Entre la tradición y la modernidad

Entre la tradición y la modernidad

La economía aragonesa intentó desarrollarse entre dos complejas décadas en las que se sucedieron una dictadura, una república y una devastadora guerra civil.

Los almacenes las Nuevas Sederías de Zaragoza, en julio de 1935, en pleno periodo de liquidaciones.
Los almacenes las Nuevas Sederías de Zaragoza, en julio de 1935, en pleno periodo de liquidaciones.
A. Heraldo

Desarrollo en tiempos difíciles. En los años veinte y treinta del pasado siglo, en los que se produjo un complejo proceso histórico que terminó en la demoledora Guerra Civil española, la economía aragonesa avanzó a través de distintas vías. "Fue una etapa de total inseguridad y de grandes crisis que puso a un lado la comunidad de la razón», explica el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza Ignacio Peiró Martín. Pese a todo, en el periodo de entreguerras, Aragón experimentó una modernización económica que se manifestó en numerosas infraestructuras. En primer lugar, el sector agrario obtuvo, bajo el proteccionismo impulsado por Primo de Rivera, un leve crecimiento que, a su vez, propició un importante avance en la industria agroalimentaria concentrada principalmente en Zaragoza. En segundo lugar, la mejora en la red de transportes facilitó la aparición de un emergente empresariado que, con el ánimo de aprovechar favorables coyunturas, invirtió de forma decidida en el desarrollo del sector financiero, apostando por el crecimiento de las actividades comerciales y de servicios.


El crecimiento del sector agrario en Aragón contrastó con la tendencia generalizada a nivel nacional. Si en España el desarrollo fue continuo, en Aragón hubo algunas fases de estancamiento e incluso de retroceso productivo en las provincias de Huesca y de Teruel. No obstante, el crecimiento de las superficies cultivables aragonesas fue importante, alrededor de un 15%, lo que supuso un incremento de alrededor de 200.000 hectáreas con respecto a comienzos del siglo. La colonización de nuevas tierras llevó también implícito el aumento de la superficie de regadío. La incorporación de abonos inorgánicos y la difusión de nuevos aperos y maquinarias para la labranza fueron otros factores que contribuyeron a ese leve crecimiento agrario.


El sector industrial estuvo marcado por el continuado desarrollo de la industria zaragozana, que con el paso de los años fue ganando peso en el conjunto nacional, en contraposición con la desarticulación productiva que se generalizó en las provincias de Huesca y de Teruel. En Zaragoza se consolidó un moderado proceso de industrialización alrededor tanto de la agroindustria, protagonizado por las azucareras-alcoholeras y por las harineras, como del sector energético y minero. Ambos se vieron beneficiados por el aumento de la demanda interior, por la utilización de nuevas fuentes energéticas más económicas y eficaces, como la electricidad, y por una cierta inversión de capital local protagonizada por la pequeña y mediana empresa. Zaragoza llegó a ocupar la quinta plaza española por el número de sociedades anónimas implantadas.


El crecimiento económico y demográfico de Zaragoza se materializó en otra serie de aspectos de especial consideración. La expansión de la banca privada zaragozana fue uno de los principales, alrededor del Banco de Aragón, presidido por Basilio Paraíso, y del Banco Zaragozano, ambos creados en 1910. También la Caja de Ahorros de Zaragoza experimentó un espectacular crecimiento, llegando a constituir por tamaño de sus depósitos la novena caja de España. El nacimiento del Club Naturalista Helios en 1925, la creación de la Academia General Militar de Zaragoza en 1927, la formación del grupo escolar Joaquín Costa en 1929, la fundación del Zaragoza fútbol club en 1932 o la organización de la I Feria de Muestras de Zaragoza en 1934 son importantes indicadores que muestran una ciudad emprendedora y activa que se siente a la altura de los tiempos.La crisis de los valores

La Primera Guerra Mundial supuso un antes y un después para el universo cultural europeo, que observó con gran inquietud como un conflicto bélico a escala mundial se abría paso como consecuencia de una evidente falta de valores. Como expone el profesor Ignacio Peiró, el comienzo de la Gran Guerra supuso el primer gran momento emocional en la historia europea del siglo XX. Aragón no fue ajeno a ese sentimiento de crisis moral que se generalizó en la mayor parte de Europa, y que encontró en el surrealismo un eficaz instrumento de denuncia que contó con el gran cineasta bajoaragonés Luis Buñuel como uno de sus más audaces representantes.Se inaugura la vía férrea de Caminreal

El 2 de abril de 1933 se inauguró, con gran brillantez, la nueva vía del ferrocarril de Caminreal, que sirvió para vertebrar el territorio aragonés, al unir de manera más directa Teruel y Valencia con Zaragoza. Apenas cinco años antes, además, había comenzado su funcionamiento la línea de Canfranc, con lo que esta nueva vía de la localidad turolense de Caminreal suponía el eslabón entre la zona de levante español y Francia a través de los Pirineos. La inauguración congregó a numeroso público en la estación de Delicias de Zaragoza para recibir a los primeros viajeros.Por tren o por carretera

Toda la economía aragonesa agradeció el importante avance de la red de transporte ferroviario y por carretera. Especialmente significativo fue el primero, pues las dos principales compañías ferroviarias españolas, la MZA y la Norte, pasaban necesariamente por Aragón en su plan de unir Castilla con Cataluña. En 1935 la red ferroviaria aragonesa suponía ya el 8,3% de la red nacional. Especial significación tuvo la inauguración en 1928 por el propio rey Alfonso XIII de la estación internacional de Canfranc, viejo proyecto zaragozano adquirido por la Compañía Norte que unía Zaragoza con Pau.


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