Dos reflexiones sobre la peor cara de las redes sociales

María Frisa y Juan Soto Ivars presentan sendos libros en torno al "linchamiento" y el acoso digitales.

Juan Soto y María Frisa, el pasado jueves, en el Paraninfo.
Juan Soto y María Frisa, el pasado jueves, en el Paraninfo.
Guillermo Mestre

El verano de 2016, el nombre de María Frisa saltó del ámbito de la literatura infantil y juvenil cuando uno de los libros de su serie ‘75 consejos’ fue acusado en las redes sociales –cuatro años después de ser publicado– de fomentar el acoso escolar y de machista. La denuncia partió de una joven y fue amplificada por un ‘youtuber’ que promovió una campaña para censurar el libro, pese a haber reconocido que no lo había leído. En tres días, la petición a la editorial para que retirara el libro reunió 30.000 firmas. Ahora, la escritora, que vive en Zaragoza, acaba de publicar ‘75 consejos para sobrevivir a las redes sociales’, en el que, dice, ha usado un tono "menos gamberro" del suyo habitual y con el que pretende orientar a los jóvenes en este sentido con la "nueva conciencia del ‘bullying’ que tengo". Como siempre, Frisa recurre a su protagonista, la joven Sara, bien conocida de sus lectores. Pero añade los consejos del abuelo. Y una apostilla final firmada por ella misma en un libro dedicado a "los que jamás lanzan piedras"; a "esas personas que, cuando su punto de vista no coincide con el tuyo lo expresan con respeto".

No todo fue negativo para María en aquel trago. La editorial la apoyó, también muchos de sus compañeros, y se hizo un nuevo amigo: Juan Soto. El escritor y periodista (que la defendió entonces en sus artículos) se interesó por su caso y lo ha incluido en su libro ‘Arden las redes’, en el que trata de poner puertas reflexivas a un campo, el de las redes sociales, en el que cada día explota una nueva mina. Ambos presentaron el pasado jueves sus respectivos libros en un acto conjunto en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.

Con ejemplos concretos, Soto denuncia lo que, a su juicio, son "linchamientos digitales" que conducen tanto a la censura como a la autocensura. "Una cosa es lo que tú decides que puedes decir o no y otra es que no lo digas por miedo", dice. "Ahora –añade–, cualquier mindundi puede acusar añadiendo las etiquetas bien puestas".

Soto reúne en el ensayo muchos y variados ejemplos de esos "linchamientos" que, sostiene, "necesitan de los titulares de la prensa" para magnificarse. Aborda muchas aristas del asunto. Por ejemplo, a través de la figura de Jorge Cremades, actualmente en la picota por su humor tildado de machista, plantea la arbitrariedad a la hora de elegir a los encausados (se toma un cabeza de turco mientras se deja pasar, aleatoriamente, otros casos que podrían ser análogos). También pone sobre la mesa el papel de los medios de comunicación, ilustrándolo con el escándalo de Vigalondo y un tuit sobre el holocausto que le costó su relación laboral con ‘El País’. Aquella fue una de las primeras polémicas tuiteras a las que ahora estamos tan acostumbrados.

La corrección política o "el placebo que las buenas causas pueden suponer a la hora de coartar la libertad de expresión" son también cuestiones que pasean por el libro. "Los que linchan en las redes no tratan de hacer un mundo mejor, sino que prefieren arremeter contra alguien que hacer algo en la vida", argumenta Soto.

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