LA RECOMENDACIÓN

Lafarga, la pintura en estado puro

El pintor zaragozano presenta una ambiciosa y deslumbrante exposición, de piscinas, retratos, interiores y desnudos, en el Torreón Fortea: ?Instante-alambre?.

Piscina III, de Paco Lafarga
Lafarga, la pintura en estado puro

Querer ser pintor es una actitud, una vocación, un empeño, una búsqueda. Paco Lafarga (Zaragoza, 1977) quiere ser pintor por encima de todo, y eso se percibe en la muestra ‘Instante-alambre’ que exhibe en el Torreón Fortea. Se afana, indaga, persigue sombras, trabaja sin descanso, busca la hondonada y la hondura de un rostro, uno de esos rostros que reflejan tantas y tantas cosas. Vean ‘Mujeres en el estudio’ (2009), un retrato de dos hermanas, Sheila y Ana Pilar Herrero: cuánto dicen esas caras, qué decepción, que impresión de derrota o desengaño la actitud de Sheila, que introspección onírica la de Ana Pilar, qué intimidad desgajada y cortante. Son como dos bailarinas un tanto abatidas en el centro de un glaciar.


Paco Lafarga pinta lo que ve y lo que adivina. Pintar es adivinar. Pintar es salir a cazar emociones, estados de ánimo, la piel al desnudo. Y eso se percibe en ‘Hueco-drama’, el desnudo de una mujer madura que ha perdido un pecho: conmueve ese rostro sereno, de una asombrosa dignidad, el pálpito dulce de esos ojos. En cierto modo, una actitud pareja de tensa serenidad la hallamos en ‘P’: esa mujer desnuda, entrada en años, que lleva una media puesta y la otra no, que sobresale de un fondo lila, un tanto despintado. Y conmueve en la muestra la libertad del pintor: mezcla el óleo con el carbón y el lápiz, mezcla estilos diversos dentro de una poética general, mezcla planos medios o largos con primeros planos y, sobre todo, compone muy bien.


En Paco Lafarga se percibe la huella de Lucian Freud, de Antonio López (en algunos paisajes y en la perfección del dibujo. Confiesa: “Su pintura me emociona. Me estremece”), esa desolación de los estancias de Hopper, como sucede en ‘Interior’, y también la intensidad cromática de David Hockney en una serie espléndida que ha agrupado en una única sala: la de las ‘Piscinas’; son cuadros de formato medio en los que pinta a su mujer y a su hijo, sobre todo. En ese apartado, se percibe el talento y la seguridad del pintor: sus cualidades como dibujante, el modo de diluir el color en forma de arañazos, la estructura misma de los lienzos. Reparen en ‘Escena’ (2011) y en ‘Piscina’ (2010).


Quizá la exposición no sea redonda del todo: el propio artista lo señala. La unidad más precisa está en la serie de piscinas. En las restantes dos salas, ha colgado obras diversas de gran impacto visual como ‘Tatas’, la serie de las mujeres en el paisaje y ‘Mundos paralelos’, donde logra un raro equilibrio entre la figura y los fondos, o el retrato ‘La giganta’, una mujer sobre fondo oscuro vestida con el traje de baturra. Paco Lafarga es exigente consigo mismo, es parsimonioso, y se atreve a despintar. Sabe extraerle las heridas a un cuadro, a una escena, a los seres humanos.


Esta exposición, aunque parezca modesta, es un auténtico acontecimiento artístico en una Zaragoza en fiestas. He aquí algo más que un pintor: alguien que ha tomado el camino para ser un gran pintor. Osado y penetrante, Lafarga se atreve a mirar y a hurgar hasta que descubre la soledad, el dolor y una belleza nada complaciente.



Paco Lafarga. ‘Instante-alambre’. Catálogo: Pepe Cerdá y José Luis Ara. Torreón Fortea. Hasta el 27 de noviembre.