En la antesala de los premios brillaron la complicidad, la ironía y el cariño a la prensa

Invitados de distintas esferas sociales y políticas se citaron en la planta de impresión.

Javier Lambán y Soraya Sáenz de Santamaría hicieron un aparte para conversar unos minutos. En primer plano, a la derecha, Luisa Fernanda Rudi y Manuel Pizarro.
Javier Lambán y Soraya Sáenz de Santamaría hicieron un aparte para conversar unos minutos. En primer plano, a la derecha, Luisa Fernanda Rudi y Manuel Pizarro.
Marco/Duch/Mestre

Los Premios Heraldo eligieron una noche ideal. Cálida, de un viento suave. Alguien dijo a los primeros invitados que iban llegando: "¡Bienvenido a la fiesta de los Goya!". Sonrisas. Pilar y Fernando de Yarza Mompeón, presidenta editora y vicepresidente de HERALDO, recibían a la gente. Y con ellos, estaban Fernando, Íñigo y Paloma de Yarza López-Madrazo, alegres. Había muchos motivos de satisfacción.


El diario cumple 121 años y reconocía una triple profesionalidad: la sabiduría del químico Luis A. Oro, que ha sabido hacerse universal sin abandonar Zaragoza, la vocación de narrador de historias de Carlos Herrera y la pasión por la tauromaquia del malogrado Víctor Barrio.




Lentamente, empezaron a aparecer invitados de todas las esferas sociales. De la clase política, Pilar Alegría, Fernando Gimeno, Gustavo Alcalde, Luisa Fernanda Rudi, Marcelino Iglesias, Jorge Azcón, Carlos Pérez Anadón o Luis María Beamonte; también llegó Violeta Barba, la presidenta de las Cortes de Aragón, y más tarde Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno en funciones, y Javier Lambán, presidente de Aragón. Se miraron y se besaron con cordialidad. Las disputas políticas se libran en otro escenario.


El escritor y periodista Luis del Val se ha convertido en la mano derecha de Carlos Herrera y jamás renuncia a su lazo rojo; quería saludar a Guillermo Fatás, asesor de HERALDO, que dialogaba con el flamante hijo predilecto de Zaragoza José Luis Melero. De un microbús descendió el empresario Felipe Sanz. Luis Milla, el entrenador del Real Zaragoza, aún tiene aspecto de centrocampista sacrificado y exhibía con elegancia un terno gris. Varias mujeres se reunían en torno a Pilar de la Vega y Encarna Samitier, subdirectora de HERALDO. Asomó el arzobispo Vicente Jiménez. Y José Luis Aguirre y Amado Franco, de Ibercaja. O Enrique Torguet, de La Zaragozana. Cuando apareció Carlos Herrera se vivió un intenso momento de ternura: abrazó a Raquel Sanz, viuda de Víctor Barrio. El torero Raúl Gracia ‘el Tato’ fue testigo emocionado. Mikel Iturbe, director de HERALDO, picoteaba diálogos aquí y allá como quien busca una noticia de primera plana.


Tuca, la esposa de Luis A. Oro, contaba una anécdota entrañable: cuando ella y su marido vivieron en Cambridge, hacia 1972, estaban suscritos a HERALDO y lo recibían a diario, "con un día o dos de retraso; recuerdo a la perfección que el cartero lo dejaba en el buzón muy temprano. Este diario ha sido un compañía constante de nuestra vida". Casi a la vez, Manuel Pizarro le decía a Oro: "Este premio no se lo dan a cualquiera. Me lo dieron a mí porque soy amigo. Hay que merecerlo", dijo en tono irónico. El químico, cercano, confesaba: "Estoy encantado y agradecido. Es un premio importante y muy valioso para mí. Sé que esta es una tierra muy dura".

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