Discurso íntegro de la presidenta editora de HERALDO, Pilar de Yarza

José Manuel Blecua recogió el Premio a los Valores Humanos y el Conocimiento de manos de Fernando de Yarza
Discurso íntegro de la presidenta editora de HERALDO, Pilar de Yarza
Duch/Mestre

Excelentísima presidenta del Gobierno de Aragón, excelentísimo presidente de las Cortes, excelentísimo alcalde de Zaragoza, autoridades, amigos.


Buenas noches. 


Bienvenidos a la undécima edición de los Premios Heraldo, una cita anual que coincide con el nacimiento del diario, el 20 de septiembre de 1895. 


Ese momento está cada vez más lejano en el tiempo. Pero los principios editoriales y empresariales que han sido motor de HERALDO a lo largo de tres siglos mantienen toda su vigencia adaptados a los nuevos tiempos. La celebración, en mayo pasado, del número 40.000 del diario ha servido de recordatorio y de estímulo para el futuro. Son 119 años en los que HERALDO ha narrado y valorado los acontecimientos más importantes  para Aragón, para España y para el mundo. Durante más de un siglo, el diario, y todos los que lo han hecho y lo hacemos posible, nos hemos comprometido con el desarrollo y el progreso de esta comunidad. 


Los premios que entregamos esta noche quieren reconocer a las personas que trabajan de un modo relevante por esos valores que encarna y que defiende HERALDO. El Premio Antonio Mompeón Motos de Periodismo lleva el nombre de una figura capital en la historia de esta empresa y de nuestra familia, nuestro abuelo y bisabuelo.  Guillermo Fatás Cabeza, que recibe este galardón, lleva prácticamente toda su vida vinculado a la casa de HERALDO. Catedrático de Historia, ha plasmado su vocación divulgadora en una amplísima producción de libros y artículos. En concreto desde las páginas de HERALDO, ha transmitido a los aragoneses su amor por el rigor y por el saber. Y su pasión por un Aragón pieza clave en España y abierto a Europa. 


Enhorabuena también a José Manuel Blecua, premio a los valores humanos y el conocimiento. Como presidente de la Real Academia, vela eficazmente por nuestra lengua, vehículo de expresión y de comunicación para millones de personas en todo el mundo. Y contribuye a la difusión de nuestra cultura y de los valores a ella asociados. Nuestra lengua es uno de los grandes activos de España en el mundo. Es un patrimonio que fomenta la unión y el entendimiento, y que cobra especial valor en estos días en los que contemplamos con pesar los estragos de la barbarie y la sinrazón. Desde HERALDO, en estrecha colaboración con la Academia, estamos comprometidos en la lucha contra el empobrecimiento del idioma, contra el abuso de los vulgarismos que lo maltratan y lo empobrecen.


Convencidos y orgullosos de la responsabilidad que como medio de comunicación tenemos en la defensa y fortalecimiento de la belleza y variedad de nuestra lengua. 


En un panorama convulso, los medios de comunicación siguen cumpliendo su misión como testigos de los acontecimientos, muchas veces a un alto precio. Su labor es fundamental en la denuncia de la corrupción y los comportamientos alejados de la ética que tanta preocupación y desazón están causando entre los ciudadanos. Son fundamentales también en la necesaria regeneración que la sociedad demanda y que es responsabilidad de todos, no solo de los políticos, aunque a ellos toca asumir responsabilidades por los desmanes cometidos, por duro que les resulte. 


Miles de números de HERALDO son una lección de historia y un mensaje de esperanza. Dejan pistas de interés sobre cómo sortear dificultades que no son nuevas. Cuando HERALDO daba sus primeros pasos, los intelectuales aragoneses lideraban ya la exigencia de regeneración. Costa y Mallada abanderaron el regeneracionismo, dieron nombre a la demanda para que la ética y los valores rigieran la vida pública.  


El aprovechamiento del poder en beneficio propio, los abusos e injusticias han adoptado formas diferentes en cada momento de la historia. Y siempre es necesario un rearme moral, un despertar de las conciencias para superar estas lacras. Hoy, los ciudadanos dan muestras de su rechazo y profundo malestar frente a los errores cometidos por los representantes políticos. 


Ya no solo se trata de superar definitivamente la crisis económica, un reto urgente en el que el Gobierno debe emplearse a fondo. Ya no basta solo el legítimo afán de prosperidad. Se trata sobre todo de recuperar los valores éticos, de volver a principios como la honestidad y el trabajo bien hecho por encima del éxito rápido o el enriquecimiento fácil. Se trata de que el dinero malversado sea restituido, de que no se disculpen o amparen comportamientos inaceptables y de que los corruptos sean apartados de la escena pública.


