premio Antonio Mompeón Motos de Periodismo

José Joly: "La información local no es prescindible, en ello le va al ciudadano su calidad de vida"

José Joly Martínez de Salazar, presidente del grupo de comunicación Joly, recibe el premio Antonio Mompeón Motos de Periodismo.

José Joly, en la redacción de ‘Diario de Sevilla’, una de las nueve cabeceras del grupo.
José Joly, en la redacción de ‘Diario de Sevilla’, una de las nueve cabeceras del grupo.
Roberto Asensio

Este año el premio Antonio Mompeón Motos de Periodismo recae en José Joly Martínez de Salazar, quinta generación de una familia editora y que no considera este galardón "solo mío, pues quienes realmente se lo merecen son mis mayores: mi tío, mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo y el fundador de Federico Joly y Cía". Joly agradece el que entiende como "un premio colectivo, a una familia y sus trabajadores y a una manera de entender el periodismo". 

Con raíces en 1867, año en que fue fundado ‘Diario de Cádiz’, el Grupo Joly que él preside es la empresa periodística más antigua de España. Hoy edita nueve cabeceras pegadas al territorio en Cádiz, Jerez, Algeciras, Sevilla, Córdoba, Huelva, Granada, Málaga y Almería, al tiempo que afronta la transformación digital.

Pertenece a la quinta generación de una familia editora, la que fundó ‘Diario de Cádiz’ hace 154 años. ¿Pasó alguna vez por su cabeza no ser editor?

Mi predisposición era participar en el negocio familiar, en lo que me hubiese correspondido, sin mayor pretensión ni mayor prisa, pero, al ser el mayor de mis hermanos, la muerte prematura de mi padre con 56 años, en 1987, aceleró mi incorporación al negocio. Ahora me corresponde recoger este premio Antonio Mompeón Motos, pero mi mérito es muy poco, se basa en la generosidad de mi tío y de mi familia y en las enseñanzas de mi padre y de mi abuelo. Ese espíritu está ahí, te has educado en ello; es un legado de honradez profesional, una línea recta, de seriedad y trabajo.

¿Qué supone ser depositario de un legado tan valioso, en un camino lleno de dificultades, ante las que otras empresas familiares pierden su independencia o desaparecen?

El secreto de la supervivencia de una empresa durante tantos años está en ser muy independientes. Un año después del nacimiento de ‘Diario de Cádiz’, tenía lugar la Revolución de 1868, la Gloriosa, con epicentro en Cádiz, a resultas de la cual cayó la monarquía de Isabel II, vino la I República, el movimiento cantonalista, la restauración monárquica de Alfonso XII..., en fin, la convulsa historia de España del último siglo y medio. Y hemos sabido conservar nuestra neutralidad, nuestro carácter, independientemente de las coyunturas políticas. Y también es muy importante que hemos tenido una base industrial y que era el medio de vida de una familia y sus trabajadores. El fundador planteó el periódico como un negocio a largo plazo; ya era propietario de una industria gráfica y conocía las debilidades del sector. Por eso fundó un periódico independiente, que fuese esencialmente informativo, no exento de opinión, pero basada en lo que él llamaba –en el editorial del primer número– "los intereses materiales y morales de Cádiz y su departamento". Arraigó muy pronto. Y hemos sobrevivido tantos años porque hemos seguido siendo independientes y no hemos buscado obtener aceleradamente beneficios políticos, sociales o de influencia, sino prestar un servicio.

"El secreto de la supervivencia de una empresa tantos años está en la independencia, tener base industrial y entender el negocio como el medio de vida de una familia y sus trabajadores"

Con raíces en 1867, el Grupo Joly es la empresa periodística más antigua de España. Algo así solo se consigue en constante evolución. ¿Es cada vez más difícil?

Supongo que sí, aunque evaluar la dificultad con los criterios de hoy día resulta un ejercicio muy difícil. Ha habido épocas como la Guerra Civil, cuando fuimos calificados por el Régimen de prensa liberal y hubo un intento de refundar nuestra cabecera, de modificarla; probablemente la habilidad de mi abuelo lo impidió. Nosotros siempre hemos tenido respeto pero desapego hacia el poder político. Si nos hubiéramos apasionado en exceso con cualquiera de los regímenes y las tendencias de cada época, seguramente hubiéramos sucumbido con ellas. También tuvimos el privilegio de vivir la ilusionante Transición y lo que representó para el sector: se multiplicaron las ventas, creció la autoestima de los editores y de los periodistas... Hasta la crisis de 2007-08, probablemente la más grave a la que se ha enfrentado una empresa periodística desde su creación. Es verdad que hubo una crisis económica, pero también un trasvase de ingresos publicitarios hacia las grandes plataformas tecnológicas muy acelerado: de 2007 a 2010. Las empresas periodísticas tuvimos muy poco tiempo para adaptarnos a unas circunstancias terribles y no pudimos mantener nuestras plantillas, algo que –no seamos ingenuos– ha repercutido en nuestra reputación ante la opinión pública. Veníamos de años de prosperidad y eso nos permitió, a las que teníamos vocación de largo plazo y buena implantación, adaptarnos, mientras otros muchos sucumbieron.

