Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

la voz de mi amo

Orovega, arte y sensibilidad millennial

Sobrina de Antonio y Nacho Vega, la joven Claudia Vega sorprende con su voz de miel imbricada en géneros como el flamenco, la música árabe o el jazz manouche: ¿una estrella en ciernes?

Orovega es el proyecto individual de la joven madrileña Claudia Vega, de ascendencia árabe y sefardí.
Orovega es el proyecto individual de la joven madrileña Claudia Vega, de ascendencia árabe y sefardí.
Sandra Bensadon

Jovencísima millenial y sorprendente el cúmulo de carreteras físicas, literarias y musicales por las que ha transitado: desde Seul a San Francisco, Londres o París; desde el folk dylaniano al flamenco, al arabismo y el jazz manouche; desde Kerouac a Alain Ginsberg y Lorca… Muchos caminos que siempre vuelven y confluyen en Madrid, donde nació, con un apellido, Vega, de alcurnia musical ilustre, no en vano es sobrina de Antonio y Nacho Vega…, sí los dos fundadores de Nacha Pop. Pero nada que ver con ellos, musicalmente, sí en sensibilidad y en su dedicación al mundo del arte y de la música casi de manera contumaz, obsesiva.

Antes conducía por esas carreteras de Dios con su nombre y apellido de pila, Claudia Vega, una trovadora atada a Dylan. Hasta que hace un año aproximadamente, componiendo ella misma y tocando la guitarra, dio un volantazo al flamenco y otros géneros, mezclándolos de manera exquisita, no al modo tópico de una voz sobre una base, sino imbricando su voz en músicas de sabores diversos y ese sello especial que viene de su dulce voz de miel y de su facilidad para los idiomas, lo mismo el árabe que el francés, el español o el inglés (algo sorprendente que le viene de su nacimiento en España y de su ascendencia sefardí y árabe). Y nació Orovega.

El primer volantazo de Claudia a Orovega lo dio con Master & Margarita, inspirada en la novela de Mijaíl Bulgákov, El maestro y margarita, una explosión de jazz manouche, raíces orientales e injertos de guitarra flamenca expuesto en vídeo en una alegre fiesta étnica y canto en inglés.

Luego llegó Tánger, dando entrada a las bases electrónicas y al flamenco y pasando al español como lengua, que llevan a aquella dulzura infantil de Jeanette, obviamente en otro registro.

Y lo último, de hace apenas tres meses, Reina mora, sobre poemas marroquíes, trasladado a un sugerente y sensual vídeo en francés, con la voz a lo Hardy, y una bella melodía, algo realmente atractivo y original. Aunque, ¡agg!, sobra ese largo injerto de flamenquito que rompe y distrae la canción, que la deteriora. ¡Que manía con degradar al flamenco de verdad! O flamenco puro o nada. Pero la canción es pura miel mestiza.

Pese a ese larga e inapropiada intervención flamenquita, es otra puerta abierta que no se sabe a dónde conducirá a esta joven inquieta e insólita en estos tiempos de mucha abundancia, pero pocos frutos maduros. Esperemos a su primer álbum. Por lo pronto, llama la atención este amplio abanico de estilos e idiomas que maneja y cómo imbrica en ellos esa dulce y delicada voz con la que canta, en la estela de La Bien Querida, Lourdes Hernández de Russian Red, Zahara, Anni B Sweet, Jeanette… y, cómo no, las inolvidables estrellas femeninas del pop galo de los sesenta, con Françoise Hardy a la cabeza. ¿Una estrella en ciernes? El tiempo lo dirá. Mimbres los hay. Ojalá que ese bonito nombre de Orovega, escogido con mucha intención, se haga realidad plena y fructífera.

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