CENTENARIO DE UNA REIVINDICACIÓN

La Fiesta de la Jota de HERALDO: cien años de un intento de revitalizar el folclore aragonés

Hoy se cumple el centenario de un acto que reivindicó la pureza del canto y baile aragonésParticiparon bailadores de Tauste, Alcañiz y Santolea.

Los gaiteros de Estella, junto los bailadores de Tauste, en la Fiesta de la Jota.
La Fiesta de la Jota de HERALDO: cien años de un intento de revitalizar el folclore aragonés
AURELIO GRASA/ARCHIVO BARBOZA GRASA

Ocurrió el 17 de octubre de 1911 en el Teatro Principal de Zaragoza. HERALDO DE ARAGÓN organizó ese año una Fiesta de la Jota con la que quería reivindicar el canto y baile aragoneses. Pero reivindicarlos en su pureza, que en aquel entonces, ya, estaba amenazada.

La celebración se articuló en tres partes. En la primera se interpretaron distintas piezas orquestales y se cantó la jota de 'El dúo de la Africana'. En la segunda, destacados actores, entre ellos María Guerrero y Emilio Thuiller, leyeron textos de Mariano de Cavia, Julio Cejador, Jacinto Benavente o los hermanos Quintero; y escritores aragoneses, como Sixto Celorrio, Alberto Casañal o Mariano Baselga leyeron los que habían escrito para la ocasión. Para finalizar hubo jota bailada, por dos parejas de Tauste (Ángel Galé-Mariana Vicente y Pilar Ferrando-Isidro Casanova), una de Alcañiz-Santolea (Teresa Salvo y Francisco Espada); y una infantil (María Ibanel y Santos Fernández). Cantaron jotas Cecilio Navarro, Felipe Colmán, Pilar Lasierra y Segundo Goñi.

Pero, más allá del festival, que no pudo repetirse en 1912 pero sí al año siguiente, ya con otra orientación, lo que buscaba la Fiesta de la Jota era reivindicar la 'jota del pueblo' frente a la 'jota del teatro', que ya estaba empezando a adueñarse de esta manifestación folclórica.

El que mejor definía esa reivindicación era Mariano de Cavia, que en su texto, leído por María Guerrero, aseguraba: «De todas suertes, a la recia y franca jota del pueblo nunca ha de vencerla la recompuesta y retocada jota del teatro. Las flores de estufa no pueden con las flores de huerto (...). Los melocotones frescos nunca han de ser derrotados por los melocotones en compota».

Y es que en aquellos primeros años del siglo XX no había revista, zarzuela o espectáculo musical y teatral que no incluyera aires de jota, enriquecida eso sí. Y esas versiones estaban empezando a adueñarse de espacios tradicionalmente dominados por la jota del pueblo.

A Cecilio Navarro, Pilar Lasierra, Salvo o Espada ya los conocía de sobra el público zaragozano (acababan de ser premiados en el Certamen de ese año), pero lo que verdaderamente sorprendió fueron los bailes que trajeron a Zaragoza las parejas de Caspe, que actuaron junto a los gaiteros de Estella, convocados al evento de urgencia, tan solo unas horas antes. Así lo contaba HERALDO: «Los boleros y bailes típicos interpretados por las parejas de Tauste eran un número enteramente nuevo. Causó extrañeza en los espectadores, quienes apreciaron su valor de autenticidad, el gusto de arcaica sencillez que ofrecía aquel cuadro de intrépidos bailarines acompañados por el estridente son de la gaita tocada con singular valentía por el gaitero de Estella. Era lo que no se había visto jamás rodar por los escenarios. Las jotas de ronda que se cantaron en el fondo de la escena produjeron gran efecto. La aglomeración de gentes que había en el escenario impidió que este número se luciera debidamente. Y no obstante, el público no se cansó de aplaudirlo a rabiar. Luego los cantadores Pilar Lasierra y Felipe Colmán cantaron en el interior de una cocina muy bien, y los bailadores de Calanda y Alcañiz hicieron los prodigios coreográficos de costumbre».