"El futuro es dar noticias de calidad, con profesionalidad y fiabilidad y respetando las reglas inmutables del periodismo, en los lenguajes y formatos de la era digital"

¿Cuáles son hoy los principales retos?

Ante todo seguir respetando las viejas reglas del periodismo, esta es la esencia del negocio: independencia, profesionalidad, veracidad, fiabilidad, objetividad, sin embargo, aunque amemos profundamente el papel, está claro que el futuro no está ahí. El futuro es dar noticias de calidad, con profesionalidad y fiabilidad y respetando estas reglas inmutables, en los lenguajes y formatos de la era digital. Parece indiscutible que este es el gran reto: ver si somos capaces de entender cuáles son esos lenguajes de la era digital y transformarlo en rentabilidad.

¿Cómo afrontan la transformación digital?

Hoy conviven tres negocios: el negocio del papel, la web abierta y el negocio más esperanzador y que probablemente garantizará nuestro futuro, que es el pago por contenido. El papel está en regresión, pero aún con un peso importante en la estructura de ingresos, en la dedicación de la plantilla y la mentalidad de la redacción y con unos lectores fieles, de cierta edad; un negocio del papel que nos diferencia de las publicaciones nativas digitales y que conecta con nuestra tradición y con nuestra reputación. La web abierta, gratuita, genera unas enormes cifras de tráfico y –ya sea por publicidad programática, por publicidad digital planificada o acuerdos con grandes anunciantes que combinan el papel y lo digital– ha generado un nuevo ingreso, probablemente no suficiente para mantener estructuras informativas complejas como las que necesitamos las empresas periodísticas. Y luego está el tercer negocio, el del pago por contenido, las suscripciones digitales, en el que estamos todos trabajando. Tenemos claro que para tener éxito en este mundo hay que prepararse durante años, y llevamos ya algunos en ello. Conseguir que nuestros lectores más fieles paguen por nuestros contenidos no es proceso fácil. Llevará años, pero confiamos en lograrlo. El camino estará lleno de dificultades y quien tenga prisas fracasará.

¿Le preocupa el relevo generacional de los lectores?

Mucho. Lo que más. La gente joven no se interesa nada por el papel y, a su manera, están informados. Hay que atraerlos, cortejarlos, con una correcta utilización de los nuevos lenguajes, adaptada a sus gustos. Y está claro que eso no es el papel, por mucho que nos apasione y entusiasme. La renovación generacional es la clave del asunto: atraer a la gente joven. Hay que adaptarse a esos nuevos lenguajes, que están en constante evolución, y también buscar la cooperación con los grandes gigantes tecnológicos en lugar de lamentarse. Los malos editores se fustigan y achacan a estos gigantes tecnológicos sus fracasos o su ausencia de éxito, pero el mundo es como es, y Google, Facebook, Amazon existen y hay que aprender a convivir, en defensa de nuestros intereses, claro está, pero buscando la cooperación. No se gana nada exigiéndole a Google, de una forma un poco quijotesca, que nos pague verdaderas fortunas, si eso no se materializa en cosas concretas. Será más inteligente negociar con ellos y procurar que el legislador nos acompañe, pero en un proceso cooperativo, con enfoque práctico, no de enfrentamiento ni de tensión procesal.

¿Conectarán los medios de comunicación con esos nuevos públicos y estarán dispuestos a pagar por el periodismo de calidad?

Parece lógico pensar que un pequeño porcentaje, en torno al 1, al 2% de los usuarios únicos que nos visitan sean fieles, les guste de verdad el periódico y pudieran estar en disposición de pagar por ello. Primero hay que identificarlos y cortejarlos. Vencer la resistencia de la gratuidad. Muchos abandonaron la compra del papel pero no su lectura, algunos combinan papel y digital. Estamos en una situación paradójica: nunca hemos tenido tantos lectores y sin embargo generamos menos ingresos. Entendemos que no hay una desafección por nuestros contenidos, interesan y mucho, el problema es definir bien el modelo de negocio. Estamos ante la sustitución del negocio tradicional del papel por la correcta adaptación a los nuevos formatos. Pero los contenidos periodísticos siguen interesando y el periodismo profesional es cada vez más necesario. Es insustituible. Si a eso añadimos la desorientación, la confusión que produce esa extraña mezcolanza de las redes sociales, de la mezcla de propaganda y de información, de la presión que determinados medios digitales pudieran ejercer en el acelerado intento de consecución de objetivos comerciales, todo eso hace que las cabeceras periodísticas que hemos acreditado seriedad y fiabilidad durante años tengamos una reputación de partida que nos permita sobrevivir mejor.

