Por
  • María Gámez

La solidaridad y el corazón de la montaña

Rescates de montaña.
Rescates de montaña.
K.U.

Los números son en muchas ocasiones clarificadores sobre la ejecución de un trabajo concreto, pero limitar a simples estadísticas la labor de la Guardia Civil implica orillar el enorme componente humano, solidario y emocional que despliegan sus hombres y mujeres. En el caso del Servicio de Montaña, además, ceñirse a esas cifras sería aún más injusto por el riesgo evidente de esta actividad y la lógica intranquilidad que esa exposición al peligro puede generar en padres, madres, parejas o hijos. Hablamos del rescate de vidas, de personas, y eso nunca lo podrán reflejar las estadísticas en toda su magnitud.

Garantizar la seguridad de la gente es la razón de ser de la Guardia Civil desde su origen en 1844, también en el lugar más recóndito imaginable. Incluso en la cumbre de una montaña, por alejada que esté. Hace más de medio siglo que se creó un servicio dedicado en exclusividad a atender estas necesidades, con las primeras Unidades de Esquiadores-Escaladores en el Pirineo, Sistema Cantábrico, Sistema Central y Sierra Morena destinadas a socorrer a las personas accidentadas o extraviadas ante el aumento de las actividades al aire libre en estas áreas escarpadas. Hasta ese momento, los avisos de accidentes se hacían en los puestos, que los atendían con los medios a su alcance, y desde entonces, desde esa semilla con la que empezó todo, el servicio se ha ido adaptando a las nuevas exigencias con la máxima profesionalidad.

En los últimos 40 años, los hombres y mujeres del Servicio de Montaña han rescatado a cerca de 25.000 personas que resultaron ilesas y a 15.000 con heridas. Se han realizado actuaciones con más de 3.200 víctimas mortales, situaciones dolorosas donde el esfuerzo, el apoyo y la empatía de los agentes han tratado de mitigar en las familias el impacto por la pérdida de un ser querido. Insisto en que las cifras dan una idea de la inmensidad de este trabajo, pero pensemos también en las historias personales y las emociones detrás de cada rescate.

Los números son en muchas ocasiones clarificadores sobre la ejecución de un trabajo concreto, pero limitar a simples estadísticas la labor de la Guardia Civil implica orillar el enorme componente humano, solidario y emocional que despliegan sus hombres y mujeres.

El gran número de personas que se trasladan los fines de semana y periodos vacacionales a la montaña, por ocio o para la práctica deportiva, en algunas ocasiones de alto riesgo, obliga a la Guardia Civil a mantener y actualizar un despliegue que permita el acceso a cualquier zona donde sea requerida. Pero la principal grandeza de este servicio se encuentra en el entrenamiento y la preparación técnica y humana de los componentes de los distintos Grupos de Rescate e Intervención en Montaña, repartidos por toda la geografía nacional. Es esta formación, especialización y vocación de servicio público lo que garantiza el éxito en la atención a las personas que se encuentran en riesgo, que tienen la seguridad de que la Guardia Civil es siempre una mano amiga. Tanto es así, que esta institución es una de las más valoradas por la población en nuestro país, y esa confianza no sería posible sin el esfuerzo de sus hombres y mujeres.

La profesionalidad y el esfuerzo de los agentes son bien conocidos por quienes aman este entorno, y la labor de este servicio ha contribuido sin duda a crear una cultura de la seguridad de la que adolecía el país tras el boom de las actividades al aire libre en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado. Los consejos para las personas aficionadas, el trato humano y el cariño a la montaña y al medio ambiente de la Guardia Civil han servido en gran medida para educar a la población en el respeto a un entorno que en ocasiones puede resultar muy hostil.

Este reconocimiento al Servicio de Montaña no puede circunscribirse a los más de 320 hombres y mujeres que lo integran actualmente, o a quienes han vestido este uniforme y han dado lo mejor de sí mismos a lo largo de casi 60 años. Debe ser extensible a más personas. Me refiero a otros compañeros y compañeras guardias civiles sin cuya ayuda esta labor de rescate no sería posible, especialmente del Servicio Aéreo, pero también al personal sanitario de las comunidades autónomas con las que existen acuerdos de colaboración que contribuyen a dar una atención médica y de calidad a las víctimas, aumentando así las posibilidades de salir indemne de una situación de riesgo. Este reconocimiento debe llegar, además, a equipos de emergencia, personal voluntario de Protección Civil y montañeros profesionales que tanto apoyo ofrecen cuando se requiere su cooperación.

No puedo terminar sin un recuerdo y homenaje a todo el personal de la Guardia Civil que se ha dejado la vida en lo más alto y escarpado de nuestro territorio cuidando de los demás. Son quienes orientan los pasos de los hombres y mujeres del Servicio de Montaña en el momento más oscuro de la noche y en el punto más abrupto del monte para que todo el mundo, guardias civiles y amantes de la montaña, pueda volver a casa ‘sin novedad’. Porque en este trabajo hay estadísticas, pero sobre todo hay solidaridad, profesionalidad y corazón.

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