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por Matías Uribe

polémica

¿Nos vamos de Spotify con Neil Young?

La salida del canadiense de la plataforma musical está produciendo un “éxodo de suscriptores”, según Bloomberg, en solidaridad con el autor de Heart Of Gold

Neil Young en el escenario en 2015
Neil Young en el escenario en 2015
Joshua Roberts (Reuters)

Está el mundo musical extrínsecamente burbujeante, fuera del hecho artístico. Grandes estrellas, por ejemplo, que venden los derechos de sus canciones por cifras mareantes. Algo completamente nuevo, al menos en su forma y destino: a las mismas discográficas. Michael Jackson compró en los 80 los derechos del catálogo Beatles, pero aquella fue otra operación distinta, aunque no por ello sorprendente. Ahora es quizá más sorprendente la acción de las multinacionales, no ya por la compra en sí, sino por las abultadas cifras que han pagado y, sobre todo, lo llamativo es que lo hayan hecho en un momento de crisis tan honda del disco. Claro está, si lo han hecho, y lo seguirán haciendo, es porque la inversión tendrá rentables dividendos económicos a corto y muy largo plazo. Menudos equipos de abogados y economistas no se habrán reunido y rumiado la operación antes de dar paso tan gigante y atrevido. ¡Qué río de intereses no correrá por el submundo de las finanzas!

Lo mismo que habrá ocurrido en la otra parte, en la de los vendedores. Asesorados y bien asesorados, y con perita en dulce tan jugosa y grande, como para decir que no. Con esas cifras, ellos y sus descendientes de varias generaciones tienen asegurada la vitamina durante muchos decenios. Nada en absoluto que objetar. Al contrario, felicidades. No han atracado bancos, ni le han puesto la pistola en la sien a nadie. Se lo han ganado con su talento y su trabajo, y que les vaya bonito. Olé por ellos.

Olé también a Neil Young. El canadiense, en otro terreno, ha burbujeado en los arrabales musicales. Sabido es que ha retirado de Spotify todos sus discos. Una pena porque tener esa rica discografía tan a mano es un placer, aunque a los melómanos veteranos puede que nos la traiga al pairo: quien más quien menos tenemos a buen recaudo esa discografía en nuestras discotecas en formato físico. Sin embargo, para los más jóvenes era un medio práctico e inmediato para acercarse a esa música con el ‘corazón de oro’ del canadiense, en caso de interesarse o investigar en su trabajo; algo que, por otra parte, no sé si será frecuente en estos tiempos de implantación de otras músicas bien lejanas al rock y al pop. Aunque es posible que sí. En Spotify aún quedan rastros bien explícitos: Heart Of Gold cuenta con más de 237 millones de escuchas.

Guerrillero y activista, Neil Young ha sido hombre de mil batallas. Lo mismo protestó cantado Ohio, en 1970, contra la muerte de cuatro estudiantes por disparos de la Guardia Nacional en los altercados de la Universidad de Kent que apoyó a los granjeros con la creación del festival anual The Farm Aid, ayuda desde hace años a niños discapacitados a través del Bridge School Festival, grabó un disco en 2015 —The Monsanto Years— contra los productos transgénicos de la multinacional, se opuso radicalmente a la guerra de Irak en 2006 con el celérico álbum Living With War, escrito en tan solo nueve días… y hasta inventó un sistema de compresión de canciones, Prono, contra el famoso mp3. Un músico concienciado e inquieto que no ha resistido que en la misma plataforma en la que él tenía sus discos apareciera un ‘predicador’ antivacunas, un tal Joe Rogan, muy conocido en los USA.

La vacuna no es el remedio absoluto contra esta maldita pandemia, pero es indiscutible que, pese a sus detractores y descreídos, ha ayudado a combatir infecciones y muertes. Allá cada cual con sus creencias, pero bien es sabido que, siguiendo a Sartre, la libertad de uno termina donde empieza la de los demás. Y un no vacunado, afirmo, aunque me caiga un chaparrón de insultos, es una amenaza, un insolidario social. Como para que encima venga un cómico y excomentarista de artes marciales metido a ‘predicador’ a instigar, el tal Rogan, y a darle alas a esa masa de insensatos, de peligros públicos para la salud de quienes nos agarramos a un clavo ardiendo para salvar las trampas y desgracias de la vida, para evitar la devastación que está produciendo el maldito Covid. ¿Quién no conoce o tiene un familiar o amigo cercano que haya sufrido la infección y todo lo que ello conlleva? Pues eso.

Bien por Neil Young. Consecuente. Como consecuentes lo están siendo algunos otros músicos, Joni Mitchell, Lloyd Cole, James Blunt, Nils Logfren, Graham Nash…, quienes también han retirado sus discos de la famosa plataforma sueca. Y a su sombra, e igualmente concienciados con el este gran problema universal, están siendo muchos los aficionados que se han salido de Spotify o cuando menos han dejado de abonar los casi diez euros de cuota mensual a cambio de soportar la publicidad. Personalmente estoy en esa tesitura. Llevo varios años suscrito al portal. Lo considero una herramienta fantástica para recuperar viejos discos en un click o conocer otros nuevos. En la era informática, es la gran biblioteca alejandrina de la música, tanto pop como clásica y de otros géneros.

Y por ella pago, no para escuchar discursos de aquí y de allá, menos aún para tener acceso a lo que opine, difunda o entreviste un individuo que no me interesa en absoluto, y que, sin embargo, algo iritante, ha recibido, según publicó The Wall Street Journal en mayo de 2020, más de cien millones de dólares por parte de Spotify por un contrato en exclusiva, que indudablemente repercuten al alza en el precio de la suscripción y en el servicio. (Nota al margen: el tal Rogan pulula en otra plataformas. ¿En exclusiva?). Desacuerdo total. Es posible que me una al “éxodo de suscriptores” que, según el canal económico Bloomberg, se está produciendo estos días en solidaridad con Neil Young. Ya veremos si el asunto se resuelve positivamente y a no mucho tardar, a tenor de las esperanzadoras palabras de un portavoz de la plataforma musical: “Esperamos darle la bienvenida pronto”.

Pero, desde luego que no me gusta nada ni el tal Joe Rogan ni la actuación de Spotify, que podría destinar más dinero a mejorar su servicio, especialmente el de información de artistas e inserción de carpetas a mayor tamaño y resolución, por no decir contraportadas, libretos, insertos…, antes de pagar millonadas a un irresponsable. ¿Nos vamos en solidaridad con Neil Young? Lo estoy rumiando. 

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