Mikel Ayestarán: "Los periodistas tenemos menos poder del que pensamos"

El reportero recorre en su último libro los puntos más maltratados por el Estado Islámico en Iraq y Siria.

Mikel Ayestaran, cubriendo una información en Nepal
El reportero Mikel Ayestaran, premio Porquet de Periodismo Digital

Después de cuatro años cubriendo el "terror" del grupo terrorista Estado Islámico (EI), Mikel Ayestarán considera que los periodistas "tenemos menos poder del que pensamos", ya que todas las noticias, crónicas y reportajes sobre el terreno "posiblemente no vayan a ayudar en nada" a las personas que viven bajo el yugo yihadista.

El reportero recorre en su último libro, 'Las cenizas del califato', los puntos más maltratados por EI en Iraq y Siria, desde la proclamación del califato en el 2014 hasta su derrota militar el año pasado.

Ayestarán asegura que el libro no pretende ser un análisis objetivo sobre el terrorismo yihadista, sino que está escrito en primera persona y en presente, un tono con el que pretende "humanizar" la historia del autoproclamado califato a través de las voces de sus víctimas.

Mikel Ayestarán (Guipúzcoa, 1975) es periodista freelance desde el año 2005. Ha cubierto los principales conflictos de Oriente Medio para diferentes medios de Vocento y para la radio televisión vasca EiTB. Además, es cofundador de la revista de periodismo internacional 5W.

En su libro ha apostado claramente por la narración y por los testimonios en primera persona. ¿Por qué?

Hay muchos libros sobre el califato y Estado Islámico, pero hay muy pocos escritos dentro del califato, en primera persona y en presente. Mi máximo esfuerzo ha sido que ese "yo" sirva como vehículo de todas las voces con las que me he encontrado. Me parecía el tono más cercano para humanizar este fenómeno.

Tras su paso por Iraq y Siria, este grupo terrorista sólo ha sembrado terror y destrucción. ¿Qué huella deja algo así a corto, medio y largo plazo?

A corto plazo, te encuentras con una población en estado de shock. Los sirios y los iraquíes no son musulmanes salafistas y yihadistas, no son así. Ahora mismo la herida sigue estando muy abierta, con gente que se pregunta todavía qué ha pasado.

Por desgracia, si desde el exterior no se les ayuda de una forma urgente y masiva, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que vuelvan a hacer otro grupo con una etiqueta diferente pero una ideología similar.

 ¿Qué ha diferenciado a esta cobertura del resto de sus experiencias como periodista?

Lo que ha distinguido a este grupo es la capacidad que han tenido de ser relevantes desde el punto de vista informativo. Han hecho tan bien su trabajo de propaganda y han sobredimensionado tanto su amenaza que era poner EI, ISIS o Dáesh en un titular y ya lo tenías prácticamente hecho todos los días.

Una de sus críticas es que "la paz no vende". ¿Se aprende más de un conflicto en el frente de batalla o visitando las zonas ya "pacificadas"?

Es tener un equilibrio. Nosotros somos unos "plumillas" y necesitamos historias y contexto, y eso no lo vas a encontrar en el "frontline". Ahí no hay más que disparos. Tienes que dar un paso atrás y buscar esa primera escuela que se ha abierto, esa familia que está enterrando a sus familiares, esa madre que está ansiosa porque vuelva su hijo del frente...

Dice en el libro que, tras el inicio de una cobertura, "el circo se pone en marcha y los periodistas somos los payasos en ese circo de gloria". ¿Se has sentido alguna vez violento en este tipo de situaciones?

No violento, te sientes incómodo, sobre todo en lugares como Gaza o Mosul. En Mosul estábamos todas las televisiones, todos los periodistas, todo el mundo estaba allí.

Al final vas con prisa, tienes que llegar al informativo, entrevistas a la gente de mala manera, rápido, hay 18 que ya han entrevistado a alguien delante de ti... Realmente no te importa demasiado lo que te están diciendo, aunque te gustaría hacerlo, pero estás más preocupado por llegar a tiempo... Es así.

Antes las coberturas podían durar semanas, ahora, días. ¿Esto a qué se debe?

Son los nuevos tiempos que vivimos, con las redes sociales y la inmediatez. Imaginemos, por ejemplo, un atentado. Hay uno en Londres a las 8 de la mañana y a las 11 es que ya hemos hecho de todo. Llegas a las 3 del mediodía y te piden que des algo nuevo. Esa inmediatez ha afectado a nuestro trabajo y también afecta a la profundidad.

Siria, Iraq y Afganistán aparecen con más frecuencia en los medios después de un atentado o una ofensiva militar. ¿Con esto se ofrece una imagen distorsionada de estos lugares?

No lo creo. En internet puedes encontrar todas las visiones que quieras, con mayor o menor profundidad. Tienes que ser selectivo y elegir. Esta es una parte más de esa realidad, pero es la que, como dicen los editores, "vende".

Yo no soy el que determina cómo está el mercado ni establece la agenda, pero sí que es cierto que este tipo de imágenes más belicosas venden mucho más. Igual es el lenguaje audiovisual al que estamos acostumbrados. También es nuestra culpa.

Habla en varias ocasiones de esa impotencia del periodista, de no poder ayudar más que con la narración de una historia. ¿Le ha resultado difícil separar lo personal de lo profesional en sus coberturas?

Tienes que ir de cara siempre. Hay situaciones de desesperación en las que la gente ve un extranjero y cree que le va a dar una ayuda, pero posiblemente su trabajo no le vaya a ayudar en nada. Eso lo vemos en sitios como en Gaza, que están muy trillados por la prensa. Yo creo que tenemos menos poder del que pensamos.

En un capítulo del libro entrevista a un salafista de la Franja. ¿Por qué es necesario contar con estos testimonios?

Creo que este tipo de entrevistas tienen espacio en libros de ensayo como este, no creo que sean una apología ni mucho menos. En un medio seguro que no lo iban a publicar. Me parece un testimonio directo del victimario, de la persona que está detrás de todo este dolor que han sufrido todos los protagonistas del libro.

En varias ocasiones ha repetido que la única forma de acabar definitivamente con el califato es a través de la educación. ¿Hay voluntad para ello?

Se trata de un proyecto a muy largo plazo, pero que hay que empezar en algún momento. El problema que tenemos en estos países, en estas zonas arrasadas por la guerra contra el EI, es que ahora mismo las necesidades más urgentes son otras. Las necesidades son vitales.

Dicho esto, es tan difícil como urgente. Hay que ponerse a trabajar ya. Y para eso, es imprescindible una ayuda externa, que se destine al menos una mínima parte de lo que se ha gastado para bombardearles en rehabilitar y abrir escuelas.

En definitiva, poner en marcha proyectos que permitan a esta gente, al menos, no volver a caer en la obligación de tener que combatir en un grupo de estos por un plato de comida, que es lo que ha pasado en muchos casos.

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