Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

'vuelve' el pionero del rocanrol aragonés y español

La carta de amor y arrepentimiento de Rocky Kan, cuarenta años después de escribirla

Se publica un CD con ocho canciones en acústico grabadas en 1981 por el rocker aragonés en las que cantaba su pena y la promesa firme de enderezar el camino de perdición que llevó durante los sesenta y setenta

Rocky Kan durante una de sus electrizantes actuaciones de rocker en los sesenta
Rocky Kan durante una de sus electrizantes actuaciones de rocker en los sesenta
Archivo de Matías Uribe

Treinta años después de su muerte, en 1992, y cuarenta y dos después de que las grabara, Rocky Kan ‘reaparece’ con un disco de ocho canciones, que además de eso, canciones, son una sentida y hermosa declaración de amor y arrepentimiento.

Rocky, sabido es, fue uno de los cinco pioneros del rocanrol aragonés, junto a Chico Valento, Baby, Nelo y Gavy Sander’s, pero también, como solista, pionero del rocanrol nacional, toda vez que su primer disco apareció en 1961, en los mismos albores discográficos del género en España. Forjado en los ambientes de la base americana, en la que durante varios años trabajó de camarero en el club de oficiales, y también en las matinales domingueras del cine Fleta, y con Elvis como santo y seña de su devoción, Rocky llevó una vida que adelantó en nuestro país uno de los clichés del ‘pérfido’ oficio de rocker: libertino, jugador, chicas, coches y rocanrol.

Desde aquel año 1961 hasta 1965, en que abandonó los discos porque las nuevas modas del beat y el pop, amén de la larga mili, lo echaron a la cuneta, grabó siete epés y un single, actuó por media España, en especial en Cataluña, participó en una película, salió al extranjero, manejó dinero con la misma rapidez que lo dilapidó, se casó, tuvo un hijo, abrió una discoteca, Samantha’s, regentó varios bares, pasó por la cárcel y murió en accidente de tráfico. Todo un manojo de hechos, a los que habría que sumar su dura infancia, suficientes para gavillar una película entre la comedia, el drama y el cine negro. Hoy figura en la leyenda de la música aragonesa como un adelantado y uno de sus talentos mayores, aunque su nombre siga fuera de los focos de atención de los medios, de los libros de época y de la misma memoria de sus generaciones posteriores. Pena.

Las canciones de este disco, de las que Rocky me habló en la entrevista que mantuve con él en el restaurante de su suegro en 1983, dispuesto a reemprender su carrera —pero “entonces pondré yo mis condiciones, me promocionaré yo solo porque nada quiero deber a nadie: eso a la larga se paga”, según me confesó—, andaban en una cinta de casete del archivo de su hermano Jorge, quien ahora ha sido, junto a la familia, el promotor de su rescate y de la publicación de este disco, tras minuciosa restauración y masterización por parte de Javier Roldón en su estudio Vacuum Mastering.

Se grabaron durante su estancia en la cárcel por culpa del pago con un talón sin fondos de unas facturas de la discoteca Samantha’s, con una pena desorbitada de siete años y ya solo sus títulos conmueven, delatan el estado anímico de Rocky, de reconocimiento de culpas, de su humanidad y del inmenso amor a su esposa Begoña. Renovarse o morir, Rompes mi corazón, Estoy solo, Me gustaba el juego… son algunos de esos elocuentes títulos que luego, al entrar en la miga de las letras, reforzaban todo ese gran sentimiento de culpabilidad, arrepentimiento, amor y ganas de emprender una nueva vida.

Portada del disco
Portada del disco
Archivo de Matías Uribe

Todas las grabó Rocky con una guitarra acústica frente a un casete; forma rudimentaria, que, sin embargo, con la limpieza original de la grabación y la restauración de Roldón, suenan de forma diáfana, albergando en sus entrañas los latidos de la balada y rocanrol pasados por el tamiz de Elvis y Buddy Holly, perfilando así un documento entrañable y emocional. En Me gustaba el juego, una brutal entrada de guitarra, sonando sorprendentemente como una eléctrica y este texto “perdí mi casa, mi chica, también perdí mi amor y hasta mi coche, y no quiero volver a jugar otra vez” traslucen claramente ese espíritu regeneracional del disco, de amor y arrepentimiento.

Ya, cuando en 2016 se editó el doble LP recopilatorio de todos los discos de Rocky, se barajó la idea de aumentarlo con la inclusión de estas canciones pero instrumentadas por un grupo local especializado en rocanrol, aunque finalmente se desechó la idea por el coste y el tiempo que esto llevaría. No obstante, la idea sigue en pie, y si en algún momento la ocasión se pone a tiro, la familia de Rocky recibiría con mucho agrado esta materialización de la idea. Por lo pronto, aquí está este gran documento para disfrutarlo y para tomar conciencia de la talla creativa de Rocky y de su fervor por el rocanrol; creatividad, por cierto, que como era costumbre en los sesenta, le negó su discográfica Iberofón al no permitirle la inclusión de sus canciones en sus discos aunque, pese a esta intolerancia de las discográficas, Rocky consiguió ‘colar’ en su tercer EP su estupenda El tren de mi pequeña.

Hoy Rocky contaría con 81 años de vida. Su recuerdo permanecerá pese a los avatares del tiempo y del olvido. Discos como el recopilatorio de 2016 y el actual refuerzan la memoria para que nombres como este no se vayan por el sumidero de la historia musical de esta tierra. 

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