Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

LA VOZ DE MI AMO

Cachi

Fallecido el pasado 21 de diciembre, dejó un legado en la radio musical zaragozana tan inolvidable como crucial y único en la difusión discográfica y de apoyo a los grupos aragoneses

Cachi Torres.
Cachi y su perenne sonrisa de chico bueno.
Oliver Duch

Ante todo, mis condolencias públicas a su esposa, Clara, y a su familia. Una pena, se fue Cachi en medio de una crisis estremecedora de dolores, según contaba en uno de sus últimos mensajes de Facebook, o quizá definitivamente el último. Cuánta crueldad. Me preguntaba cómo era posible que, en estos tiempos tan avanzados y tecnologizados, la medicina no le aplacase este sufrimiento, pero imagino que habría algún motivo. No sé. Sí sé que Julián Torres, Cachi, como apelativo amoroso con el que le llamaban sus padres desde pequeñito por la canción de Nat King Cole, Cachito, fue un personaje único e imprescindible en el mundo musical zaragozano de los años 80 y 90. Si él no hubiera existido, me atrevo a decir —bueno, lo digo abiertamente— no hubiera existido el rock zaragozano moderno, y, por ende, grupos como Héroes o Más Birras, por citar algunos. Y, por supuesto, no hubiéramos tenido acceso, o hubiéramos tardado en llegar a tantos y a tantos grupos que él nos descubrió con antelación en las ondas de Radio Zaragoza

Cachi en uno de sus lugares favoritos, la cabina del ‘pinchadiscos’, en este caso en la del Rosse, hacia 1982.
Cachi en uno de sus lugares favoritos, la cabina del ‘pinchadiscos’, en este caso en la del Rosse, hacia 1982.
Archivo: Matías Uribe

Como en esas grandes novelas, películas de aventuras o hechos históricos, hizo de explorador avanzado de horizontes lejanos. Un Rodrigo de Triana, ojo avizor con su catalejo, que, cuando divisaba nuevas tierras musicales, enseguida informaba en la radio de lo que veía y oía a través de sus grandes prismáticos de pasión por la música y de lo que se estaba cociendo allende los mares en plena new wave. A las tres de la tarde de sábados y domingos era un placer, y casi una obligación, sentarse ante el transistor y sintonizar 'El Selector' de Radio Zaragoza. En mi caso, más allá del transistor… Porque Cachi y sus avanzados descubrimientos discográficos me obligaron a comprar un gran sintonizador para acoplarlo a aquellos primeros y aparatosos equipos de alta fidelidad que no traían incorporado ‘tuner’ alguno, salvo raras excepciones. Un instalador de antenas tuvo que venir a colocarme una antena especial de radio desde el tejado al piso primero en que vivía. Todo para escuchar con nitidez y en estéreo 'El Selector', su plataforma desde la que enviaba los maravillosos avisos de sus descubrimientos, de aquellos discos procedentes de la Britania que en muchas ocasiones no llegaban a las tiendas de Zaragoza, tardaban o justamente acababan de hacerlo: Visage, Joy Division, Bauhaus, Talking Heads, The Cure, Smiths… Un activismo imparable.

Y es que había que verlo frente al tocadiscos en su casa. Nos conocimos antes de que él empezara a hacer radio y yo a escribir en el Heraldo. Un familiar, cuñado suyo y amigo mío de colegio, me dijo que quería conocerme al saber de nuestras mutuas aficiones musicales. El encuentro en mi casa fue inmediato y la sintonía entre ambos, desde entonces, precisa y constante. Lo primero que me sorprendió en el cuarto de su casa no fue la cantidad de discos, aunque también, que apilaba en la estantería donde tenía instalado su equipo de música… sino la baldosa justo debajo donde ubicaba el giradiscos. ¡Estaba medio desgastada! Increíble. Era el efecto de las horas y horas que pasaba de pie poniendo y quitando discos.

