Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

la voz de mi amo

Una aventura romántica de hace 40 años: Disco-Actualidad

El cierre de la revista RockdeLuxe trae a la memoria el del periódico musical zaragozano de distribución nacional, caído también hace cuatro décadas, y no por el cornavirus.

Cabecera del periódico Disco-Actualidad, con Police en portada.
Cabecera del periódico Disco-Actualidad, con Police en portada.
Archivo de Matías Uribe.

El RockdeLux ha caído. Este mes de mayo se ha publicado el último número de la revista musical editada en Barcelona para toda España desde noviembre de 1984, o sea 394 publicaciones. Ellos, sus responsables, desde dentro, sabrán mejor los motivos. El coronavirus, parece que esgrimen como causa, ha sido la puntilla, pero, desde fuera me temo que esa puntilla ya se la dimos antes muchos de sus lectores, meses e incluso años previos a que el maldito bicho habitara entre nosotros. Su esnobismo exacerbado de los últimos años, sus bandazos, su ‘trilerismo’ para vender estulticias desde la misma portada, la mediocridad crítica y hasta escrita de buena parte de sus redactores, el rechazo al pop-rock nacional y específicamente a grupos punteros y de buena pasta (desde Héroes a Bunbury o Amaral por lo que aquí toca), sus salidas de tiesto amparados en un eclecticismo de mercadillo, su filosofía ebria y desnortada, en definitiva, su falta de rigor y de visión musical cualitativa, llevaron a que muchos compradores de la revista -servidor, cliente desde el primer número- pusiéramos el candado hace unos años y dejáramos de ir al quiosco a buscarla. Resultaba demasiado aburrida, densa, incomprensible, desafortunada en sus portadas, atrabiliaria, pasada de rosca modernista encubriendo mediocridades… ¡Basta! Más de uno, ya digo, desenganchamos. No ha sido necesario el bicho para hacerlo. Venía de muy atrás. Es una pena que un medio musical desaparezca, pero sus responsables han empujado demasiado al RockdeLux al borde del abismo. Ellos sabrán.

Obviamente, no es la primera ni la última caída de publicaciones de este tipo. Aún quedan unas pocas, especialmente en el terreno metálico, y otra icónica en el terreno más rockero, Ruta 66…, aunque, ¡ay¡, esta debería revisar faros, motor y carrocería si no quiere acabar en el mismo desguace del Lux, porque los pasos de los últimos años también están descolgando a mucha clientela, más en estos tiempos en que Internet ha arrasado el mercado de papel y a la gente joven, la parroquia principal en tiempos del consumo de este género, le importa un bledo la música pop. Su caladero está, a mi parecer, en otra franja de público mucho más mayor.

Portada del primer número de Disco-Actualidad con formato de periódico.
Portada del primer número de Disco-Actualidad con formato de periódico.
Archivo de Matías Uribe.

De las que cayeron, casi saldría una extensa base de datos. Desde el viejo Discóbolo al Fonorama, Disco Expres, Efeeme, Rolling Stone (versión española)… hay una ristra larguísima. Y en ella, por lo que a uno concierne, estará el Disco-Actualidad, empresa aventurera y de riesgo que uno emprendió en solitario en 1980 y dos años más tarde, en 1982, tuvo que bajar la persiana. Una lección aprendida: romanticismo y negocio son dos términos antagónicos, un binomio imposible. Fue lo que a uno le pasó. Se dejó llevar por su pasión musical y se metió en una aventura en la que trató de cuidar mucho la parte escrita, el meollo mismo de la publicación, pero descuidó la otra parte del binomio; bueno, por mejor decir, no tenía ni idea y, más aún, no lo defendió con garras de contable, lo que unido al sablazo que inesperadamente metió el jefe de la fenecida editorial subsidiaria del Heraldo (saltándose el acuerdo verbal triplicando el coste de impresión cuando la rotativa ya estaba en marcha) hizo que doblara la rodilla. Un estacazo, que unido a mil y una trapisonda más -remesas que no llegaban a su destino, funcionarios de Correos que saquearon el envío de decenas de discos a los suscriptores, desviándolos para su casa, algo que el jefe de la cosa, ante la queja, justificó jejejeje por no haber certificado los envíos…- llevó a la cancelación. Siete millones de pesetas, de aquellas pesetas de los inicios de los ochenta, una pasta, vaya, costó la broma, que uno pagó religiosamente, peseta a peseta, salvo un pequeño piquito que el comprensivo y amable gerente del periódico me permitió compensar con la exigua soldada que durante varios años percibí por mis programas en Radio Heraldo.

¡Qué aventura, Dios mío! La devoción tirando del carro a la ruina por no parasitar el lado económico. Aun así, hoy, con Internet de por medio, con las posibilidades editoriales de las nuevas tecnologías y con un público joven interesado en la literatura musical, volvería a la carga. Mas no es cuestión, falla una de las tres patas fundamentales del taburete: no hay público fervoroso de la literatura musical, los jóvenes de hoy están por amapolas y otras flores más prosaicas. Imposible emprender así aventuras de este tipo.

En fin, allí quedaron los 22 números de aquella publicación que, curiosamente, hoy cotiza en el mercado de las antiguallas y del ‘todocolección’ a precios gruesos. Y reparo en que de todo aquello acaban de cumplirse 40 años: el primer número apareció en la segunda quincena de abril de 1980, con Police en la portada. Esto sí que da un poco de yuyu.

Police.
Police.
Archivo de Matías Uribe.
Police.
Police.
Archivo de Matías Uribe.
Police.
Police.
Archivo de Matías Uribe.

Y dentro, en 32 páginas de tamaño periódico, artículos variados, desde una entrevista a uno de los grupos de moda del momento y de la nueva ola, The Knack, al repaso de la discografía de King Crimson; las claves del ascenso de The Police, magistralmente, marca de la casa, trazadas por el gran Diego A. Manrique; la crónica del concierto y posconcierto madrileño de Madness; la entrada en los confines del jazz con el sello ECM; un reportaje sobre el camino andado por Neil Young, el anuncio de la venida a España de Billy Joel, diversas secciones tanto de clásica como de jazz, libros musicales, alta fidelidad, discotecas, folk, singles… y, cómo no, la gran parada de críticas sin pelos en la lengua de los nuevos discos de aquel momento. Había pulso y músculo informativo y crítico, creo. Tenía su interés, máxime habiendo desaparecido meses antes el crucial Disco Express, cuya estela y formato de periódico quería seguir Disco-Actualidad.

Police.
Police.
Archivo de Matías Uribe.

Lo mejor, no obstante, fue la red de colaboradores que logré tejer por toda España, con profesionales destacados en provincias y lo más granado del periodismo musical español del momento, desde José Manuel Costa a Antonio de Miguel y Diego A. Manrique. Los retraté a todos en la penúltima página, y todavía guardo un excelente recuerdo de todos ellos, entregados a la causa con una nobleza encomiable, aunque bien es cierto que a alguno se le fue la mano exigiendo estipendio fuera de la órbita de una publicación con el amateurismo económico por bandera (¡alguno cobraba más que en El País!).

¡Cuarenta años! El cierre, curiosamente, se produjo cuando la aventura se estabilizó económicamente, pero las ganas y el afán de pelea estaban bajo mínimos. Fue, en cierto modo, un final liberador. No sé si lo habrá sido para el RockdeLux, pero si no es así, si la intención era seguir adelante, mejor le hubiera ido, creo, mirando un poco más a ras de suelo y elucubrando menos por nubes irreales de esnobismo y petulancia.

Police.
Police.
Archivo de Matías Uribe.
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