Tercera entrega: arte al compás de la fiesta

Heraldo entrega hoy tres postales para celebrar las fiestas del Pilar con los carteles de 1933, 1944 y 1946 que dejan constancia de la renovación estética.

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Las postales que se entregan hoy junto con el ejemplar de HERALDO DE ARAGÓN dejan constancia de la renovación estética de

los carteles de la época con la introducción de nuevas técnicas y el protagonismo de las figuras ataviadas con traje regional aragonés


1933: Zaragoza vista desde el cielo

El trabajo de Enrique Ortega Frisón, colaborador de 'El Noticiero', llamó la atención por su original composición. Destaca la clara influencia de la fotografía aérea, que llegó en aquella época a Zaragoza. Además, el autor tuvo en cuenta el impacto publicitario para estructurarlo. En plena década de la renovación iconográfica y estética de los carteles, el encuadre de la obra de Ortega Frisón es llamativo, con la ciudad vista desde el aire, y sobre ella, se erige la figura de un aragonés que vocea. Las formas geométricas y un nuevo tratamiento temático predominan en la creación. Este es otro ejemplo de cómo las figuras ataviadas con el traje regional se proclaman protagonistas de los trabajos de las próximas décadas.


1944: El humor toma protagonismo

Marcial Buj, conocido en la prensa de la época por el pseudónimo 'Chas', fue el ganador del concurso en 1944. En su obra, clasificada dentro de los carteles de posguerra, una pareja de aragoneses se convierten en globos de verbena que flotan en el aire sobre la silueta de la basílica del Pilar. El autor deja entrever la nota humorística que caracterizó todos sus trabajos como ilustrador, incluso en HERALDO, ya que colaboró de forma ocasional con viñetas en este periódico. En esta época, muchos dibujantes, caricaturistas e ilustradores comerciales que trabajaban en las revistas gráficas, también se dedicaron a la elaboración de carteles. Su influencia es visible en las composiciones realizadas desde 1930.

 


1946: El rosario de cristal estrena carroza

Manuel Bayo ganó el concurso por segundo año consecutivo con un cartel de carácter escenográfico muy marcado, que incluía recursos teatrales como los efectos luminosos. Los cortinajes separan la escena en dos. En primer plano aparece una mujer vestida con el traje regional que arroja claveles sobre la carroza de la Hispanidad. Esta pieza se estrenaría ese año en la procesión del Rosario de Cristal, uno de los actos religiosos más peculiares de las fiestas. En esta edición, el premio ascendió a 5.000 pesetas, cuando en 1945 había sido de 4.000. La prensa de la época asegura que, en los años cuarenta, el concurso de carteles estaba perdiendo atractivo. Incluso en el año 1945 tuvieron que realizar una segunda convocatoria.

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