Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

la voz de mi amo

¿Por qué llegamos tan tarde a Sinatra?

Para la generación adolescente y juvenil de los sesenta, ‘La Voz’ era viejuna y, por tanto, desechable: las recientes recopilaciones de Reprise ayudan a que este concepto no se repita entre los jóvenes de hoy.

Frank Sinatra, en un concierto en Nueva York en 1990.
Frank Sinatra, en un concierto en Nueva York en 1990.
Efe

Signo de progrez juvenil: personalmente llegué muy tarde a Sinatra. Y lo hice por mor de aquella fascinante canción que fue, y sigue siendo, Strangers In The Night. O sea, que fue en 1966, al oírla en la radio y en las sinfonolas, cuando empecé a interesarme, e incluso entusiasmarme, por “el viejo hombre de ojos azules”.

No nos engañemos. Me temo que mi caso fue general entre adolescentes y jóvenes de aquella década. Como ha ocurrido en todo momento, la juventud se ha bañado en la música de su tiempo. Y más, hace sesenta años, en que no había tan apenas tocadiscos domésticos, el casete estaba todavía en el cocedero tecnológico, los grandes magnetofones de bobina eran fruta prohibida para las capas menos pudientes…, y, claro, no existía Spotify, la gran discoteca universal. De manera que la música entraba en los oídos de adolescentes y jóvenes por lo que llegaba por la radio, la tele o las inolvidables sinfonolas. Pocas o nulas posibilidades de investigar en nuevas propuestas, aunque uno echara los restos.

Contabilizaba también, y mucho, el concepto patrimonial del término juventud: algo exclusivo y enfrentado a los pater familias. Todo lo que procedía de los años cincuenta para atrás era viejuno, detestable, para los jóvenes cachorros de los sesenta. Un cliché que curiosamente pervive con más radicalidad, me temo, en estos tiempos milenniales con respecto al pasado. ¿O bailan los raperos o la tropa del reguetón con el rock de Hendrix, por señalar algo? Ahí los tienes, moviéndose con lo que les cae de las redes sociales, los youtubers, los DJ’s… y poco más. Y ello, viviendo en los tiempos con más abundancia y facilidad para llegar a cualquier música prácticamente gratis. La asombrosa paradoja del tiempo presente.

Quiero decir con esto que yo fui uno más de los miles de víctimas musicales de mi época adolescente. Caramba, si hasta Elvis ya nos parecía un abuelete remoto y sus canciones tan añosas como un vals o una ranchera. Las mismas revistas del género ya remarcaban bien claramente aquel concepto: ni un solo reportaje de aquellos viejunos. Tocaba escuchar a las yeyés francesas, a los crooners italianos, a los Beatles, a los Rolling… a todo el maravilloso chaparrón moderno que cayó en los sesenta en aquel país de copla y pandereta. No a Elvis, y menos aún, a Sinatra.

Mas con la edad, ya se sabe, se madura el conocimiento, se abre la curiosidad de saber y conocer…, y si además se presentan mayores posibilidades tecnológicas y económicas de acceso a la música —el LP se impone como formato de consumo, irrumpe el casete, los precios son más asequibles, Andorra está a tiro de piedra, llegan las rebajas…— se explica la borrachera de discos y música que entra en los domicilios en los setenta.

Y ahí es cuando me acerco a Sinatra y a su música, bien es verdad que de manera muy limitada, pues a ver el guapo que podía llegar a escuchar todo lo que aquel gladiador estajanovista de las grabaciones había editado hasta entonces desde que en año 1943 publicó su primer disco en solitario, y no digamos a provisionar su discoteca particular con aquel diluvio de vinilos. Ni hoy mismo es factible. Su saldo discográfico anda por el centenar de álbumes publicados.

No obstante, lo suficiente para paladear los trabajos más significativos de Columbia, de disfrutar con su etapa dorada en Capitol y ahondar en Reprise, las tres compañías en las que dio suelta a su enorme producción. En la última citada, en Reprise, estaba editado Strangers In The Night (1966), en single y LP, y posteriormente en CD. Como era poderoso y guerrillero y le fastidiaba mucho que le controlasen en todos los aspectos: dinero, negocios, amistades, amores… —"sé agradable, sé dulce, sé adorable, pero mira hacia otro lado", le recomendó una amiga a su esposa Barbara para que sobrellevara con resignación los adulterios de su gladiador— se le puso entre ceja y ceja que tenía que crear su propia compañía discográfica, y la creó, la mentada Reprise.