El Grupo Joly apuesta por la pequeña escala: solo en la provincia de Cádiz editan tres cabeceras: el fundacional ‘Diario de Cádiz’, el ‘Diario de Jerez’ y ‘Europa Sur’. En estos tiempos difíciles para la prensa en general, ¿qué hace fuerte al periodismo de proximidad, a la prensa local, como ventana abierta al territorio? ¿El interés por informarse de lo cercano sigue teniendo tirón pese a la infodemia, la sobreexposición informativa que nos rodea?

Contamos con esa ventaja. Recuerdo un cambio de impresiones con responsables de cabeceras nacionales que presumían de tener mejor futuro; yo me sonreía porque tenemos mejor futuro las buenas cabeceras locales que las nacionales. Porque la información local no es prescindible para ningún ciudadano, en ello le va su calidad de vida. Estar informado de lo que hace su ayuntamiento, de cómo son sus carreteras, su universidad, sus servicios sociales, la calidad de sus hospitales y sus colegios, la moralidad de sus políticos, si le suben o no los impuestos, las obras de las calles... son cosas que importan, y mucho. Así como conocer sus tradiciones: ¿quién le puede contar mejor el carnaval de Cádiz que el ‘Diario de Cádiz’ que lleva haciéndolo tantos años?, ¿quién va a contar mejor la Semana Santa de Sevilla que el ‘Diario de Sevilla’?

"El buen periodismo está ahí, disponible. Debemos distinguirnos de otras formas de comunicación, legítimas, pero que no son periodismo profesional"

¿Es optimista ante el futuro de la prensa?

Veo el futuro con esperanza. Difícil pero esperanzador. Se dan las circunstancias para, trabajando duro, experimentar con los nuevos lenguajes digitales para conectar con esas audiencias dando un producto de calidad. Tenemos una materia prima muy exclusiva: la información local. Y mantener esa web gratuita abierta ofrece muchas posibilidades porque estamos alcanzando cifras espectaculares: Google Analytics ha llegado a darnos 17 millones de usuarios únicos. Ahí hay masa crítica si somos capaces de seleccionar a ese 1% que verdaderamente es parroquiano, afín, ‘partidario’ en el lenguaje de los toreros, que sienten el periódico como algo propio. En diarios tan antiguos como el HERALDO o el ‘Diario de Cádiz’ hay cinco o seis generaciones de aragoneses o gaditanos que sienten por el periódico algo especial –aunque también se puede ser más crítico, como pasa con la familia–. Pero ahí hay una relación que, si se sabe reconducir, nos da un fundamento para tener futuro. No va a ser fácil y va a llevar años. Resulta apasionante y también inquietante. No está garantizado que lo logremos, pero cuesta imaginar un mundo sin periodismo. A corto o medio plazo, al papel todavía le queda recorrido y sobre todo es un buen sustrato para poder hacer la transición de manera ordenada, sin las precipitaciones que han llevado a muchas empresas periodísticas a malgastar esfuerzo, dinero y recursos. Los primeros periódicos que estrenaron las fórmulas de pago hace años se pegaron un batacazo monumental. Hay que ser muy cautelosos y cooperativos. También desde el punto de vista corporativo. Esforzarnos todos en recuperar el prestigio perdido. Que la opinión pública perciba que somos fiables.

En tiempos de incertidumbre y desorientación, y en medio de tanta desinformación, ¿cobra fuerza la credibilidad de los medios de comunicación?

Tenemos que hacer valer el periodismo profesional como necesario ante personas que tienden a recibir información liviana o sacralizan libros de autoayuda. El buen periodismo está ahí, disponible. Debemos distinguirnos de otras formas de comunicación, legítimas, pero que no son periodismo profesional. Si no somos capaces de hacerles ver la diferencia..., es que lo hemos hecho mal. Podemos caer en ese espectáculo, un poco grotesco, del aristócrata arruinado que espera ser tratado como el señor marqués. Las empresas periodísticas, y en concreto los editores de prensa, quizás hemos estado sobrevalorados –procuro ser autocrítico– y corremos el riesgo de que se nos vea como gente del pasado, como nobles arruinados con pretensiones. No debemos tenerlas, sino acercarnos con mucha humildad al lector, adaptarnos a sus gustos pero, eso sí, con las viejas reglas del periodismo. Si las abandonamos, entonces sí que no tenemos futuro. Si dejamos de creer en la independencia, la profundidad, la veracidad, la objetividad, la fiabilidad, y nos adaptamos a modas y gustos cambiantes, a hacer información liviana, a perder de vista el largo plazo, a buscar complacencias de políticos, instituciones o anunciantes con una visión cortoplacista, estamos completamente muertos, porque hay gente que hace eso mucho mejor que nosotros, han nacido sin esos valores.