Lo entendí cuando empezó a ‘pinchar’ uno tras otro, en una abigarrada sesión melómana en la que cada disco apenas duraba un minuto o dos girando hasta que salía del plato y entraba otro a velocidad endiablada. Y mientras, me contaba anécdotas sobre el grupo o cantante o cuándo o dónde había conseguido el disco. Me llevó a un paraíso nuevo para mí en aquel momento, como era, por ejemplo, el de la Costa Oeste: la Jefferson, Grateful Dead, Moby Grape…, cuyos discos no se habían publicado todavía en España hasta que poco más tarde la RCA les abrió la compuerta… (si es que íbamos más retrasados que los viejos mercancías. ¡País!).

Estaba enamorado de Grace Slick, y, como tenía un oído de alta gama, te tarareaba las canciones con una facilidad sorprendente. Empezamos a intercambiarnos discos, él más que yo, que no le podía ofrecer mucho pues para entonces, principios y mediados los setenta yo andaba apegado al blues negro y al blanco, amén de los sinfónicos, el hard rock y esas cosas — Canned Heat, Mayall, Yes, Led Zeppelin…— y él ya andaba por otras esferas: Costa Oeste, como digo, Can, la Velvet, los alemanes, Love, Randy Newman… Además, era pura generosidad. Le hablé de un bar en el que yo me encargaba de abastecer su sinfonola —la del Zorongo, en la zona universitaria de la plaza San Francisco—, y le dije que sería buena idea colocar algunos 'oldies'... Sin problema. Recuerdo los singles 'Only You', de Los Platers, 'Venus' de Shoking Blue…, que hicieron furor, se quemaron allí mismo y ya no volvieron a sus manos.

Afortunadamente, y lo digo con todo cariño, mis préstamos no fueron muchos por la ventaja que me llevaba… y por el trato físico que les daba a los discos. Un dolor emocional cada vez que se llevaba un disco de mi casa: se lo dejabas flamante, envuelto en su correspondiente funda de plástico, bien sellado en la bolsa interior de papel cebolla… y podría devolvérmelo como un paño de cocina, aunque por suerte nunca ocurrió. Su hiper actividad, el trasiego continuo al que sometía los discos, sin salirse de la famosa baldosa, o lo imprescindible para alcanzar el LP deseado, los dejaba un tanto deteriorados. Para un tiquismiquis como yo en el cuidado de los discos, un sufrimiento. Pero, ya digo, pesó más el gozo de su amistad y compañía: lo que me pudo enseñar y oír. Modestamente creo que lo compensé regalándole un doble en directo de Hawkwind que me compré en el 77 en Londres por su famoso 'Silver Machine' y luego no me gustó nada, pero él lo recibió casi con sagrada reverencia y agradecimiento infinito.

Cachi (a la izquierda) en la fiesta de los Nuevos Románticos, en 1981, en el pub Rosse
Cachi (a la izquierda) en la fiesta de los Nuevos Románticos, en 1981, en el pub Rosse
Archivo: Matías Uribe

Sabidos sus conocimientos discográficos y su ‘enrolle’ con aquellas gozosas galletas de plástico negro, especialmente con las pequeñas, con los singles, de los que era un fanático, fue contratado por el Rosse como pinchadiscos… ¡Ah! el Rosse, ubicado en Fernando el Católico, a escasos metros del Parque Grande, frente al bar Cañas y Barro que luego se transformaría en El Plató y más tarde en el famoso KWM. El primer y gran templo de la modernidad zaragozana en el tránsito de los setenta y los ochenta, algunos dirían, y seguirán diciendo, que del pijerío… Bueno, allá cada cual. Pero allí pasé ratos memorables. Especialmente oyendo y viendo a Cachi pinchando en la glamourosa cabina rosa del local, asistiendo a fiestas insólitas como la de los Nuevos Románticos y, más aún, disfrutando, a veces tirado por los cojines que para tal efecto había colocados, con los vídeos que proyectaba en la gran pantalla con un reproductor Umatic Beta, un aparatoso artilugio profesional carísimo… ¡Era el primer pub de la ciudad que había instalado una gran pantalla de vídeo! Una novedad increíble que al poco, si la memoria no me falla, incorporó otro pub de la zona de Francisco Victoria, cuyo nombre ya se me ha ido de la nube neuronal, y estaba más dedicado al baloncesto…, de hecho, creo que tenía que ver con alguien del sector. Allí, en el Rosse, presenté, en 1980, el recién nacido periódico musical Disco Actualidad, con la ayuda, cómo no, de Cachi y del dueño del local, Alberto. ¡Ah!, y con la presencia aquel día de Bernardo Bonezzi, de los Zombies, que había venido a Zaragoza de promoción. Él, Cachi, aportó, por cierto, en el D. A., una sección fija, primordial, sobre los discos que pinchaba, con un título más que pintiparado: Canela fina.

