HOLLYWOOD

La mejor mala del mundo: 100 años del nacimiento de Bette Davis

Encarnó a verdaderas brujas, seductoras de corazón de hielo y crueles mujeres con una intensidad tan maravillosa que muchas veces llevaba a confundirla con sus personajes. Este sábado hubiera cumplido 100 años.

Es considerada una de las más grandes actrices de Hollywood, y eso pese a que no fue una diva típica. Bette Davis, que hubiese cumplido 100 años este sábado 5 de abril, nunca se asustó ante los papeles difíciles o de malvada.


Encarnó a verdaderas brujas, seductoras de corazón de hielo y crueles mujeres con una intensidad tan maravillosa que muchas veces llevaba a confundirla con sus personajes. Ante su capacidad para convencer, un crítico del New York Times escribió cierta vez: "Bette Davis podría hacer que el espectador viera negro o blanco al rojo".


En su carrera de casi 60 años hasta que murió de cáncer en 1989, "la Davis" rodó más de 100 películas. Fue nominada diez veces al Oscar, que consiguió en dos oportunidades -en 1935 por su papel de actriz alcohólica e inescrupulosa en Dangerous y en 1938 por encarnar a una malvada dama en el drama sureño de William Wyler Jezabel-. Con motivo del aniversario, en Estados Unidos se imprime un sello con su imagen.


Bette Davis no encajaba con el ideal de belleza que dominaba Hollywood en aquella época. Todo en su rostro era un poco demasiado grande: la nariz, la boca, pero sobre todo sus fascinantes ojos.


Ella misma contaba gustosa la historia de cómo fue su llegada a la "fábrica de sueños" con 21 años, tras estudiar en la escuela dramática de Nueva York. El representante enviado a recogerla a la estación por los estudios se dio media vuelta y se fue porque no vio a nadie que se pareciera ni por asomo a una estrella de cine.


Pero esta actriz procedente de una familia de abogados divorciados se abrió paso con ambición y a codazos. En 1941 se convirtió en la primera mujer en la cúpula de la Academia de los Oscar y en 1942 en la mujer mejor pagada de Estados Unidos. Fue legendario el amor-odio que la unió a sus estudios, los Warner Brothers.


Varias veces inició pugnas legales porque consideraba (a menudo con razón) que los papeles que le ofrecían no eran adecuados a su talento. "Mientras no te vean como un monstruo no has llegado a ser una estrella en nuestro oficio", dijo cierta vez.


La situación cambió a más tardar con Jezabel. El melodrama sureño fue concebido como una compensación a Davis por no haber conseguido el deseado papel de Scarlett O'Hara en "Lo que el viento se llevó".


Luego le siguieron magníficas apariciones en Dark Victory (1939), The Little Foxes (1941), All About Eve (1950) y, tras una cierta declinación, de nuevo en "What Ever Happened to Baby Jane?" (1962). En sus papeles ya con cierta edad fue donde brilló sobre todo con el sarcasmo, la capacidad de reírse de sí misma y una enorme profundidad.


Davis nunca se regaló nada a sí misma ni a los demás. En su tumba se lee: "She did it the hard way" (Tomó el camino difícil). En la historia del cine entró su legendaria rivalidad con Joan Crawford. "Joan se acostó con todas las estrellas masculinas de la Metro Goldwyn Mayer, menos con Lassie", ironizó cierta vez. Y tras la aparición conjunta en Baby Jane, decía a menudo que el director había buscado para el film a "unos vejestorios".


La vida privada de la diosa de la pantalla fue tan dramática como sus historias de ficción. Se casó cuatro veces. Uno de sus maridos murió, y de los otros se divorció. "Ninguno era lo suficientemente hombre como para ser el señor Bette Davis", señaló una vez. El único del que ella no dudaba, su gran amor William Wyler, se negó a abandonar a su esposa.


También fue doloroso para Davis que su hija Barbara Hyman, la mayor de sus tres hijos, escribiera un libro en el que la retrata como una madre terrible. "Si tus hijos nunca te han odiado, entonces no has sido una buena madre", se defendió.


Envejecer fue para la actriz comparable a una "masacre". Con 75 años sufrió un infarto, luego tuvo cáncer de mama y pocos días después de su operación un ataque de apoplejía. Su última gran aparición en la pantalla fue en 1986, en Whales of August, de Lindsay Anderson.


Cuando en octubre de 1989 recibió otro premio en el Festival de San Sebastián, estaba tan débil que no pudo regresar a casa. Murió el 6 de octubre con 81 años en París. Su autobiografía lleva el significativo título de The Lonely Life (La vida solitaria).