Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

la voz de mi amo

El rockabilly de Viridiana

TVE emitió hace unos días la gran película de Buñuel, con la “deconstrucción” religiosa de una monja y un asombroso final con subrayado musical, incógnito hasta hace unos años.

'Viridiana' (1961), Luis Buñuel.
v
Heraldo

¡Ay!, si TVE pusiera tanto empeño y mimo en cuidar y difundir la música en general y en particular el pop como hace con el cine español… ¡Lo que disfrutaríamos los melómanos! La noche de los viernes, Historia de Nuestro Cine emite películas de todas las épocas del cine nacional, removiendo un vasto archivo que extrae películas, en ocasiones, de muy difícil acceso y otras de gran prestigio, que siempre resulta un placer volver a verlas; y más, restauradas como están casi todas ellas en un blanco y negro fascinante. Es el caso de Viridiana, que emitió el viernes pasado, día 14.

Esta historia de la España ancestral, una “deconstrucción” religiosa de su protagonista, que dejaba el hábito y la corona de espinas para entrar en el mundo carnal, olvidando viejos anatemas y prejuicios, Buñuel la relató con su pulso creativo y su mirada única. Sigue siendo una joya impagable. En lo que aquí atañe, hay una canción, poniendo final a la película, en la que durante tiempo no se ha reparado en ella o no se ha investigado. Lo habitual ha sido despacharla como un twist o una canción ligera, sin que figuren créditos ni nada por el estilo ni en la cinta, un simple adorno buñueliano.

Y no, tras esa canción, que subraya y hasta eleva el ambiente lascivo de final tan original y no digamos tan osado para la España del 61, sugiriendo un trío sexual, hay una historia curiosa y muy propia del mundo buñueliano, aunque aquí el director calandino en nada intervino. Ya se sabe, Buñuel, además de sordo, le tenía aversión al ruido, a las guitarras eléctricas y al rock.

¿Cómo se coló la canción, pues, en la cinta? ¿Quién la cantaba? ¿Quién la editó? ¿Cómo llegó a oídos de Buñuel? Hasta 2014, en que Amparo Martínez coordinó un suculento ensayo coral sobre la película -La España de Viridiana-, era un misterio, no se pusieron sobre el tapete las respuestas a estas y otras muchas preguntas e incluso se descubrieron los diversos gazapos de bulto que el director calandino, sin asesoramiento musical alguno, cometió. Una investigación, sea dicho sin petulancia, hecha cual entomólogo tras el microscopio.

En concreto, no era un twist, ni un rocanrol, ni un simple adorno… Era exactamente, un rockabilly. Pero no un rockabilly cualquiera, quiero decir popular, conocido, accesible… sino de lo más oscuro y desconocido. No podía ser menos. El disco se publicó a finales de los años 50, en 1958 o 1959, una época en la que estaban en boga las grabaciones baratas en sellos pequeños y cuyo único objetivo era que sirvieran para promocionar a un artista o una canción en las miles de emisoras de radio americanas. Ni tan siquiera llevaban portada, solo una funda de papel marrón y dentro la galleta con dos canciones. Tiradas ínfimas, de 200 o 300 ejemplares, que se llevaban a las radios, a las tiendas locales y a algunas sinfonolas, e incluso también se vendían en la calle en los portamaletas de los coches.

Portada original y galleta del single en el que apareció por vez primera en Estados Unidos la canción final que sonaba en Viridiana.
Portada original y galleta del single en el que apareció por vez primera en Estados Unidos la canción final que sonaba en 'Viridiana'.
Matías Uribe