Presentación, en 1980, de Disco Actualidad en el Rosse, con Cachi, Bernardo Bonezzi, Matías Uribe y Clara (de izquierda a derecha).
Presentación, en 1980, de Disco Actualidad en el Rosse, con Cachi, Bernardo Bonezzi, Matías Uribe y Clara (de izquierda a derecha).
Archivo Matías Uribe

Y, de inmediato, Radio Zaragoza y 'El Selector'. La memoria me falla, pero creo que se presentó en la emisora y habló con José Juan Chicón, que entonces dirigía el recién estrenado Canal 2 de Radio Zaragoza. Chicón buscaba voces nuevas para este canal que ya contaba, o había contado, con un par de frikis que presentaban un programa rompedor denominado Experimento 7 y en Cachi debió ver su continuidad o algo así, aunque sin la locura de la pareja del dúo citado y, allá, por 1980, le dio un programa, El Selector. Un puñado de nervios, propio de la edad y de la inexperiencia radiofónica. Se trababa, se cortaba, no hilaba las frases… Recuerdo que llegué hasta a aconsejarle que se tomara una tila antes de empezar, que todo era cuestión de tranquilidad, porque el material discográfico y sus conocimientos ya los tenía bien sobrados. Costó un poco, pero enfiló el programa y allí, en Radio Zaragoza, estaba el tipo que más sabía de la música del momento, amén del pasado, pero, sobre todo, de la entonces más actual, de la nuevaolera.

Una fuente increíble de músicas y de discos que Cachi pinchaba antes que cualquiera — incluidos algunos afamados gurús madrileños de Radio 3—, con su capacidad para divisar y conseguir aquellas insólitas galletas. A mí, personalmente, como antes lo había hecho en privado, pisando la desgastada baldosa de su cuarto, me descubrió un montón de grupos. Recuerdo, sobre todo, a Lords Of The New Church, los Smiths o Godfathers, que enseguida coloqué en mi vitrina de favoritos. Pero, más aún, recuerdo con gran placer las cintas de bobina que me grababa con mucho de lo que pinchaba en la radio y otras perlas insólitas. Sesiones abrumadoras a las que había que ponerles mucha atención y dedicación porque, a veces, determinadas canciones costaba digerirlas. Era un fan absoluto de Bauhaus y Peter Murphy, de los Smiths, de Little Feat, de Ray Cooder, Talking Heads, Peter Gabriel, de los primeros Police, de The Cure, Joy Division, de Human League, Heaven 17, de The Church, los Smiths… y una multitud más. Cuando se separaron Bauhaus, en 1983, me llamó completamente apenado a ver si yo tenía más información… Lamentablemente, el Internet doméstico era todavía un lejano y quimérico proyecto. Le tocó la fibra.

Cachi y una de sus metamorfosis de vestuario.
Cachi y una de sus metamorfosis de vestuario.
Archivo Matías Uribe

Curiosamente, la pasión que mostraba por los discos no tenía traslación a las actuaciones en directo. Rara vez, por no decir nunca, me lo encontré en una de las salas de actuaciones, la Metro, En Bruto… Un día me dio una razón a su ausencia en los conciertos, puedo decir que hasta casi convincente: “Prefiero ocupar el tiempo en los discos. Lo que un grupo no ofrezca en los discos no lo dará en un escenario; y aunque lo dé, siempre prefiero los discos”. Bueno, es posible, y más en su caso, si así ganaba minutos para escuchar aquellas pilas de singles, maxis y elepés que acumulaba en su casa, bien comprados en Linacero, en Londres o en la Base Americana.

