Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Los rolling no mueren

Mientras Jagger y Richards pervivan y persistan…

Seguirá habiendo Rolling Stones, la máquina satánica seguirá engrasada, recorriendo ciudades y estadios: este mes de septiembre reanudan su gira No Filter por Estados Unidos. Charlie Watts era una sólida roca, pero no insustituible

No era un batería, era un metrónomo humano perfecto. Medía golpes y compases con precisión suiza, su pulso rítmico era el pulso de los Rolling. Desde atrás empujaba, daba entradas, salidas de riffs, de voz, de inicio… sin que se notase físicamente, encajado entre su escueta artillería de bombo, timbales, platillos y chaston. No quería ni necesitaba nada más. No era exhibicionista ni ampuloso. Jamás se le oyó un solo, nunca mostró en vídeo su papel en primer plano en la banda, más allá de los cinco o diez segundos. Era discreto, modesto y tímido, pero de una eficiencia letal a los tambores. Acorde con su elegancia vestimentaria y, dicen que también personal. Un verdadero gentleman, pese a algún arrebato cuando veía inconveniencias tan grandes como rocas o se invadía su terreno personal o vital. “¡¡¿Que yo soy tu batería?!! ¡¡Tú eres mi cantante!! Y, zas, crochet que le soltó a Jagger por bocazas, que, sí, lo era un rato en todos los aspectos. Fue en Amsterdam y a punto estuvo de mandarlo a uno de los canales de la hermosa ciudad holandesa a través de la ventana. Había bebido. Años más tarde se arrepintió.

Esta es una muestra excepcional de su técnica, tan sobria como contundente. Una toma del gran Jumpin’ Jack Flash desde su puesto de batería: 

Mucho de todo ello le venía del jazz, el mundillo en el que se escudilló hasta que, a principios del 63, a cinco libras a la semana (que ya era un sueldazo, porque estaba muy solicitado), entró en los Rolling; el mundillo que realmente le gustaba, como él decía, por la emoción que le embargaba, no por tecnicismo. De hecho, fue autodidacta, nunca fue a una academia o escuela a aprender a tocar. Grabar discos con los Rolling y, sobre todo, salir al escenario con ellos era un simple pasatiempo. Lo manifestó en más de una ocasión. “El rock’n’roll no es gran cosa para mí, no ocupa mis días, es solo un trabajo que hago lo mejor posible”, confesó en una entrevista a Paris-Match en 2009. Aquel pasatiempo le aseguraba, sin embargo, y muy holgadamente, su economía.

Pero, cuando podía, se ponía a las baquetas con músicos de jazz para tocar swing o boogie, formaba glamourosos quintetos (ver encima) y hasta alentaba formaciones intercambiables, Rocket 88, con, sobre todo, Jack Bruce, Ian Stewart o Alexis Korner, al lado de los que grabó en directo un extraordinario álbum en 1981, del mismo título del grupo, recreando viejas piezas de blues, swing, boogie, jazz o R&B, cuando no propias: St. Louis Blues (W.C. Handy), Roll’Em Pete (Joe Turner), Talking About Luoise (Alexis Korner), Waiting For The Call (Jack Bruce) o la misma Rocket 88 (Pete Johnson). Ahí sí disfrutaba. Lo mismo que cuando se unía a curiosos experimentos de boogie con dos pianos a seis manos, como hizo en el prestigioso Later, de Jools Holland:

En la visita que Bruce Springsteen hizo a Zaragoza en 1999, después de charlar unos minutos con él en un camerino de la sala Multiusos, al salir me topé con Max Weinberg, su batería. Lo saludé y él me respondió efusivamente, teniendo la deferencia de inclinar un poco su tronco para acercarse lo más posible a mí y a mi silla de ruedas. Le recordé que nos vimos en el mismo Giants Stadium, de Nueva York, en agosto del 85, cuando en el descanso de la actuación de Springsteen y la E Street Band, bajó a un gran comedor para saludar a los muchos periodistas llegados especialmente de Latinoamérica (yo era el único español) para conocer y difundir el fenómeno norteamericano. Se acordaba perfectamente. “Fue una tanda de conciertos fantástica en el viejo estadio de los Gigantes”, dijo. Y a continuación le comenté que me encantaba su estilo como batería, muy cercano al de Charlie Watts… “¡Oh!, es mi favorito”, exclamó rápidamente con cara de sorpresa y entusiasmo.

Max Weinberg charla con Matías Uribe y su esposa
Max Weinberg charla con Matías Uribe y su esposa
Foto: Guillermo Mestre

Recuerdo esta anécdota porque Weinberg ha sido, precisamente, uno de los primeros en salir al estrado público para mostrar sus condolencias y su dolor por la muerte de Charlie Watts, el pasado martes 24 de agosto. En un comunicado ha recordado que fue él, Watts, precisamente quien le alentó a coger las baquetas. Fue en noviembre del 65, en una actuación de los Rolling en un teatro de Newark (New Jersey). Se quedó eclipsado al verlo manejar las baquetas y quiso ser como él. Y lo ha sido y lo sigue siendo, hasta el punto de que a veces, cuando Springsteen presenta alguna de sus canciones a la banda, él enseguida piensa en cómo meterle mecha a su batería. La vez que más cerca estuvo de su ídolo en cuanto a sonido e inspiración fue cuando Springsteen mostró su famoso Born In The USA para grabarlo. Weinberg pensó en seguida en Street Fighting Man y en el acompañamiento de batería. “Fui Charlie Watts en aquella canción, hice el mejor papel de mi vida como Charlie Watts”, escribió en su libro sobre los grandes baterías de la historia, The Big Beat, publicado en 1984. El libro llegó a manos de Watts y desde entonces trabaron amistad… y curiosas peticiones.

