La oscilación térmica conlleva un precoz deterioro de los materiales, sometidos a constantes dilataciones y contracciones. La solución a corto plazo termina siendo un incremento del consumo de energía para estabilizar las temperaturas en el interior, lo cual somete a mayor fatiga a los materiales, además de disparar el gasto energético.

Por ello el aislamiento de suelos, muros y tejados se traduce como la mejor opción para solucionar estos problemas y garantizar la conservación, promoviendo la eficiencia energética, ya que mantiene estable la temperatura en el interior y evita las filtraciones. A los beneficios se añade el aislamiento acústico y la reducción

de emisiones de CO2.

¿Dónde es imprescindible colocar material aislante?

Suelos

En el caso de los suelos, los rodapiés y las juntas de las baldosas y láminas de madera son las principales bocas de escape. Por ello es recomendable sellar el espacio entre el suelo y la pared con un burlete contra corrientes y colocar un contrachapado entre los huecos.

Fachada

La instalación de aislamiento en fachadas puede abordarse desde el interior, mediante un trasdosado directo o autoportante aplicados directamente en el muro; desde el exterior, cuya práctica más habitual se lleva a cabo a través del Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior o SATE; o bien, en una zona intermedia, en el caso de que los muros dispongan de una cámara de aire en la que se inyecta o insufla el material aislante.

Tejados

El tipo de aislamiento del tejado depende del material que lo conforme y la distribución del mismo. Para las cubiertas inclinadas se suelen emplear materiales en mantas o sueltos distribuidos entre las vigas, mientras que para las azoteas planas, es recomendable instalar el aislante sobre la superficie y bajo una cubierta impermeable.

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