Discurso íntegro de la presidenta editora de Heraldo, Pilar de Yarza


Buenas noches.

Bienvenidos a esta nueva edición de los Premios Heraldo.


Se cumplen hoy 117 años desde que nuestro diario llegó por primera vez a los lectores, y nueve desde que entregamos estos premios en homenaje a Antonio Mompeón Motos. Unos galardones que quieren reconocer a los premiados, pero también mostrarlos como estímulo para la sociedad, tan necesitada de referentes.


La trayectoria de César Alierta, presidente ejecutivo de Telefónica, ha recibido múltiples reconocimientos. Su espíritu emprendedor, su capacidad de liderazgo, su aportación al progreso y el desarrollo son hoy especialmente importantes.

«En Aragón estamos encantados de ser aragoneses, de ser españoles, y de ser europeos», decía en HERALDO en una entrevista publicada en el año 1999. Hoy puede añadir: «Y encantados de ser universales», porque ha situado a Telefónica como líder mundial y porque siempre ha entendido que la proyección exterior es una de las grandes claves del éxito. Lo ha hecho siempre con el corazón puesto en sus raíces aragonesas, y con el orgulloso zaragocismo que heredó de su padre.

Compartimos con la empresa que lideras, César, la vocación de comunicar, una pasión que también ha movido la intensa dedicación periodística de Antonio Angulo.


Este año se han cumplido doscientos años de la Constitución de Cádiz, que consagró, por primera vez, la libertad de los españoles «para escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin licencia o aprobación anterior a la publicación».

Allí está el origen de la prensa contemporánea, ligada a los valores de la libertad y defensora de los intereses de los ciudadanos.


El periodismo de proximidad que ha cultivado Antonio Angulo en el querido 'Diario del Alto Aragón' es exponente de esos valores. Del compromiso con lo cercano, de un modo especial con la provincia de Huesca, donde están sus raíces, un compromiso que sigue siendo la esencia del periodismo aunque sus formatos cambien.


Ambos son ejemplos de tesón, de compromiso y de acierto: cualidades que España necesita para superar una crisis que tiene millones de rostros: el de los parados y sus familias, y el de los jóvenes que no pueden acceder a un empleo.

La recesión económica afecta de una forma o de otra a toda la zona euro, pero las cifras del paro son una insoportable anomalía que pide remedio urgente.


Nuestra economía ha sufrido una combinación letal: al peso de la deuda hay que unir una escasa competitividad.

En los últimos días, se ha empezado a dibujar una esperanza para aliviar el lastre de la deuda, pero todavía persiste la incertidumbre. A estos factores hay que añadir un exceso de actividad legislativa y unos mercados fragmentados, de cuyos riesgos ya advirtió nuestro Gracián al decir que las leyes inútiles debilitan las necesarias.


Este panorama, que exige sacrificios, ha abonado el escepticismo respecto de las instituciones y de Europa, una tentación que habríamos de rehuir. Los problemas de Europa se solucionan con más Europa. Ni ella ni España se entienden por separado, y de ese engranaje conjunto es pieza clave Aragón. Más y mejores comunicaciones a través del Pirineo continúan pendientes, pero desde HERALDO seguiremos reclamándolas sin descanso.


Pese a todas las dificultades, España, lo decía recientemente César Alierta, es un país solvente y con futuro. La salida de la crisis está en una España cohesionada, por mucho que los nacionalismos separadores insistan en sus egoístas ensoñaciones. Y está también en un país que genere riqueza, capaz de competir, dentro y fuera, en un mercado con unas nuevas reglas del juego.


La crisis ha dejado al descubierto los fallos clamorosos que la causaron. Es preciso recomponer la credibilidad perdida de los supervisores que no supieron o no quisieron cumplir su deber. Y, por supuesto, administrar con criterios de solidaridad, transparencia y eficiencia unos recursos que, como se pone de manifiesto dramáticamente, no son ilimitados.


Acometer esta empresa requiere «saber y valor», juicio y fortaleza. El aforismo clásico dice que sin valor es estéril la sabiduría, lo que aplicado a nuestros días retrata al empresario emprendedor que tanto necesitamos: el que al saber hacer une la valentía de hacer.


Aragón en particular afronta esta crisis con carencias poco soportables: a la ya mencionada barrera con el resto de Europa, hay que añadir las mejoras necesarias en importantes infraestructuras, como las carreteras nacionales N-II y N-232.

Hace unos días, las Cortes han conmemorado el 30 aniversario del Estatuto de Autonomía de Aragón. A la hora de hacer balance, junto a los avances logrados ha de incluirse, en el debe, que los acuerdos de financiación nunca han pasado del papel. Defendemos los principios de cohesión y equidad y rechazamos, por eso, que un desigual trato financiero respecto de otras comunidades más ventajistas hipoteque nuestro desarrollo.


Aragón, como España y Europa, ha vivido otras crisis terribles, trágicas. Desde 1895, HERALDO ha sido testigo: el Desastre del 98, las dos dictaduras, una guerra civil entre ambas, los cambios de régimen. Nuestro diario ha dado cuenta también de que todas se superaron, como se superará esta.

En 1899, Santiago Ramón y Cajal, ilustre colaborador de HERALDO, escribió en el epílogo de su obra 'Los tónicos de la voluntad': «Huyamos del pesimismo como del virus mortal, pues quien espera morir, muere. Y al contrario, quien aspira a la vida crea vida».

Aragón tiene motivos y bazas para crear futuro: la factoría de Opel en Figueruelas, cuyo primer modelo Corsa salió al mercado hace treinta años, simboliza el trabajo bien hecho. Y representa a las empresas exportadoras que sitúan a nuestra Comunidad por encima de la media en esta actividad exterior, básica para salir de la situación actual.


Los largos años de crisis dejan como enseñanza que la solución está en modelos productivos y sostenibles. El trabajo de autónomos y empresarios aragoneses en los más variados campos, los punteros grupos investigadores de la Universidad, merecen apoyo y reconocimiento, como también los sectores turístico y agrario, cuyos avances atraen la atención de inversores internacionales. Muchos de ellos acaban de iniciar esta complicada vuelta del verano con una subida del IVA que lleva sus fuerzas al límite.


117 años después de aquel 20 de septiembre de 1895, HERALDO sigue fiel a uno de sus principios fundacionales: servir al público de la mejor manera posible. Entonces añadíamos: «Y tanto mejor lo haremos cuanto más el público nos favorezca y más el tiempo avance».


Ambas premisas se han cumplido. Por eso, HERALDO, como los ciudadanos a los que lleva sirviendo durante más de cien años, puede exigir lo que da: trabajo bien hecho, administración rigurosa, servicio de calidad a lectores y clientes; compromiso constante con Aragón, sin acepción de colores políticos.


En 2012 estamos celebrando el sexto centenario de un gran acontecimiento histórico. El Compromiso de Caspe significó el triunfo del acuerdo y el diálogo en la resolución de los conflictos, no importa lo complicados que estos sean. Aragón ha hecho del respeto al pacto y al derecho una manera de ser que debería servir hoy para superar las dificultades presentes. La ocasión requiere pedir responsabilidad y altura de miras a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Exige también la unión de la sociedad civil, los agentes sociales y los responsables políticos para llevar adelante las reformas necesarias. Y la unidad de España que ha reclamado esta semana Su Majestad el Rey.


Finalmente, y para devolver la confianza a los ciudadanos, requiere un estilo de acción pública que pueda responder a la máxima de Gracián: «El poder no tiene otra ventaja que la de poder hacer más bien».

Muchas gracias.

Zaragoza, 20 de septiembre de 2012