Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

LA VOZ DE MI AMO

Grace Potter, rockera sensible y explosiva

La cantante y multiinstrumentista norteamericana condensa con bravura y sentimiento las raíces del rock clásico de los setenta en una larga carrera de casi dos décadas, aunque fuera de los USA sigue siendo una semidesconocida.

Grace Potter.
Grace Potter canta en grandes recintos, cuenta con una legión de seguidores y se ha medido en directo tanto con los Rolling Stones
Matías Uribe

¿Y qué hace esta buena señora (es casada y mamá) que, con su impresionante voz y su garbosa figura, no está afiliada al —no diré nunca ‘selecto’— club de las divas norteamericanas, amasando popularidad y dinero a caño abierto? Ah, ella es distinta. La música es su segunda piel. Vamos, que se nota que la siente y la lleva pegada al cuerpo y a las neuronas. Canta con un potente y a la vez sensible registro, toca el piano y el órgano, compone y sorprende con esa guitarra en forma de flecha o en V, la Gibson, con la que se desmadeja en el escenario cual aguerrida rockera. Imposible militar en ese club plastificado de divas y cancioncejas prefabricadas. Ya, tiene todas las condiciones de sobra para haber pedido número alto en la afiliación a ese club, pero nada más lejos…

¿De quién hablamos? Pues de una cantante completamente desconocida en España y me da que en medio mundo, si bien en los USA, su país natal, goza de mucha pleitesía: canta en grandes recintos, cuenta con una legión de seguidores y se ha medido en directo tanto con los Rolling Stones como con Gov’t Mule o Jackson Brown, amén de haber aparecido en los más famosos late night de la televisión norteamericana.

Se llama, digámoslo ya, de Grace Potter, una nativa de un pequeño pueblo norteamericano de apenas 2.000 habitantes, Waitsfield, en el estado de Vermont, de 37 años recién cumplidos que nació con la música muy cercana a través de su madre pianista. Ella le inculcó su pasión y sus conocimientos técnicos para que la hija aprendiera, y aprehendiera, cómo moverse por el teclado de un piano y después del órgano. Una chica aplicada y ya embutida en esa segunda piel suya, la música. En el instituto amplió el aprendizaje y entró en el coro. Mostraba, por lo que se cuenta, condiciones más que notables. Madonna, el mismo Michael Jackson, de la que era fan irresoluta, así como Kurt Cobain la impulsaron a saltar al terreno amateur de los grupos y los circuitos musicales y teatrales.

La llamada de un músico, que la vio una noche cantar y tocar el piano en directo, fue la chispa definitiva que encendió su carrera profesional. Matt Burr, batería, la invitó a unirse a él y formar un grupo. Lo que ocurre en estos casos: tanteos, búsqueda de posibilidades, incertidumbres, exploración de caminos musicales… Les unió algo fundamental: tanto una como otro profesaban gran devoción al rock de los 60-70, algo heredado de sus padres, con Led Zeppelin, Hendrix, Allman Brothers, Doors… a la cabeza. Pero, aun así, ella rechazó la invitación. No fue hasta que llegó a su mismo colegio universitario una vieja amiga del instituto, la bajista Courtright Beard, que la convenció para que aceptara la invitación, uniéndose ella misma al dúo. La búsqueda de un guitarrista, Scott Turnet, perfiló la formación definitiva del grupo bajo el nombre de Grace Potter & The Nocturnals. El nombre de ella en primer lugar, porque los tres miembros restantes, eran plenamente conscientes de que Grace, con sus habilidades al órgano y la guitarra, amén de su físico, era el mayor señuelo del cuarteto. Lo de Nocturnals vino de la afición compartida de los cuatro a trasnochar. Bien es verdad que la vieja amiga del instituto se apeó del grupo pronto, cuando Grace decidió abandonar los estudios universitarios y volver a su pueblo, siguiéndole el batería Burr, ya convertido también en pareja afectiva de la Potter. En su lugar entró el bajista Bryan Dondero.

