia ajena (la novela 'Tarántula', de Thierry Jonquet) para mudar en un producto netamente almodovariano. Distinto sí, pero profundamente suyo.


Uno de los hilos que mantiene fuertemente unida su obra –y que tanto tiene que ver con su forma de ver el mundo-- es su mirada a las mujeres. (Paréntesis: no hay director que sepa sacar petróleo, como él hace, de sus actores pero sobre todo de las actrices que cargan con sus complejos personajes femeninos y que tanto le deben en el ascenso o recuperación de sus carreras). En el arranque de una de sus películas más olvidadas, 'La flor de mi secreto', la escritora que se esconde bajo el seudónimo de Amanda Gris, tiene al lado de la máquina de escribir un libro fundamental en la historia del feminismo literario: 'El bosque de la noche', de Djuna Barnes. Antes de ver la cara de la protagonista de este melodrama (otro paréntesis: el alegre tránsito de Almodóvar por los géneros) interpretada por Marisa Paredes, vemos el libro y es toda una declaración de intenciones.


Ahora, 17 años y siete películas después, la referencia sigue siendo igual de significativa pero sobre todo coherente: en su película tiene un 'papel' casi relevante la obra de la artista Louis Burgeoise. Dicen sus detractores, que los tiene en tan significativo número como defensores, que es solo olfato para citar en cada momento lo que es tendencia (en círculos restringidos por supuesto) pero, viendo los resultados, no se puede negar que es mucho más. Hay que tener algo más que talento para hacer verosímil lo delirante. ¿Al fin no es esa una de las condiciones de un creador?