La quinta generación de una familia editora

Creció oyendo el trajín del periódico y el ruido de la rotativa. ‘Diario de Cádiz’ ocupaba casi una manzana en la que estaban incluidas las instalaciones industriales, administración, redacción y talleres, y las dos viviendas de la familia Joly. "El fundador, mi tatarabuelo, ya vivía allí, esa casa la heredó mi abuelo y comunicaba –por escaleras, pasadizos y azoteas– con el periódico y con la casa de mi tío Federico, el mayor de los hermanos", recuerda José Joly Martínez de Salazar, que nació en Cádiz el 23 de julio de 1964. En casa de sus abuelos, desde lo que se llamaba el corredor de la imprenta, "uno se asomaba y veía el taller y cuando, por la noche, mi abuelo no oía la rotativa, se ponía un batín y se asomaba si intuía que podía haber algún problema". Aquel niño que jugaba a ser equilibrista con las bobinas de papel y que hoy preside el Grupo Joly, pertenece a la quinta generación de una familia editora que se inicia en 1867 con la fundación de ‘Diario de Cádiz’ por parte de su tatarabuelo, Federico Joly Velasco.

Al fundador le sucede su hijo Federico Joly Diéguez en 1918 y a este el suyo, Federico Joly Díez de la Lama en 1924. La cuarta generación la forman los dos únicos hijos de este último, Federico y José Joly Höhr, que fallecen en 1999 y 1987 respectivamente y que llegaron a mantener entre ambos el 100% del capital de la empresa que, hoy en manos de sus hijos, es la empresa periodística más antigua de España.

José Joly Martínez de Salazar es licenciado en Derecho y diplomado en Alta Dirección de Empresa por el Instituto Internacional San Telmo y, con 23 años, se incorpora prematuramente a la empresa familiar como consejero delegado con motivo de la muerte de su padre, José Joly Höhr, el año 1987. En aquel momento, la empresa editaba ‘Diario de Cádiz’ y ‘Diario de Jerez’ y tenía la industria gráfica Ingrasa. Apoyado por la generosidad y la ‘auctoritas’ de su tío Federico, el joven Joly "solo debía no estropear lo que mis mayores habían hecho bien". Son para él años apasionantes, de ilusión colectiva, un momento en que "la prensa, que tanto había aportado a la Transición, se convierte en un factor de estabilidad, de prosperidad, de seguridad, fiabilidad e influencia en el buen sentido de la palabra". Todo hace de aquel "un negocio muy atractivo: nos sentíamos unos privilegiados", reconoce.

En 1989, se inauguran las nuevas instalaciones industriales: rotativa, cierre, preimpresión e imprenta comercial de Puerto Real, y se comienza a editar el nuevo periódico para el Campo de Gibraltar, ‘Europa Sur’. En 1992, se pone en marcha la distribuidora de prensa Joldis. Y, dos años después, Inversiones Radiofónicas Río San Pedro.

Comienza una etapa de crecimiento. Hasta entonces, "nuestra propia marca nos limitaba geográficamente a la provincia de Cádiz. Analizamos el mercado andaluz y pensamos que podíamos intentar ser el grupo regional de referencia en Andalucía", declara. A ello se ponen a mediados de los noventa: "Veníamos de unos años muy productivos en cifras de difusión, audiencia, publicidad, fortalecimiento de la redacción, rentabilidad..., qué mejor destino que crecer". En 1998, José Joly es nombrado presidente de Federico Joly y Cía. y se inicia la expansión por el resto de Andalucía: ‘Diario de Sevilla’ en 1999, ‘El Día de Córdoba’ en 2000, ‘Huelva Información’ en 2002, ‘Granada Hoy’ en 2003, ‘Málaga Hoy’ en 2004 y ‘Diario de Almería’ en 2007.

Su estrategia en los últimos años, en los que han debido lidiar con la crisis que azota el sector, es "representar funciones de prensa regional pero a través de marcas locales". Mientras los lectores perciben cada marca local, los anunciantes consideran que los periódicos que integran el Grupo Joly funcionan como una marca regional con nueve ediciones.

José Joly pertenece a los patronatos, consejos o juntas directivas de diversas fundaciones y entidades y es académico de honor de la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz y de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras. Está casado con la sevillana Marita Rufino y es padre de dos hijos: José, de 21 años, y Candela, de 17.

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