Y lo habitual: garitos, bares, festivales… hasta que ficharon por sellos pequeños, desdeñando alguna oferta de sellos mayores, debido a que desde el principio tenían claro que querían funcionar a su aire y de manera independiente. Desde entonces, con algunos cambios en la formación, cinco álbumes llevan la firma de Grace Potter & The Nocturnals. Cinco sabrosas rodajas en las que aflora, el jazz, el rock setentero, el blues, el soul, el country, la psicodelia… Una anomalía en estos tiempos ‘traperos’ (entiéndase el doble sentido). Y más aún con una chica minifaldera pegada a esa guitarra Gibson tan típica del heavy metal. ¿Ha muerto el rock? Eterna pregunta, pero ante artistas como ella, saltan rayos de esperanza de que no sea así, de que hay gente joven con viejas perversiones rockeras y desancladas del mundillo de las divas, de esas cancioncejas de plástico, cortadas todas ellas por el mismo patrón de la vulgaridad y la comercialidad.

No ha estado, por cierto, muy lejano el paso de la Potter de las divas. Tras pausar o se diría que disolver a los Nocturnals ha grabado dos discos, bajo la producción de su nuevo marido y padre de su único hijo, Eric Valentine, que viene del mundo de las programaciones y la producción, y alguna canción coquetea con el santoral de las divas, pero sin integrarse en él, afortunadamente.

Personalmente me encantan los cinco discos con los Nocturnals, e incluso los dos en solitario, aunque han perdido algo de la esencia Potter y sobre todo la magnífica banda que tenía detrás, pero son muy agradables. Por cierto, que el artífice de todo y primer marido, el excelente batería Matt Burr, sigue, que yo sepa, desaparecido en combate musical tras una estancia de dos años en Puerto Rico, después de su divorcio con la cantante. Volviendo a los discos, el primero, por cierto, Original Soul (2004), es imposible encontrarlo a la venta física y casi en plataformas digitales (solo está en Amazon) y el resto, por aquello de que salieron en un sello pequeño, Hollywood, llevan unos precios desconsiderados, aunque ahí está Spotify. El cuarto, titulado tal cual el nombre del grupo, y editado en 2010, es quizá el mejor, pero sin desmejorar a los otros cuatro.

Pero si hay algo que aún me llama más la atención es no solo verla en un escenario (Youtube está plagado de actuaciones) sino su habilidad para versionar a todo quisqui viviente y no viviente, señal de sus excelentes dotes musicales y de su gusto por el pasado. Con esa voz evocadora de Janis Joplin, Emmylou Harris, Tina Turner o Robert Plant, ha hecho propias piezas de Led Zeppelin, los Rolling, la Jefferson, Neil Young, Blondie (de los que es una rendida admiradora), ZZ Top, Eagles, The Animals, John Prine, Santana, Dylan, la Creedence, Bowie, Gun’s And Roses…, lo que, aparte del acierto de las versiones, es un símbolo preclaro de su vasto conocimiento musical del pasado.

En los días pasados de la confinación dio rienda suelta a esta devoción por las versiones y llenó su canal de Youtube de delicadas piezas, entre ellas la versión de la inolvidable Dead Flowers de los Rolling, que ella borda, The Beatles (Como Together), Dylan (Blowin’ In The Wind), Hendrix (Foxy Lady)…

Y hasta compuso una propia dedicada a estos días lamentables que le ha tocado vivir a la humanidad. Eachother se titula la pieza, siguiendo los pasos gospelianos y soul de una de sus baladas mayores, Things I Never Needed, incluida en su fantástico cuarto álbum, y cuenta con la ayuda de Jackson Brown, entre otros. Una verdadera perla.

Aquí dentro va el código de Youtube

No extraña que los mismos Rolling la invitaran en 2015 a cantar en directo con ellos su inolvidable Gimme Shelter o se la haya visto en directo junto a Willie Nelson, Joe Satriani, la Allman Brothers o su gran amigo Warren Haynes de Gov’t Mule y de la citada Allman.

Desde Joaa Jett y Lita Ford, o las más recientes Sheryl Crow o Joss Stone, entre otras, no había surgido una pop-rockera femenina como esta Grace Potter, con tanta garra y sensibilidad, y con tanta donosura. Un alivio, un rayo de esperanza en el rock. Se diría que es la mejor depositaria femenina del rock clásico, por no decir que la primera y gran rockera de este milenio. (Por cierto, en España, podría decirse que tienen a unos compañeros muy buenos de pupitre, los Morgan, a los que me refería hace unas entradas. No vamos mal, dentro de lo que cabe).

Como colofón una perla más en versión acústica y eléctrica. Algunas chicas (malas) no aprendieron que no se ponían los codos sobre la mesa a la hora de comer, menos aún los pies, pero se perdona ante tanta belleza como destila esta balada:

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