No menos importante fue su labor, además de la de explorador y difusor, como pilar de apoyo de los grupos aragoneses. Todos cuanto tenían algo que decir pasaban en maqueta o disco por 'El Selector', y luego también por Sangre española, otro programa de la tarde creado después para dar salida y apoyo, especialmente, a los grupos locales. Hasta se metió en fregaos discográficos y no sé cómo —supongo que con el apoyo económico de Radio Zaragoza—, en 1987, enhebró un LP, con lo difícil que era esto en la época, con cinco grupos zaragozanos: Mas Birras, Ferrobós, Proscritos, Lágrimas de Mermelada y Furtivos. Una labor proselitista, y digamos evangélica, de una constancia persistente y de un valor tremendo. Tanto que, sin su apoyo en las ondas e incluso fuera, me atrevo a asegurar que Héroes del Silencio y menos aún Bunbury, no hubieran nacido nunca para el pop local ni el nacional.

Portada del disco recopilatorio Sangre española, con cinco grupos zaragozanos.
Portada del disco recopilatorio Sangre española, con cinco grupos zaragozanos.
Archivo Matías Uribe

Y es que 'El Selector' era un tamiz radiofónico, junto al Observatorio, de Emilio Velilla en Radio Popular, imprescindible para llegar a la gente. Si un grupo no sonaba en los programas de Cachi, dicho seguramente de manera radical, pero con visos reales, ese grupo no existía, y, por tanto, tenía cortado el camino hacia el éxito local, no digamos al nacional. Tanto era su crédito y su poder radiofónico en el mundo musical pop de los 80… Uhmm, poder contra el que alguno se rebeló. “Te sientes tan fuerte que piensas que nadie te puede tocar”. ¿Una invectiva de Bunbury vía 'Maldito duende'? Es posible. 'Entre dos tierras' sí estaba inequívocamente dedicada a él, en una época en que se produjo el cisma entre ambos, herida que Cachi nunca supo o pudo curar.

Luego, a mitad de los noventa aproximadamente, llegó el declive. La familia Muro vendió Radio Zaragoza a la SER y comenzó la ‘era del satélite’, la de los programas cocinados en Madrid y emitidos por el famoso chisme para toda España de forma centralizada, con lo que se cargó las programaciones musicales locales, y alguna más. Y no solo en Radio Zaragoza, también en otras emisoras, por ejemplo, en Radio Heraldo, al ser comprada esta por Radio Minuto, y luego por la SER, que la transformó en M80 Radio, acabándose así un tiempo radiofónico para la música pop libre e inolvidable. Cuestión de economía, decían sobre la emisión satelital, aunque maldita la gracia.

Cachi no quiso o no supo adaptarse a los nuevos (y malos) tiempos y, a la velocidad a la que corría el negocio musical, se vio fuera de onda, sin trabajo y, lo que es peor, con una familia necesitada económicamente. Anduvo por Radio Ebro, trabajó con su padre (reputado constructor), vendió seguros y publicidad… Un duro golpe del que quizá lo hubiera sacado alguna emisora local y, sobre todo, la recién llegada radio autonómica que, haciendo gala de un desconocimiento supino, desprecio y hasta derroche ofensivo —menuda pasta se llevó aquel presentador de La Gramola, que el escándalo hasta llegó a las Cortes— lamentablemente no lo incorporó a su plantilla.

En fin, mejor no remover barros pasados. La pena es que Cachi ya no está con nosotros. Se nos perdió de las ondas en las últimas décadas, pero no su recuerdo, al menos para quienes lo conocimos muy de cerca, que sigue intacto. Su papel de adelantado, de activista de las ondas musicales en los 80 y los 90, así como su apoyo a los grupos locales, fue crucial. Y así figurará en la pequeña o gran historia de la música de esta ciudad. Aun con su peculiar forma de ser, se mereció más gratitud de la que recogió en vida. Cada cual, si se siente señalado, que cargue con su cruz. Un abrazo, amigo. Por siempre.

¿Por cierto, cuál o cuáles fueron algunos de los discos o grupos que descubriste a través de Cachi? ¡Va, alguno seguro hay en tu memoria! Cachi era insaltable, obligatorio, esencial.

En su honor, la canción más conocida de uno de sus grupos favoritos, Bauhaus:

Y otra también de otro de sus adorados grupos, Hawkwind:

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