TECNOLOGÍAS

Experiencia de cien días usando el iPad

Una periodista cuenta sus experiencias tras pasar más de tres meses experimentando con el 'gadget' del momento.

El iPad, a examen
El iPad, a examen

Uso cientos de objetos a diario, pero solo uno de ellos despierta tanto interés en los demás. De él se dice que acabará con los libros impresos, salvará al periodismo, terminará con los portátiles, jubilará varias tecnologías y hundirá la industria del porno. Es el iPad, un pequeño y ligero ordenador sin teclado y con pantalla táctil del que Apple lleva vendidas más de 3.270.000 unidades desde abril.

Día 0. Ilusión. Abril. Me llama mi amigo Eduardo. Está en Nueva York y ha logrado comprarme el iPad que le había encargado.

Día 1. Flirteo. Sabiamente, mi amigo ha acompañado el iPad de dos accesorios, una toallita para limpiar la superficie y una funda negra oficial. La toallita la pierdo al instante, así que decido acostumbrarme a que siempre esté sucio. La funda no volveré a quitársela. Resulta manejable, aunque pesa demasiado para llevarlo siempre en el bolso. Mi modelo es el más sencillo y en España cuesta 488 euros. Capricho caro.

Día 2. Odio. Lo enciendo con la ilusión de ponerme a navegar. Primera decepción. Solo funciona si antes se conecta a un ordenador con el programa iTunes actualizado; además, necesita un número una tarjeta de crédito o una tarjeta prepago de Apple. Aprendo rápido: es una máquina pensada para gastar dinero dentro del bonito pero cerrado jardín de Jobs y además no sirve como ordenador principal de un hogar sino como un accesorio.

Día 3. Enamoramiento. Consigo encenderlo. Es emocionante: la pantalla y la interfaz táctil son espectaculares, intuitivas y sencillas. Se navega mucho mejor que en un ordenador. Hasta los portátiles parecen de pronto máquinas engorrosas. Navegar con él es muy físico y natural. Llego a la conclusión de que los textos y las fotos se ven con más calidad que en ningún otro soporte.

Día 4. Decepción. Los vídeos también se ven de maravilla si es que se ven. Me he encontrado con uno de los defectos más graves del iPad: debido a una guerra entre empresas, no soporta la tecnología Flash de Adobe, así que páginas completas aparecen en blanco, además de casi todas las webs de vídeo 'online' excepto YouTube.

Día 5. Adoración. Sacar de casa un iPad es como pasear un cachorrito. Todo el mundo pregunta por él. Día 6. Pasión. Me acostumbro al teclado virtual (cómodo para textos cortos, infernal para los largos como este artículo) y decido animar un escritorio que viene de serie casi vacío. Casi todo hay que descargarlo, gratis o pagando, de la tienda 'online'.

Día 7. Rencor. Intento hacer cosas 'normales' como abrir un documento, bajarme un archivo o introducir en él un capítulo de una serie. No se puede. Hay que instalar aplicaciones 'serias' y buscar trucos no siempre fáciles. En esto se parece más a un móvil que a un PC.

Día 15. Amor incondicional. Instalo un lector de RSS, bajo algún pdf voluminoso, investigo las aplicaciones de los medios de comunicación y descargo un par de libros de las aplicaciones de iBooks, la librería 'online' de Apple, y de Amazon. Descubro por fin que la lectura va a ser el uso que le voy a dar al iPad (como todas las tecnologías, cada uno lo utiliza a su modo). Es la máquina perfecta para leer. Cansa más que las pantallas de tinta electrónica pero es insuperable para los contenidos que no son literatura y que conforman nuestras lecturas cotidianas: pdf, informes, blogs, 'feeds' de RSS. Entiendo que sea la gran esperanza para la prensa escrita. Y para los lectores compulsivos, poder comprar cualquier libro que se nos ocurra en Amazon y poder leerlo al instante es una perdición.

Día 30. Rutina. El iPad ya está plenamente incorporado a mi rutina. Desayuno leyendo el correo electrónico, lo ojeo en el sofá mientras veo la televisión y me acuesto después de echarle un vistazo. Ha conseguido hacerse un espacio en lugares y momentos donde no usaba un ordenador.

Día 45. Dudas. Pienso en venderlo. Estoy todo el día con él. Por la tarde ya me he autoconvencido de que el pobre iPad no tiene la culpa y que lo que debo hacer es abandonar el Facebook y usarlo para leer el 'Finantial Times' por las mañanas y a Dostoievski por las noches. Fracaso, pero me lo quedo.

Día 75. Idilio. Lo llevo de viaje. No quiero volver a montar en tren o en avión sin él. Me sigue desesperando la ausencia de Flash o que solo se pueda hacer una cosa a la vez, pero me compensa. Es un aparato pasivo, mejor para recibir contenidos que para producirlos. Miro mal al portátil y a la impresora. Día 100. Cariño. Me encargan este artículo. Sé que -como casi todo los lo de Apple- será mucho mejor dentro de unos años. Comprendo que no vale para todo, ni para todos. Pero también sé que aquello que hace bien lo hace mejor que nadie. Nuestro amor ha madurado.