Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

según las publicaciones musicales más populares

Mejores discos de 2022: duelo en el barro Beyoncé-Rosalía

Ambas cantantes, nominadas en las listas de los medios musicales nacionales e internacionales más conocidos, escenifican la mediocridad en que se desenvuelve la música pop de los últimos años

Beyoncé en la portada de su disco de 2022 Renaissance
Beyoncé en la portada de su disco de 2022 Renaissance
Sony Music

No es sino una gran escenificación de la mediocridad en que ha caído la música pop en los últimos años. Beyoncé, con su álbum Renaissance, y Rosalía, con Motomami, se batieron el año pasado en el barro comercial para hacerse con el primer puesto de las listas de las publicaciones nacionales e internacionales de mayor relieve. De manera muy sencilla, cotejando los diez primeros puestos de estas revistas abiertas al público en Internet (o sea, no de pago), a saber, New Musical Express, Pitchfork, Rolling Stone, Billboard, Metacritic, Mondo Sonoro y Efe Eme, las dos últimas listando las selecciones nacionales e internacionales, y adjudicando de diez puntos a uno de manera decreciente del 1 al 10, la vencedora a los puntos es… ¡Beyoncé! La segunda, a escasa distancia, Rosalía. Concretamente, la norteamericana sale con 44 puntos y la española, con 40.

Puro detritus sonoro. Aun cuando el Rolling Stone, que la ha colocado en el número 1 absoluto, derrama incienso majadero sobre Beyoncé, señalando que “esta es Beyoncé en su máximo apogeo de alegría y que no la disfrutarás a menos que retires el plástico del sofá como un tonto y disfrutes de la Reina Bey en su mejor momento de emoción”, su álbum Renaissance, es un coñazo supino, urdido a base de ritmos y efectos sintéticos pumba-pumba y voces estrechitas, repetitivas e inocuas, si no tontorronas, e intrusiones masculinas raperas. Una apoteosis machacona y detestable de laboratorio con destino a la pista de baile más vulgar y aburrida para que la señorita luzca su musculosa figura.

De Rosalía, incomprensiblemente, un devoto de Springsteen, Sabina o Bob Dylan como Julio Valdeón, se rectifica a sí mismo en Efe Eme y de “un coñazo más” previo pasa a Motomami, opinando que este disco, “a partir de materiales perecederos, luce temporal y hondo, universal e inoxidable”, significando antes en el mismo texto que “ya no estamos acostumbrados a que un disco tan comercial sea al mismo tiempo moderno, innovador, vanguardista y valiente”

Frente a Valdeón, periodista de El Mundo, La Razón o la citada Efe Eme, Julián Ruiz, un histórico de la radio musical, le atiza fuerte a la catalana afirmando que ni sabe vocalizar, ni cantar, ni tiene buenas canciones… “Si esta es la máxima estrella del pop nacional es que este está catatónico”, viene a decir en una entrevista para la web upper.es. Aunque en Twiter eleva el tono contra el reguetón y la misma Rosalía, a la que reprende por su timbre de voz desagradable y de no vocalizar. “No se le entiende y las letras son de indigente. Un reflejo de la porquería actual"… El incendio fue inmediato, como es insana costumbre en este estercolero virtual: 22.000 'me gusta', 3.000 retuits y 2.000 comentarios de todo tipo lo dicen todo. Afortunadamente no entro en estos basureros, pero si lo hiciera —aunque, eso sí, como curso de traducción para los mismos españoles, la catalana propone un buen y complejo ejercicio— Julián Ruiz se quedaría pequeño ante mis desdeñosas opiniones sobre este bluff actual, que Dios guarde muchos años en salud, pero no artística.

Así estamos. Jamás imaginé que podríamos llegar al subfondo y superficie de detritus en los que se mueve la música de hoy en sus más altos rangos de popularidad, no digamos en las listas de mejores discos del año, como es el caso del 22 y otras anteriores. Tampoco es que en escalafones más bajos la cosa ande como para tirar cohetes (salvo las naturales excepciones, claro) por lo que no extraña que los verdaderos y grandes melómanos se refugien en sus viejas colecciones de discos a los que, por este efecto de repudio a lo actual, le están sacando mucho más partido incluso que cuando llegaron a sus estanterías años ha.

Afortunadamente, la ‘big music’, que dicen los británicos, la música hecha con inteligencia, sensibilidad, emoción, buen gusto, dotes instrumentales, sabiduría, preparación, calidad… etcétera nunca muere. Confiemos en que esta fiebre reguetonera y estos figurines de plástico, falsos como un euro de cartón, se los lleve el demonio pronto, como así ha ocurrido antes con otras perniciosas modas y nombres. Será difícil, pero ocurrirá.

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