Monzón

Una feria imprescindible

Libreros, editores, autores y público dicen que, pese a la crisis, ?hay más animación y venta que el año pasado? en la Feria del Libro Aragonés de Monzón.

Chusa Garcés, escritora y responsable de dirección de la feria
Una feria imprescindible
A.C.

Los tiempos están cambiando. Pese a la crisis y a la ausencia institucional, la Feria del Libro Aragonés de Monzón (FLA), con dieciocho años a cuestas, parece estar en un buen momento: el pasado jueves 5, el día del inicio, hubo mucha gente; y ayer viernes, algo menos; “era día laborable”, se recordaba en los puestos. Con todo, Miguel Hernández (“no sabe usted cuántas bromas me hacían de niño: tenía nombre de poeta”, dice), responsable del recinto ferial de La Azucarera, espera que se llegue a la cifra de 6.000 visitantes del pasado año y dice que con el nuevo equipo directivo del FLA están intentando recabar ideas para transformar la Feria. Este año, entre otras novedades, se ha creado un circuito de visita, se entra directamente a la plaza superior donde están los puestos, se ha creado la figura del pregonero y se han instituido las charlas literarias nocturnas.


El editor de GP e ilustrador David Viñuales resume un sentir bastante unánime: “Es una feria del libro aragonés donde se percibe la cercanía de la gente, donde se vive la reunión de libreros, editores y público, y donde reina el buen ambiente”. Javier Cinca, librero y editor de STI, señala que “a mí me gusta venir aquí y sentir que contribuyo a la cultura aragonesa”. Es la misma línea se manifiesta Chusé Raúl Usón: “Soy un sentimental. He venido todos los años y me siento muy unido a Monzón y a su feria”.


El balance de venta y de público resultaba un poco paradójico. Óscar Sipán y Mario de los Santos de Tropo, Joaquín Casanova de Mira y Chusé Raúl Usón de Xordica lo tienen claro: este año “todo va un poco mejor”. Más gente, más ventas, más consultas. Algo que ratifica con absoluto entusiasmo Reyes Guillén, responsable del puesto de Olifante y, además, coeditora de Pregunta ediciones, que se ha estrenado en la feria con ‘Las pérdidas rojas’ de Chusa Garcés: “El pasado fue un desastre y este, pese a la crisis, se vende más. Estamos muy contentos. Hemos empezado con muy buen pie”.


Ese estado de felicidad o de entusiasmo lo comparten tanto el dibujante de cómic Moratha como el equipo, transgresor y gamberro, de Malavida o Carlos Azagra que firma ‘Pedro Pico y Pico Vena’, sus páginas de ‘El Jueves’. “A nosotros aquí siempre nos va bien”, dicen. Mario de los Santos –autor, además, de uno de los libros de la feria, ‘Cuando estás en el baile, bailas’, que firma al alimón con Óscar Sipán con el seudónimo Galgo Cabanas- concreta: “El público este año toca los libros y se nota que, con crisis o sin ella, compra. El año pasaba miraba y pasaba de largo”. Su compañero Sipán matiza: “Este años hemos hecho veinte feria: En Latinoamérica y por España, y percibimos que han cambiado algunas cosas. El recinto no es tan ruidoso, no suena la música a todas horas; se han distribuido mejor los actos y nos acercamos a la feria de Pau, que es una auténtica fiesta del libro en la que se puede hablar e intercambiar proyectos”. Isabel Peralta y David González, de Nalvay, dicen que se sienten muy cómodos en la Azucarera, que lo mejor que se vende es la literatura infantil y que perciben “que es una buena y entrañable feria que, en 2012, ha mejorado en su organización”.


Francho Nagore, que lleva muchos años viniendo, dice que “la feria de Monzón es imprescindible, es una feria de referencia. Si no existiese, habría que inventarla. ¿El estado de los libros en aragonés? Yo creo que no es malo: hay varias librerías y editoriales, el Consello, el Ligallo, Nogara, Rolde, Gara, Xordica... Y los libros, en mayor o menor medida, se demandan. Yo veo que todos los años están mi ‘Gramática del aragonés’ o el ‘Diccionario’ de Andolz, por algo será”. Por ejemplo, entre las novedades, se presentaba el ‘El Estudio de Filología de Aragón en la Diputación de Zaragoza (1915-1941)’ (PUZ / Aladrada) de María Pilar Benítez. Nagore dice que lo más bonito que le ha pasado fue ver cómo una alumna suya de repente debuta como narradora y como integrante del equipo que dirige la feria: la simpática Chusa Garcés. Chusé Aragüés, por ejemplo, lleva el libro ‘Mesaches’ (Gara) de Chusé Inazio Nabarro. Y se muestra satisfecha tanto con su pequeño como con Prames, donde es coordinador.


Quizá una de las visiones más pesimistas la ofrece el artista, ilustrador y editor de Latas de cartón José Orna, que presenta dos títulos: ‘Marianela no quiere ir a la escuela’ y ‘Jorge y el dragón’. “Yo tengo una visión un poco negativa: no hay gente, apenas pregunta; estar en la planta de abajo es un inconveniente. Y me da rabia, de veras, decir esto porque mi madre es de esta zona. Tenemos que pagar 100 euros y el año que viene no vendré. A mí me gusta mucho este oficio: todo lo que ganamos, que es muy poco, lo invertimos en el próximo libro. Tenemos que luchar a brazo partido, y yo me siento un poco de todo: ilustrador, artista, editor, educador social. En Aragón es difícil ser cola de león y también cabeza de ratón, pero vamos a seguir”.


Leticia Martínez, autora de ‘Taro el pescador’, está al frente del puesto de APILA, que acaba de cumplir cinco años. Y busca nuevas sendas para sus dibujos. “Experimento, busco, quizá con alguna inseguridad”. Ana Cristina Herreros narra cuentos del mundo y de Aragón, y prepara un proyecto muy bonito sobre ‘Las cuatro estaciones’ y sobre Monegrillo; al lado había varias exposiciones: la de las Mujeres escritores aragonesas -“lo que más me ha emocionado de todo. Una maravilla. Insólita, con buena documentación y muy trabajada”, dice José Luis Melero-, y una inquietante instalación muy narrativa: ‘The other side of death’. El citado Melero en la presentación de su libro ‘Escritores y escrituras’ (Xordica) dijo: “Lo que me gusta es leer. Es mi pasión”. Monzón y los responsables de la Feria del Libro Aragonés desean lo mismo: contagiar la afición a la letra impresa. Y ya hay muchos y nuevos planes para el futuro. El Gobierno de Aragón y su Departamento de Educación, Universidad, Cultura y Deporte “no han dado señales de vida”.