Pues allí en uno de aquellos discos ‘cutres’ estaba la pieza que cerraba Viridiana. Se titulaba Shimmy Doll y la cantaba un tal Ashley Beaumont, siendo su autor Gil Snapper, compositor y propietario del pequeño sello Worthy, de Nueva York, con sede en el 550 de la Quinta Avenida. ¿Y cómo una pieza tan incógnita pudo llegar a oídos de Buñuel e incluso a España? Una carambola. A finales de los cincuenta y principios de los sesenta, el rocanrol comenzó tibiamente a abrirse paso discográfico en España, por lo que algunos sellos subieron las antenas en busca de artistas del género; más, después del éxito americano de Elvis Presley, Chuck Berry, Little Richard… y demás tropa clásica. SAEF, un pequeño sello barcelonés cazó al mismo Gil Snapper que protagonizaba un disco con cuatro canciones, de las cuales, tres eran de su autoría y que ladinamente no cantaba él (no era ni tan siquiera artista, solo compositor y dueño del pequeño sello citado, Worty), sino otros artistas desconocidos. Entre ellos, voilá, Ashley Beaumont y su Shimmy Doll, que Snapper se apropió para configurar el EP o fue el mismo sello barcelonés SAEF el que las aglomeró para vender un trozo de rocanrol primigenio de los Estados Unidos.

Carpeta del disco de Gil Snapper editado exclusivamente en España por el sello SAEF, en 1961.
Carpeta del disco de Gil Snapper editado exclusivamente en España por el sello SAEF, en 1961.
Matías Uribe

Sea lo que fuere, lo cierto es que Shimmy Doll vio la luz en España a través de aquel disco, con una portada medianamente colorida y llamativa, con foto de Gil Snapper y el rótulo bien visible de Rock’n’roll americano. Pura patraña mercantil que se convertía en ruborosa mentira en la contraportada con la nominación de Gil Snapper como “ídolo de millones de jóvenes entusiastas del rock’n’roll americano” cuando no era ídolo, ni cantante, ni tan siquiera artista, y menos aún conocido. Pero a los españolitos, peces en asuntos rocanroleros, se les podía engatusar con estos cebos, pensaría el capo o capos de SAEF.

Curiosamente el sello fue absorbido de inmediato por Belter y de ahí a Buñuel, de manos de uno de los dos productores ejecutivos de Viridiana, Pedro (sic) Portabella, cuyo hermano era dueño de Belter. Buñuel le pidió a Portabella, por mediación del encargado de la selección musical, Gustavo Pitaluga, “una canción de esas que le gustan a él, de conjuntos de jazz, de no sé qué…, de ruidos”, según le confesó Portabella a Amparo Martínez. Y así fue cómo cayó Shimmy Doll en la mesa de montaje de Viridiana. Buñuel, entretanto, fuera de órbita. Cuando oyó la canción parece que no dio ningún respingo extraño, pese a su pavor al ruido, y así fue cómo la canción se incrustó en la película, ambientando el velado trío amoroso de Ramona (Margarita Lozano), Viridiana (Silvia Pinal) y Jorge (Paco Rabal) mientras jugaban un tute con mucho simbolismo y jugo trasero. La censura había prohibido previamente el tute entre la monja Viridiana y Jorge, sin embargo, admitió el de los tres, sin darse cuenta del resbalón que pegaba.

Resbalón que pegaron también Buñuel y su co-guionista, Julio Alejandro: la canción suena reproducida en un gramófono, lo que en realidad era totalmente imposible, toda vez que aquellos artilugios solo reproducían discos de pizarra y solo a 78 revoluciones, pero no vinilos a 33 ni a 45. En otro momento de la partida, Paco Rabal (Jorge) le pregunta a su prima: “¿Te gusta esta clase de música, Viridiana?”. “Es un disco de moda”, apostilla de inmediato. Lo que era históricamente una aseveración falsa de toda falsedad: el rockabilly, para entonces, estaba ya casi tan pasado como el cuplé.

Shimmy Doll sonando falsamente en el gramófono de Viridiana.
Shimmy Doll sonando falsamente en el gramófono de Viridiana.
Matías Uribe

En fin, historias pequeñas que, pese a todo, engrandecen a determinadas películas como esta cima del cine español. Y Shimmy Doll, con su letra lasciva (“agítate muñeca bailarina, agítate / agítate muñeca bailarina, agítate/ manda al carajo tus preocupaciones”) y su simpleza de ritmo e instrumentación cuadra perfectamente con el sorprendente final. Ojalá, algún día a TVE le dé por rescatar su archivo musical como sería necesario (y obligatorio) y no en absurdos cachitos de hierro y cromo. ¡Cómo disfrutaríamos!

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión