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David Felipe Arranz: "El periodismo debe contar la verdad, y no maquillarla"

El filólogo, periodista y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid publica ‘Las cien mejores películas sobre periodismo’ (Cacitel)

Arranz escribe en prensa y dirige ‘El marcapáginas’ en radio.
David Felipe Arranz escribe en prensa y dirige ‘El marcapáginas’ en radio.
Archivo D. A.

¿Cuántas películas ha visto David Felipe Arranz para escribir ‘Las cien mejores películas sobre periodismo’?

Unas 350. Aunque más de un centenar ya las había visto, las he revisado para el libro. Otras, auténticas sorpresas, las he descubierto en el transcurso de la escritura del libro, como ‘Círculo de engaños’, de Volker Schlöndorff; ‘Novinar’, de Fadil Hadzic; ‘Una noche de claro de luna’, de Lina Vertmüller; ‘La pacifista’, de Miklós Jancsó; ‘Mil millones’, de Henri Verneuil; ‘La muerte en directo’, de Bertrand Tavernier, o ‘Judith Therpauve’, de Patrice Chéreau, joyas olvidadas de nuestra filmoteca europea. En cualquier caso, el amante del cine ve películas a lo largo de toda su vida.

¿Por qué dice que el cine quizá sea el género que mejor ha entendido al periodismo?

Ambas disciplinas comparten muchos puntos en común, entre ellos la habilidad para construir un relato, el proceso de investigación de una buena historia de vida, la arquitectura de los personajes, etc. Ni los más sesudos estudios de medios han entendido tan bien al quehacer informativo como Billy Wilder, Richard Brooks o Sam Fuller, entre otras cosas porque ellos también fueron periodistas.

Vayamos con un poco de historia. El periodismo es objeto de interés del cine bien temprano. Ya en 1914 se acerca a él Chaplin.

En el cortometraje ‘Charlot periodista’ (1914), de Henry Lehr-man, cuyo título original es ‘Ganándose la vida’ y que es toda una delicia. Destacamos también ‘Amor y periodismo’ (1916), mediometraje sueco de Mauritz Stiller, que marca la pauta de muchos argumentos venideros: la rivalidad entre los rotativos, las primeras mujeres periodistas, los futuros paparazzi en germen ya entonces, el ‘peligro’ de que una cercanía excesiva con tu entrevistado haga que brote algo más que el cariño… Es delicioso.

Ofrece distintas tipologías. ¿Qué le interesa al cine, qué visiones ofrece, en qué se fija?

En el que considero ya como un subgénero, el cine sobre periodismo recurre a tramas de reporterismo de guerra o en zona de conflicto, como ‘Welcome to Sarajevo’, de Michael Winterbottom; comedias románticas sobre la profesión, como ‘Íntimo y personal’, de Jon Avnet; reportajes reales llevados a la gran pantalla, como ‘A sangre fría’, de Richard Brooks; retratos de una época, como el que hace Fuller en ‘Park Row’; críticas a la mala praxis, como la de Billy Wilder en ‘El gran carnaval’; el cruce entre el género negro y el periodismo, ya bautizado como ‘noir journalism’, del que destacan, por ejemplo, ‘La ciudad cautiva’, de Robert Wise, o ‘Zodiac’, de David Fincher… En todas ellas prevalece la pasión insaciable por lo que hacemos.

Analicemos dos películas muy distintas: ‘El cuarto poder’ y ‘Ciudadano Kane’…

Richard Brooks y Orson Welles se centran respectivamente, pero desde una perspectiva distinta, en cómo los propietarios de los grandes medios en muchas ocasiones traicionan el fin último del periodismo, que es la búsqueda de la verdad. En ‘El cuarto poder’ -por cierto, un magnífico recital interpretativo de Humphrey Bogart-, un diario independiente de Nueva York, ‘The Day’ -basado en el caso de ‘The New York Sun’-, tiene que luchar a la vez contra un peligroso gánster, cuyas extorsiones investiga la redacción, y contra las hijas del recientemente fallecido propietario, que quieren cerrar el rotativo porque carecen de ese sentido de servicio a la comunidad. El caso de Welles y del retrato de William Randolph Hearst sobresale por sus implicaciones artísticas, antropológicas y simbólicas.

¿Cuándo van unidos periodismo y política?

Cuando en el periodista que cubre la información política de un líder poderoso se produce a veces un efecto de fascinación o empatía por la propia convivencia, como en ‘El político’, de Robert Rossen, en la que Broderick Crawford como el candidato corrupto, y John Ireland como el periodista, mantienen un soberbio duelo interpretativo. Elia Kazan también lo recoge en ‘¡Viva Zapata!’ en la figura del periodista Fernando Aguirre creada por John Steinbeck.

¿Cómo trata el cine al héroe del oficio, al corresponsal? Un caso especial sería ‘Rojos’.

El cine de corresponsales en territorio de conflicto bebe del género bélico, ‘También somos seres humanos’, del de espionaje, ’Enviado especial’, y del de aventuras, ‘El americano impasible’, de ahí que sea especialmente cinematográfico por sus grandes dosis de acción. El caso de ‘Rojos’, de Warren Beatty, es emblemático, porque se trata de una excelente adaptación del libro ‘Diez días que conmovieron al mundo’ (1919), de John Reed, periodista que fundó el Partido Comunista de los Estados Unidos.

Periodismo suele ser sinónimo de verdad. ¿Qué películas intentan desentrañar esta búsqueda?

Todo ejercicio de investigación periodística está orientado al esclarecimiento de la verdad, salvo que el periodista se haya corrompido por los muchos y tentadores mecanismos de los que se sirven los amos del poder, especialmente económicos si se trata de un tema que puede sacar a la luz pública un desajuste importante en las cúpulas de las élites del poder. Así, podríamos citar la excelente interpretación de Kate Beckinsale en ‘Nada más que la verdad’, de Rod Lurie, basada en el caso real de la periodista de ‘The New York Times’, Judith Miller, acorralada por un despiadado fiscal general que consigue encarcelarla.

El cine también ha sido muy duro con el oficio. ¿En qué se equivoca a veces el periodismo?

Se equivoca rotundamente en sacar provecho económico y profesional del sufrimiento de los demás, como en ‘El gran carnaval’ o ‘Nightcrawler’, ambas basadas en hechos reales. Se equivoca en el plagio de trabajos ajenos firmados como propios, como en ‘El precio de la verdad’.

¿Ha hallado referencias o situaciones como la que vivimos?

Sí. ‘El síndrome de China’, de James Bridges, con Jane Fonda y Michael Douglas como dos intrépidos periodistas de un noticiario televisivo que han de cubrir una noticia sobre los fallos de seguridad de una central nuclear. Se estrenó el 16 de marzo de 1979, solo doce días antes del accidente de la planta de energía nuclear de Three Mile Island, en Dauphin County (Pensilvania).

En tiempos de coronavirus, ¿para qué sirve el periodismo?

Debería servir para contar la verdad de lo que ocurre y no para maquillarla. ¿Se ha informado bien desde el principio, cuando los grandes medios le quitaban importancia a la pandemia? ¿Se ha perseguido a quienes trataban de contar una versión “no oficial”? Y, lo más importante: ¿vivimos en un país que siente la necesidad de ser informado por una pluralidad de medios? El coronavirus ha sentado simbólicamente al sistema del periodismo español en el banquillo, demasiado acostumbrado a la nota de prensa institucional: vamos a ver lo que ocurre cuando las aguas vuelvan a su cauce y enterremos a nuestros 25.000 muertos. En Francia, Estados Unidos y Reino Unido se han publicado reportajes documentadísimos sobre el coronavirus. ¿Y en España?

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