Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

la voz de mi amo

Sombría pero feliz Navidad con Andrew Bird

El atípico cantante de Chicago publica un disco navideño, lejos de los estereotipos de estos trabajos, con el que este blog emite un ruidoso grito de esperanza para que muera el ‘bicho’ cuanto antes

Pues eso, feliz Navidad y que pronto las vacunas anti Covid comiencen a hacer efecto.
Pues eso, feliz Navidad y que pronto las vacunas anti Covid comiencen a hacer efecto.
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En momentos tan duros como estos, con esta pandemia que ha cambiado las vidas de los millones de seres humanos que habitamos el planeta, más motivo para rascarse el cerebro a la búsqueda de alegría y optimismo, aunque sea una añagaza hipnótica, de autoayuda. ¿En qué acabará este azote pandémico? ¿Cuándo saldremos del túnel negro que increíblemente, en un tiempo de la historia en que nos creíamos invulnerables a enfermedades colectivas, de avance científico superlativo, está siendo más largo y oscuro de lo que podía imaginarse?

La aparición de las ansiadas vacunas ha llegado precisamente en las postrimerías del año, clavando en el globo terráqueo un grueso puntal de esperanza al que agarrarse como náufragos en medio del océano. Porque tarde o temprano, el bicho caerá, la pandemia será derrotada. Lo fueron aquellas pandemias históricas como la antonina del siglo segundo, que dejó cinco millones de muertos en todo el imperio romano, la peste negra de 1347, que acabó con la vida de más de 75 millones de personas, o la llamada gripe española de 1918, también devastadora, con unos 30 millones de muertos, como para que esta no caiga. Caerá, vaya que si caerá. Mas, hoy por hoy, estamos en medio del océano, sufriendo las calamidades que este insólito virus ha traído, instalándose confortablemente y con una rapidez insólita en esta civilización híper tecnologizada. ¡Quién podría imaginar este desastre! Pura ciencia ficción, si alguien escribe una novela al respecto hace diez, veinte, cien años...

Por eso, por culpa de este malhadado microorganismo destructor, esta es una Navidad insólita, increíble, impensable, sombría… y todos los adjetivos de contrariedad que se quieran sacar del diccionario. Pero a la vez una Navidad más esperanzadora que ninguna otra anterior, una Navidad cargada de ilusión reparadora, esperando que llegue el remedio eficaz de las vacunas y que, de una vez por todas, se acabe esta pesadilla.

Así que, como todos los años, acompañémosla con algo tan reparador y balsámico como la música. Todos los años desde que salió a la luz este blog en 2009, aprovecho para enviar mis mejores deseos a todos cuantos se asoman a este rincón que tan generosamente me ofrece el HERALDO colocando una canción navideña, por lo general, publicada de nuevo cuño en estas fechas. Y este año no va a ser menos, pese a la negrura ambiental. No son muchos los álbumes enteros —insisto álbumes enteros— dedicados en 2020 a esta festividad y con un nivel de calidad óptimo y hasta emocional, como en tiempos hicieron Elvis Presley, Sinatra, The Crystals, las Ronettes, B. B. King, Johnny Cash, Jethro Tull, el mismo Dylan y hasta algún punk que otro, pero alguno hay. Y sorprendente.

Es el caso del estadounidense de Chicago, Andrew Bird, un creador sensible y atípico que llegó a mis oídos y a mi discoteca en 2005 quizá algo tarde —pero entonces no existía Spotify ni las novedades corrían tan deprisa como uno hubiera deseado— aunque llegó en el momento oportuno para ‘engancharse’ a él, con precisamente el mejor o más favorecido álbum de su carrera, aquel iconoclasta Andrew Bird & The Misterious Production Of Eggs, que vaya titulito. En el Muévete del 11 de marzo, uniéndome a la opinión del crítico de The Independent, señalaba que sus canciones mezclaban a Radiohead con Lambchop, es decir el riesgo de los primeros con la quietud de los segundos, pero de forma más suave e instrumentada, embutiendo Bird su voz tristona entre violines, guitarras, programaciones y su infaltable silbido. Un discazo.

Desde entonces, su estela se ha enriquecido con once álbumes más. Y hete aquí que recientemente ha asomado las orejas con un disco navideño, Hark!, a su manera, es decir, con ese sentido contracorriente y fuera de modas que impregna sus canciones. De manera que no sorprende, aunque sí agrada, que Oh Holy Night tenga como hilo conductor casi único el silbido de Bird o la popular White Christmas recurra de nuevo al silbido apoyado por una guitarra acústica y su voz ‘truene’ con su peculiar tristeza. En realidad, es un disco, digamos, de apaño, con seis canciones de un EP, también navideño, que publicó el año pasado, y siete nuevas, entre ellas la misma Andalucía de John Cale. Trece canciones en total de brillos y tonalidades muy distintas, que lo mismo se impregnan de colores jazzísticos que folkies, pop… o navideños. Todo muy lejano de los estereotipos, usos y costumbres de este tipo de discos para ponerse el gorrito rojo o cantar en familia (cuando se podía) al calor de la chimenea.

Que lo disfrutéis, que al año que viene pueda ofrecer algo con mucha tralla como señal de que el bicho murió y sobre todo que la buena salud nos persiga a todos. ¡Felices fiestas! ¡Feliz Navidad!

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