Pero la necesaria regeneración no debe destruir lo positivo. La experiencia nos enseña que todavía peor que un sistema con malos partidos es un sistema sin ellos. Tras la crisis de los partidos, estamos en la encrucijada de hacerlos mejores o bien ingresar en un espacio cuyo territorio será ocupado por tecnócratas y populistas. Para evitar este riesgo, es obligado que todos contribuyamos a devolver el crédito a la política, la política entendida como una noble ocupación, con una marcada vocación de servicio. 


Es la manera de consolidar, y no socavar el edificio democrático que tanto costó construir. Los políticos son, sin duda, reflejo de la sociedad. Por eso, además de códigos de conducta, además de sanciones penales, la propia sociedad ha de establecer el listón de las exigencias éticas y castigar en las urnas a quienes incumplan.  


La responsabilidad, el esfuerzo y el trabajo en equipo son una buena fórmula para afrontar los problemas. Valores como la honestidad, el respeto, la frugalidad, el convencimiento de que hay que buscar el bien por imperativo ético, más que por miedo a las consecuencias penales o por afán de recompensa, deben volver a imperar. Porque, como dice el aforismo gracianesco, "hoy todo lo ha logrado la perfección, pero ser una auténtica persona es la mayor perfección".


Si me permiten el símil deportivo, la experiencia del Real Zaragoza, una de las instituciones más veteranas y queridas por los aragoneses, puede servir como ejemplo. Abocado a la desaparición tras años de errática trayectoria, el equipo ha logrado sobrevivir gracias al compromiso de un grupo de aragoneses. La salvación no ha venido de América ni de Asia; hemos sido unos empresarios de la comunidad los que nos hemos unido para evitar un escenario lesivo no solo para el simbólico club, sino para la imagen de Zaragoza. 


Con valentía, esfuerzo y humildad, evitando desmesuras y quimeras pasadas, un joven equipo afronta, pasados los 80 años de existencia del club, una nueva andadura en la que es fundamental el apoyo de la afición. El Real Zaragoza es deporte, pero, como es sabido, es más que deporte. Es capaz de suscitar ilusión y de transmitir valores que trascienden lo económico y lo competitivo. Esperamos que Hacienda en Madrid no trunque esta ilusión colectiva, lo que sería un nuevo agravio para Aragón. 


En esta comunidad sabemos de tesón y de unidad a la hora de reclamar causas justas, como son las reclamaciones patrimoniales pendientes: las obras de arte retenidas en Lérida deben volver a sus dueños de Barbastro-Monzón. Y la mejora de las comunicaciones con Francia y el resto de Europa a través del Pirineo.


La situación estratégica de Aragón necesita un impulso político para que sea beneficiosa para España. Si falta esta implicación, se producen vergonzosas situaciones como la de los productos españoles boicoteados y volcados en las cunetas. Este verano, el bloqueo de los pasos fronterizos y los incidentes sufridos en la línea del Canfranc recuerdan que, como dijo recientemente el rey Felipe ante el presidente francés Hollande, las comunicaciones pirenaicas son un reto pendiente. 


Y que los gobiernos de España y de Aragón han de aumentar la presión para conseguir unas infraestructuras dignas del siglo XXI. Las carreteras más peligrosas han de ser desdobladas. Y el tren convencional no puede seguir condenado a su extinción. Por desgracia, los incumplimientos, en este tema y en otros, son sangrantes. 


No es de recibo que la probada lealtad que esta comunidad nuestra sea respondida con promesas sin concretar por parte de los sucesivos gobiernos y no con hechos. Es intolerable que las amenazas de quienes desprecian la legalidad y socavan la convivencia reciban mejores frutos que la responsabilidad. En concreto, las comunicaciones transpirenaicas son asunto de Estado para Aragón y para España. Y de ahí la importancia de que el nuevo jefe de Estado las reclamara en uno de sus primeros viajes al extranjero.


La abdicación del rey Juan Carlos en su hijo se ha desarrollado con ejemplar normalidad democrática. España se ha mostrado como un país cuyas instituciones funcionan, y Don Juan Carlos, como un gobernante responsable que culminó con su renuncia un reinado que ha significado el periodo de mayor prosperidad en la historia de España. 


El discurso de entronización de Felipe VI marca unas líneas maestras que suscitan fundadas esperanzas. Su llamamiento a la cohesión de una España unida y diversa en la que cabemos todos es especialmente pertinente en vísperas del irresponsable desafío independentista que han promovido los gobernantes de Cataluña. Y su propósito de encarnar una monarquía renovada en un tiempo nuevo señala un horizonte al que todos estamos llamados a contribuir. 


En ese compromiso está HERALDO, en cumplimiento de la vocación que nos mueve desde ese primer número que nos ha traído hasta esta noche, siempre con la inestimable colaboración de nuestros anunciantes, lectores y de toda la sociedad aragonesa. 


Muchas gracias a todos.


Villanueva, 25 de septiembre de 2014