Reprise, nacida en 1961, y realmente la primera independiente de peso, es ahora, en estos primeros meses de 2021, noticia porque Universal, con el pretexto de los sesenta años que ha cumplido, está excavando en sus fondos para cada mes publicar un disco de ‘rarezas’ del cantante bajo el título Reprise Rarities. En realidad, no exactamente rarezas, como proclama Universal, sino canciones oscuras, o que pasaron desapercibidas, extraídas de todos los discos que se autopublicó en su compañía, que no sello, puesto que se trataba de una verdadera compañía discográfico, y no sello modesto, abierta no solo para él sino a toda clase de artistas.

No fue un negocio explosivo, es cierto, pero sí solvente. A los dos años de vida, se lo vendió a Warner por una suma más que generosa, quedando él como vicepresidente y con poder decisivo intocable. Con ello, escapó triunfante de la tiranía de Capitol y luego hacer lo que realmente le dio la gana, desde discos propios a discos de villancicos, brasileños, rocanroleros (en la intención)… o aquellos polémicos dobles de duetos.

Viajar, por tanto, por las canciones de esta serie de CD’s que está publicando secuencialmente Universal mes a mes, es viajar al lado del Sinatra más libre y más arriesgado musicalmente (dentro de un límite, que solo él, conocedor de su garganta y de sus gustos, imponía), y a la vez al lado del Sinatra ofuscado por llegar al mundo de los jóvenes a través del pop —de ahí Strangers In The Night o la versión de Downtown, de Petula Clarke—, de volver al viejo estilo de grabación con todos los músicos en el estudio, de acometer discos conceptuales, de compartir estrías discográficas junto a dos de sus ídolos, Count Basie y Duke Ellington, de darles cancha a sus amigos, desde Dean Martin a Bing Crosby, y, ¡ay!, unirse tiernamente a su hija Nancy para producir piezas entrañables del estilo Something Stupid.

Ello, por no olvidar, su ambición para poner sus manos y su cabeza en otros ámbitos de poder, tanto el político como el mafioso, codeándose con presidentes y jerarcas árabes, desde Kennedy, Nixon y Reagan hasta el sha de Persia. Tan poderoso se consideraba que hasta escribió a Bush y Sadam Husein para que no cometieran la locura de ir a la guerra. En cuanto a sus relaciones con una tropa de jefes de la ‘cosa nostra’, son bien conocidas, bien con Willie Moretti en los tiempos de Sinatra como cantante a sueldo en grandes orquestas, luego con Lucky Luciano, que, a punta de pistola, calló a los periodistas que hurgaron en su faceta de maltratador de esposas o con Sam Giacana, que intermedió en el sindicato minero a petición suya para llevar a Kennedy a la Casa Blanca.

Obviamente en estas recopilaciones no están ni estarán las citadas Strangers In The Night y Something Stupid, y cómo no, My Way, frutas maduras de su etapa Reprise y, por tanto, nada raras. En su lugar, aparecen Tina, Nancy, Barbara, Emily, nombres de la saga familiar, junto a It’s Sunday, The Girls I’ve Never Kissed, In The Blu Of Evening, Come Waltz To Me…, piezas, sí, poco conocidas —aunque no fuera el caso de Nancy, una de las piezas más solicitadas en las radios americanas durante la Segunda Guerra Mundial—, pero tan sabrosas y gemelas de cualquier otra de su repertorio, porque, a fin de cuentas, el valor máximo de Sinatra, lo que le identifica y atrae, no son las canciones en sí, sino el estilo y obviamente su voz. Un maestro único e inimitable en este terreno. Y eso está marcado a fuego en las 26 piezas que configuran estas dos primeras reediciones de ‘rarezas’ de Universal. Es decir, un camino —“sin enredos, sin trabas, sin límites”, como le anunciaba la publicidad en aquellos tiempos— tan directo como cualquier otro para entrar en el mundo Sinatra cuanto antes, especialmente para las nuevas generaciones, si es que queda alguno interesado por lo viejuno.

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