Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Cinco discos aragoneses de 2017

Habida cuenta de que Bunbury, con quien hay que ser exigente a tope por motivos obvios, entregó en 2017 un disco, por lo general, plano de melodías y versos con espinillas de vulgaridad; habida cuenta de que en Los Bengala habita un cantante de voz poco hecha; habida cuenta de que el rock setentero de la Kleejoss Band es más una intención que un logro; habida cuenta de que El Brindador explora el terreno sonoro con tino pero quizá por ese ambicioso ánimo explorador de sonidos no contiene las melodías en su punto apropiado de cocción mientras llega un momento en que carga con su llorosa voz aguda; habida cuenta de que el rap no me interesa lo más mínimo por su nula musicalidad y su facilismo creativo e interpretativo; habida cuenta de que Tachenko tiene su fuerte en las guitarras y las melodías y no en las voces; habida cuenta de que los llamados cursimente grupos emergentes (desde Lady Banana a Calavera, The Hard Mama, Mono, Levy Pants, Noa A, Oakland, Toro, Vegetal Jam, Señoras y Bedeles, Los Volcanes…) están muy verdes o son irrelevantes; habida cuenta de que Pedro Andreu ha montado con L4Red una réplica de Foo Fighters pero con un mal cantante y unas flojas canciones; habida cuenta de que nunca, desde la explosión dorada de inicios de los noventa (¡ay, Héroes, Proscritos, Especialistas, Mas Birras, Distrito, Días de Vino y Rosas, Niños del Brasil, Novias…, qué derroche!), el pop aragonés, con una vasta producción discográfica independiente, vive sin embargo su peor momento de creatividad e interés…, habida cuenta, en fin, de todo ello, y de que a la música hecha en estas tierras, en tiempos de acceso, medios y posibilidades globales, hay que pedirle lo mismo que a la de otro lugar remoto del planeta, me sobran dedos de las dos manos para contar lo más sobresaliente del año 2017 grabado por músicos aragoneses.


Haciendo un gran esfuerzo de recensión, en una mano pongo mis cinco discos favoritos -esquivo lo de 'mejores', que es palabra desterrada de mi vocabulario musical desde hace años-, es decir, los álbumes de 2017 que tengo la plena seguridad de que guardaré con mucho agrado en mi memoria y que escucharé con frecuencia en años venideros, discos que no se devaluarán con el tiempo, sino seguramente que crecerán. Es, a mi entender (resoplen), la primera línea creativa de la música aragonesa actual. Y aunque numerada pero con flexibilidad para la prelación, según días y momentos, si bien es cierto que los dos primeros lugares son inamovibles y deberían llevar el mismo guarismo de número 1 por sus distancias estilísticas, va así:


1.- My Expansive Awareness: 'Going Nowhere' (Analog Love)


El quinteto zaragozano se alinea en esa 'expansiva' oleada neopsicodélica -Wooden Shjips, Bardo Pond, Naam, The Besnard Lakes, Jacco Gardner, Black Angels, Brian Jonestown Massacre, Tame Impala…- que en los últimos años ha horadado el pop internacional hasta crear un fructífero espacio creciente, propio y hasta nuevo. En el caso de los zaragozanos, más: enriquecen ese espacio con matices poco comunes en el mundo psicodélico (sintetizadores voladores, wha wha, pedal steel...) y su querencia por los Doors. Su segundo disco es un compendio de todo ello. Y sus mejores armas: la labor del órgano a lo Manzarek, el trabajo de percusión y bajo, el atractivo empaste de voces masculina y femenina, las guitarras de línea clara y sobre todo el inmenso fortín de las melodías, cuidadas, directas, algo no muy trabajado en la psicodelia, donde los paisajes oníricos opacan las líneas cantabiles. Un disco perfecto en su género, de cuño internacional.

2.- Joaquín Carbonell: 'El carbón y la rosa' (Voces del Mercado)


Lo de Joaquín, dicho de forma visceral, pero también racional, no tiene nombre: que tenga en sus manos un florilegio de radiantes canciones de autor y que esas canciones se marchiten a la sombra de las de Sabina y la incomprensión del público en general es para, al menos, ver flotar algún cadáver sobre el Ebro. Ya lo he escrito una, y dos, y tres, y decenas de veces, y vuelvo a insistir: es el cantautor español de la vieja escuela de los setenta más en forma e inspirado. En este álbum que parece de despedida, lo que sería muy triste, el de Alloza matrimonia reggae con bolero, blues, rumba, country, vals mexicano, chanson, doo-wop… en una ensalada, que lejos de saber a mistura promiscua y destalentada se une en un todo armonioso e inventivo que elevan al infinito de las emociones y la inteligencia la ironía y la sensibilidad de sus versos de oro.

3.- Amaral: 'Superluna' (Antártida/El País)


El dúo se ha sentido más en forma y maduro que nunca en los escenarios y por ello ha decidido atacar con un segundo álbum en directo. ¡Bingo! Un estimulante viaje por sus siete álbumes -con parada más larga en el último, 'Nocturnal'- y en tren de lujo: equilibrio y limpieza inmensa de sonido que no le quita contundencia, sino al contrario. Nada que ver con lo que aquí se oyó en su día en el Príncipe Felipe, donde una mala dinámica en la ecualización de bajo y batería, amén de la falta de rodaje de la gira, nos dio la noche. Doble CD envasado en un vistoso e informativo disco-libro.


4.- Gabriel Sopeña: 'Sangre Sierra' (Warner)


El polifacético Gabriel se abastece en los almacenes de Neil Young, Dylan, Springsteen, Jackson Brown, Tom Petty..., lo que, a poco que se posea destreza, y él la tiene a raudales, es garantía para certificar canciones de calado emocional y musical. Como las que este disco encierra. Ha tardado ni se sabe cuántos años en reaparecer en solitario, pero un disco así no es de los que se cuecen en una merendilla, incluso en piezas ajenas como esa magistral recreación en castellano del clásico de Janis Joplin, 'Me And Bobby McGee', con colaboración de Loquillo. Y con toda justicia, recupera dos canciones de trote muy conocido que él co-aportó a Mas Birras: 'Apuesta por el rock'n'roll' (Bunbury, invitado) y 'Cass'. Le rinde la vida y el talento.

5.- The Patinettes: 'Whatever The War' (Rock GD Records)


Pensaba que tras un lustro sin noticias suyas y con los proyectos individuales de Patricia Destoky (Peabodys), este quinteto había fenecido. Percepción que afortunadamente a finales de año se difuminó al reaparecer con este tercer álbum, espeso y armonioso, y canciones sublimes que no se escriben así como así ni todos los días, caso de 'Television', joya de la corona. Patricia, con ese sugerente tono tristón que embarga sus fraseos, se hace ahora cargo por completo de las voces, desaparece el caleidoscopio de géneros que poblaba su primer disco e incluso el segundo a cambio de una mayor homogeneidad y permanece intacto el espíritu melódico –ya sea rockero, ya baladístico- de discos anteriores, la seña de identidad mayor del quinteto. Unas veces es la Velvet, otras The Pretenders, otras The Cars, otras es Springsteen, otras The Kinks, otras The Beatles, otras The Byrds, otras George Harrison… quienes asoman sus rostros invisibles por este disco, esto es, no de forma muy explícita sino más bien elusiva, porque bien es cierto que a The Patinettes resulta difícil pillarles las fuentes claras en las que beben, tal es su personalidad propia. Ay, ese 'Television'... ¡Si vale por todo un álbum!

En la otra mano, en el banquillo, se quedan otros cinco álbumes, que me atraen, que tienen sustancia, que pueden saltar al campo en cualquier momento para suplir a algunos de los titulares, pero bien es verdad que ha habido que rebañar mucho en el conjunto general para seleccionarlos, por lo que no creo que me duren excesivo tiempo en el reproductor, aunque quién sabe. Son estos:


1.- Joaquín Pardinilla Sexteto: 'Guatizalema' (Luna Nueva Estudio).


2.- María José Hernández: 'Cartas sobre la mesa' (Lunática).


3.- Los Lügers: 'Slasher' (Zito Vision).


4.- Carmen París y Nabyla Maan: 'Dos Medinas Blancas'.


5.- Hot Hands. 'En directo' (Autoproducido).

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