Jardinería y decoración

¿Ola de calor? Consejos para disfrutar del jardín y de la terraza por la noche

Con el calor, no siempre es fácil disfrutar de jardines y terrazas durante el día. Se puede planificar el espacio para que las veladas vespertinas sean un regalo de aroma y luz

‘Sublime Botanicum’, obra de la artista Katie Scott que muestra la delicia del jardín nocturno.
‘Sublime Botanicum’, obra de la artista Katie Scott que muestra la delicia del jardín nocturno.
Katie Scott

Hace calor y las plantas lo saben. Estos días, además, se ha producido la combinación más letal posible: las temperaturas por encima de 40 grados y fuertes rachas de viento de bochorno, lo que reseca las hojas hasta producir el temido golpe de calor, del que la mayoría de plantas no logran ya recuperarse. Ante una situación semejante, hay que regar en abundancia cada día y comprobar que las hojas no empiezan a ponerse lacias.

Los veranos ya no son como antes. Y no nos referimos a hace varias décadas: en solo diez años, hemos visto cómo el verano se adelanta, el otoño tarda en llegar y aumentan las temidas noches tropicales, cuando dentro de casa es imposible dormir. Es momento entonces de disfrutar del jardín y la terraza, que hemos tenido que abandonar durante el día para refugiarnos del sol.

Colores que destacan: blancos, amarillos y rosados

Cuando planifiquemos el espacio exterior, son varios los factores a tener en cuenta:espacio, sol, viento... Pero solemos olvidarnos de la noche. Hay flores que, por su color, son perfectas para rodearse de ellas bajo la luz de la luna. Las flores de pétalos blancos resaltarán incluso en la oscuridad. Es el caso del dondiego blanco (‘Mirabilis jalapa’) que abre sus flores por la noche. También el galán de noche (‘Cestrum nocturnum’), de flores similares a las del dondiego y que se da bien en sitios calurosos; la campanilla blanca (‘Ipomea alba’), variedad perfecta para la noche y que además crece sin problema enlazándose en troncos, ramas o tutores; petunias de colores claros (‘Petunia atkisiana’), que son la mar de profusas y caerán en cascada con decenas de flores durante todo el verano; silene (‘Silene gallica’), que queda muy bien en parterres y da un aspecto silvestre al jardín...

Pero no solo los blancos destacan bajo la luz de la luna. También resultan llamativos los azules como los que estos días ofrecen los plumbagos (‘Plumbago auriculata’), una de las plantas más adecuadas para el duro verano aragonés, que aguanta el sol más intenso y que da flores durante meses. Similar en su color son otras variedades de ipomeas y de petunias, así como distintos clemátides (‘Clematis spp’), que también aguanta el calor pero que requiere suelos a la sombra y más frescos.

El rojo oscuro quedará oculto en la noche, pero no así el naranja, que tendrá entonces un momento de gloria. Por eso destaca tanto la campsis (‘Campsis radicans’), excelente trepadora que resulta perfecta para cubrir muros y verjas en tierras aragonesas. También algunas variedades de rosas, como la llamada August Orange, o geráneos (‘Pelargonium zonale’) de tonos cercanos al coral.

La importancia del perfume: de las flores a las aromáticas

El jardín diurno es muy diferente del nocturno. Si en el primero las flores se abren al amanecer y pronto llegan las abejas, mariposas y abejorros para polinizar, el jardín vespertino despierta a la caída del sol y deja a un lado el colorido y destaca por su aroma, que las flores utilizan para atraer a las esfinges colibrí, los murciélagos o las luciérnagas.

Las petunias moradas destacan menos de día que sus compañeras de colores, pero al llegar la noche se convierten en protagonistas gracias a su perfume. Los dondiegos de cualquier variedad perfumarán la noche durante semanas, y apenas requieren cuidados excepto recibir agua cada dos días. No hay que olvidar los clásicos del aroma, como pueden ser el jazmín (‘Jasminum spp.), que florece varias veces durante el verano y cuyo perfume es especialmente intenso, yla madreselva (‘Lonicera caprifolium’, que ahora está en completa floración.

No destacan por su floración pero sí por su olor las plantas aromáticas. Algunas, como la hierbabuena (’Mentha spicata’) o el sándalo (‘Mentha longifolia’), son especialmente interesantes porque al balancearse con el viento desprenden un agradable aroma y se disfrutará con ellas mucho mejor la brisa nocturna.

Iluminación: la manera de transformar un espacio

Estamos de enhorabuena últimamente porque cada vez es más fácil encontrar ilumnación barata para el jardín. Nos referimos a las luces led que se alimentan con energía solar y que se pueden adquirir por poco más de diez euros. Son muy fáciles de colocar (no necesitan instalación)y duran no solo el verano, sino que incluso se pueden dejar durante el invierno (aunque la pila, entonces, acabará por agotarse).

La mejor manera de iluminar un espacio exterior es concebirlo como una habitación más de la casa. En una estancia la luz nunca estaría amontonada en una esquina, sino que se repartiría en diversas zonas para dar un aspecto acogedor. Con las luces solares podemos también escoger diversos rincones o incluso ser creativos:las guirnaldas se pueden enrollar e introducir en un farol que cuelga de un árbol, por ejemplo.

Agua y murmullo: una fuente en un rincón

Solo faltaba en ese ‘locus amoenus’, el lugar ameno que describían los poetas, el murmullo del agua. Pocos sonidos son más refrescantes durante el verano que el de una fuente o cascada en la cercanía. Si tenemos riego por goteo programable, lo mejor es que su funcionamiento coincida con el momento en que estamos en el jardín (siempre y cuando no hablemos de aspersores, claro), para que el murmullo del agua nos sirva de relax. Sin olvidar las fuentes de circuito cerrado, que parecen haber pasado de moda ahora pero que siempre son una delicia. Solo precisan una tomade luz y regalarán años de paz.

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