A mitad de octubre del 89, justamente nada más terminar la gira de Tunnel Of Love, y anunciar Springsteen a sus músicos que disolvía la E Street Band, Max Weinberg recibió una llamada de Charlie: “Oye, ¿eres amigo de Joe Morello? Sí. “Y de Mel Lewis?” También. Morello era el batería de los afamados Modern Jazz Quartet y Lewis había tocado con muchos de los grandes del género y compartía su propia big band con Thad Jones. “Fantástico, ¿podrías hacer algo para presentármelos? Fueron mis ídolos”. Será un honor para mí poder conseguirlo, haré todo lo que pueda, le prometió Weinberg, en cuya cabeza no cabía en aquel momento más que la mucha niebla de abatimiento que le entró con el aviso de Springsteen de la ruptura de E Street Band.

Pero ahuyentó desánimos y lo consiguió. No fue fácil: Lewis padecía un cáncer terminal, que varias semanas después se lo llevó; además, odiaba el rock. Y Morello se había quedado ciego. Los citó en una actuación del grupo en Nueva York. Charlie lo preparó todo y cuando los tuvo enfrente se deshacía en elogios y reconocimiento a los dos. “Caballeros es un gran honor para mí conocerles”, pasando a continuación a citarles una ristra de discos en los que ambos habían tocado. Se quedaron de piedra, pero más aún cuando vieron a Charlie Watts en el escenario del Madison Square Garden. Lewis no solo despreciaba el rock, sino que lo consideraba una de las causas de la decadencia de Occidente… Sin embargo, salió impresionado de la actuación. “Charlie es un batería infernal. ¡Es sólido como una roca!”, exclamó ante su amigo Weinberg.

Este era, en efecto, Charlie Watts, una roca, un poderoso bastión de los Rolling. Basta seguirle en cualquiera de sus canciones para darse cuenta enseguida de ello o para percibir la finura en el detalle (oígase la breve entrada conjunta de batería y cencerro en Honky Tonk Women, por ejemplo). El Charlie del poderoso golpe, de la musicalidad que hay detrás de sus acciones, y de su elegancia, tanta como el mimo con el que cuida su ropa. ¿Un rockero haciendo y deshaciendo una maleta en un hotel con cuidado exquisito, colgando o descolgando del armario prendas y doblándolas con el cuidado que un anticuario cuida una vieja porcelana? Ese era él, Charlie Watts.

Intervino en todos los discos de los Rolling, como Jagger y Richards. Con el tiempo la plantilla ha ido menguando hasta quedarse en las raspas. Aunque aparentemente. Porque mientras perviva y persistan Jagger y Richards, seguirá habiendo Rolling Stones. Poderoso complot de la naturaleza. Cada vez que ambos han separado sus caminos, grabando discos o haciendo conciertos: fracaso o semifracaso. Jagger creía en los ochenta que triunfaría en solitario con She’s The Boss (1985), pero, pese a no ser un mal disco, no pasó nada. Y aunque Wandering Spirit (1993) elevó el listón, tampoco. Menos aún Richards, que abrió su camino en solitario con un aceptable Talk Is Cheap (1988). No hay caso similar: McCartney sobresalió sin Lennon, Sting sin Police, Gabriel sin Genesis…, Bunbury sin Héroes. Ellos, sin embargo, nada.

Pero hete aquí que cuando los dos demonios se unen de nuevo en el escenario, salta el chispazo universal y el mundo hinca la rodilla ante sus satánicas majestades. Tan seguros están de su pervivencia y persistencia, que aún con el cuerpo caliente de Watts, el mánager del grupo emitió un comunicado en el que anunciaba que la gran gira americana de los Rolling Stones, desde el 26 de este mes de septiembre al 20 de noviembre seguía en pie. A fin de cuentas, el mismo Watts no se consideraba imprescindible en el grupo, como confesaron en alguna ocasión Jagger y Richards. “Puedes grabar discos con cualquier batería, lo importante es tener las canciones, eso es lo importante, y ellos las tienen, son muy amables conmigo, pero los Rolling Stones pueden existir sin mí perfectamente”, confesó el batería a Paris Match. Steve Jordan, un multiinstrumentista de 64 años, con largo currículo, es el nuevo Stone, el sustituto de Charlie Watts. Se le echará mucho de menos, especialmente cuando empiecen a llegar las primeras imágenes en directo del grupo y seguramente el típico DVD de la gira, pero la máquina satánica seguirá engrasada. Mientras lo quieran, o puedan, Jagger y Richards…

Sigue todas las entradas de este blog cliqueando aquí 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión