Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

repaso a sus estrellas

Música pop: un mundo de hombres, pero con gran poderío femenino

Desde el jazz al blues, el pop, el rock… el mundo musical ha alumbrado numerosas voces de mujer que figuran en el pináculo de su historia

Debby Harry, una de las grandes del pop, al frente de Blondie
Debbie Harry, una de las grandes del pop, al frente de Blondie
Chrysalis

El mundo musical, en efecto, como cantaba tiernamente James Brown en los sesenta, era y, pese a todo, sigue siendo, un mundo de hombres (‘It’s A Man’s Man’s Man’s World’): discográficas regidas con puño de hierro por avaros directivos (Berry Gordy), productores implacables, alocados (Phil Spector), compositores a destajo (Holland, Dozier & Holland)… y hasta músicos maltratadores y absorbentes de la misma vida y de la música de sus esposas (Ike-Tina Turner). Nada extraño, por otra parte. El mundo estaba construido así: el poder del hombre sobre la mujer. No obstante, a lo largo de décadas, esta nube negra no pudo tapar las apariciones de grandes estrellas femeninas hasta dejar cielos rasos, espacios libres y abiertos para que la creación musical femenina brotara y se igualara, o, cuando menos, no sintiera traba alguna para expresarse y triunfar en el mundo masculino que pintaba el autor del ‘guerapa’.

El jazz alumbró en los 50-60 radiantes presencias como las de Billie Holiday, Bessie Smith, Ella Fitzgerald, Nina Simone o Sara Vaughan. Cada una con su estilo y estética, así como con sus vidas turbulentas, desde la prostitución y las drogas (Billie Holiday) a la guadaña de la segregación (Bessie, fallecida por negarse un médico blanco a atenderla) o la confortabilidad del éxito, pese a su dura infancia y adolescencia (Ella Fitzgerald), pero todas bravías y con legados musicales de oro. Desde entonces hasta hoy, ese grupo ha crecido sustancialmente dejando presencias ilustres que han desembocado en los últimos tiempos en nombres como los de Diana Krall, Norah Jones, Madeleine Peyroux, Melody Gardot… y un sinfín más.

El soul no fue muy generoso en alumbramientos femeninos, pero dejó impronta con una de sus voces más potentes, radiantes y reivindicativas: Aretha Franklin. Su ‘Respect’ cabe considerarlo como el gran himno feminista y anti segregacionista, un maravilloso puñetazo al machismo y al racismo. Irma Thomas también dejó impronta como “la reina del soul de Nueva Orleans”. No hay que olvidar tampoco a Ann Peebles o Etta James, por no entrar a fondo en el rico panorama del blues y sus grandes voces femeninas: Big Mama Thorton, Ma Rainey, Mami Smith…

En los finales de los cincuenta, con Elvis y la llamarada del rock’n’roll, el poder transformador de aquel ritmo excitante, que cambió el signo de la sociedad y del tiempo en medio mundo, dejó escaso lugar a la mujer, pero la nube negra dejó traslucir simpáticos rayos como los de Brenda Lee o la eléctrica y melosa Wanda Jackson. En los 60-70 se produjo el desbordamiento con la irrupción no solo de numerosas féminas sino además de glorias inmarcesibles: desde los grupos femeninos manufacturados por Spector (Ronettes, Crystals…) o los de la Motown (Supremes, Marvelettes, Vandellas…) así como The Shangri-Las, Shirelles, Chiffons, Chantells… a una inabarcable lista de figuras: Mary Travers (Peter, Paul & Mary), Michelle Phillips (Mama’s & The Papa’s) Joan Baez, Cher, Nancy Sinatra, Janis Joplin (la lideresa), pero, junto a ellas, Carol King, Carly Simon, Emmylou Harris, Grace Slick, Joni Mitchell, Sandy Denny… Desde entonces hasta hoy mismo, todo un oceánico mar de nombres: Nico, Patti Smith, Tina Turner, Suzie Quatro, Billie Davis, Crissie Hynde, Debbie Harry, Siouxsie, Madonna, PJ Harvey, Patti Scialfa, Alaska, Cat Power, Courtney Barnett, Amy Winehouse, Lady Gaga…, o la más reciente y completa, Grace Potter.

El heavy metal también ha tenido y tiene numerosa presencia femenina en un género tan viril y hasta machista como este: Sharon den Adel (Within Temptations), Simone Simonds, Tarja Turunen (Nightwhish), Floor Jansen (ReVamp, Nightwhish), Amy Lee (Evanescence), Cristina Scabbia (Lacuna Scoil)… Por no esquinar, claro, las de grupos exclusivamente femeninos como The Runaways, The Slits, Go-Go's, Girlschool, Bangles, The Raincoats, Hole… o aquí Hinds o las polémicas Vulpes, que hoy quizá no pasarían el control de calidad feminista (‘Me gusta ser una zorra’).

Fue y sigue siendo, sin embargo, el pop el género más caudaloso en el mundo musical femenino. De Francia llegaron las primeras yeyés, aportando un nuevo colorido y una estética liberadora que impregnó a muchos otros países. Françoise Hardy, Sylvie Vartan, France Gall, Marie Laforêt, Sheila, Jane Birkin… y hasta la misma Brigitte Bardot abrieron las mentes y los cuerpos de las jóvenes de su tiempo, adoptando vestimentas locuaces, voces sugerentes, canciones luminosas y hasta autogestión en su trabajo, como fue el de la Hardy, la primera yeyé que compuso temas propios (óigase el delicioso LP ‘Ma jeneusse fout le camp’) y hasta fundó su propio sello discográfico.

Italia no se quedó atrás en este aluvión pre y post yeyeísta. Desde Mina a Patty Bravo, Rita Pavone, Gigliola Cinquetti, Iva Zanichi, Nada, Ornella Vanoni… la nómina es también inabarcable. Fueron, precisamente, todas estas figuras francesas e italianas las que inundaron el panorama musical español de los primeros sesenta, sonando continuamente sus voces en los programas de radio más populares, especialmente en aquel refulgente ‘Disco Manía’ que con tanto salero y rigor presentaba el chileno Raúl Matas en las mañanas de la SER. Entretanto, en Inglaterra brillaban Marianne Faithfull, Petula Clark, Dusty Springfield, Sandy Shaw, Cilla Black…

De allí, con voces previas embriagadoras como la de Gloria Lasso, a un salto inédito en España: el batallón yeyé de los sesenta. La dictadura seguía apretando, la mujer tenía un destino claro: el hogar, el cuidado de los hijos y la satisfacción de sus maridos. Pura doctrina eclesial impartida entre rayos de amenazas y perturbaciones desde los púlpitos de iglesias y escuelas. Pero no hubo manera de poner compuertas a aquella riada de jovencitas españolas que, de repente, e inesperadamente, desde mitad de los sesenta, impregnaron de color la vida gris del mundo juvenil. Ivana, Adriángela, Marta Baizán, Betina, Silvana Velasco, Rosalía, Gelu, Luisita Tenor, Lita Torelló, Jeanette con Pic-Nic… hasta llegar al gran icono del yeyeísmo que fue Karina.

Aquí, por cierto, en Zaragoza tuvimos a Licia, si bien tuvo que emigrar a Barcelona para hacerse un lugar en el mundo musical femenino. Por amor, se retiró muy pronto, a los 21 años, pero eso fue en general moneda corriente. Salvo brillantes excepciones, tanto ellos y más ellas, quedaban amortizados en apenas un lustro. A finales de la década y principios de la siguiente, no quedaba una, ni uno. El pop era un simple ejercicio de diversión, frívolo e intrascendente, sin futuro, o así se contemplaba en la sociedad de su tiempo. Lo que no evitó que surgieran nuevas e inolvidables voces como las de Massiel, Mary Trini, María Ostiz, María del Mar Bonet… hasta llegar a las más recientes, desde Luz Casal al dúo Ella Baila Sola, Carmen París, María José Hernández, Joana Serrat, Amaral…, por no desmenuzar todo ese zurrón de cantantes comerciales, obligadamente fuera del objetivo exigente de este texto.

Hoy, naturalmente aquellas corrosivas visiones de los sesenta han quedado desterradas y los artistas, tanto masculinos como femeninos, cubren sus carreras según su valía, prevalencia ante el público, modas y exigencias de estos tiempos mestizos. El panorama musical ya no es un mundo exclusivamente de hombres, aunque estos sumen más presencias y número (asunto sobre el que reflexionar en otro momento). Pero a nadie se le cierra la puerta por su género, afortunadamente.     

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